Capítulo 001

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Alrededores de Buenos Aires,

Base militar de Campo de Mayo.

A diferencia del ala Oeste de la residencia (inspirada en los antiguos cabildos coloniales) donde se hospedaban, alimentaban y recibían clases teóricas los miembros del Regimiento, el ala Este (donde residían algunos oficiales y guardias y se realizaban todas las labores logísticas y administrativas) era un monumento al silencio. Allí iban a parar los reclutas que, pasadas todas las pruebas cuantificables, calificables y no tanto, se convertían en altos mandos.

Contribuía en gran parte a ese silencio la convivencia de, tanto líderes del ejército "normal" como los jefes del regimiento de élite.

Sin embargo, ese silencio estaba llamado a romperse cuando, una mañana a inicios de junio, el helicóptero privado del diputado provincial Alan Fernández ­–nombre en clave: caballo– descendió en el helipuerto de Campo de Mayo y de él un joven se apresuró corriendo dentro del edificio principal del complejo.

Desde el helicóptero un hombre de unos treinta años lo observó con tristeza.

"No mates al mensajero" decía el dicho, pero con noticias como esa.

—Pablo, espero que comprendas que esto prueba mi punto de que necesitamos contactarlo cuanto antes—puntualizó a quien estaba al otro lado de la línea telefónica.

— ¿Creés que sea una buena idea ir a buscarlo ya? ¿Con la batalla tan reciente y siendo él tan joven?

—Pablo, él ya no es un niño. Es el hombre más importante del país, y capaz uno de los más poderosos del mundo. Si nos damos el lujo de mantenerlo al margen para "protegerlo" nos estamos cagando en toda la doctrina de defensa—argumentó con la voz temblando... de ira.

—Sé que es un tema difícil para vos Alan, pero...

—"Pero" las bolas. Más te vale que tus soldaditos fanáticos hagan algo, porque yo no voy a permitir que mis compatriotas sean masacrados así —declaró, y cortó la llamada.

***

Un timbre sonó y decenas de puertas se abrieron, de ellas surgieron una cantidad aún mayor de soldados –en su mayoría hombres– todos con paso firme pero tranquilo. El gigantesco pelotón transitó un largo pasillo por unos minutos, iluminados por el ardiente sol de un inesperado día de invierno con 30 grados centígrados. Al menos, pensaban algunos, los más optimistas, el decorado del centro de estudios ayudaba algo: pisos de bellos pero resbaladizos segmentos de madera pulida; muros de un amarillo claro y columnas y marcos de blanco impecable. Amplios ventanales y tuberías de ventilación se repartían porciones del techo cada tanto para mantener el ambiente fresco.

Tarea nada fácil con un edificio lleno de decenas de hombres de mediana edad acostumbrados al más exigente ejercicio físico acosados por el inclemente sol de las praderas artificiales de esas hectáreas...

—Pero es como te digo che, si cortás la retaguardia por el frente A, y te llevas puesto un tercio del pelotón enemigo, la otra ala se dispersa y podés penetrar la formación —argumentaba un hombre, cercano a los treinta pero con aspecto de adolescente. Su rostro alargado coronaba la baja estatura que lo diferenciaba de sus compañeros.

—Si dale, porque etamo' en la antigua Esparta y no hay manera de cagarte el ataque frontal —le retrucó un joven rubio y musculoso—Yo te bajo tres... no, dos aviones caza y te hice mierda toda la estrategia en un segundo.

—Ya, y de paso te cargas a la mitad de tu propio batallón —saltó un tercer sujeto, hablando con un acento gallego imposible de ocultar.

—Bueno, al menos gané la batalla. Igual  ya había perdido un tercio del pelotón... "Pior es nada" como siempre digo —intentó zanjar cuando llegaron a un gran comedor.

Con gloria morir [Pausada indefinidamente]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora