ShigaDeku - Eso pasó la madrugada del jueves

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Otro asesinato más.

Otra víctima más en una noche helada que amenazaba con morir pronto, como el joven de quince años que se le había asignado para la misión y que ahora observaba con la mira de su fusil M82.

De ojos verde esmeralda y un cabello alborotado del mismo tono la luz del reflector, aquel joven de no más de quince años inauguraba con vivacidad una compra ilegal de varias pinturas robadas, una subasta al mejor postor que debía ser detenida pero que funcionaba maravillosamente como trampa para acabar con el hijo y heredero de la mafia más grande de la ciudad.

Suspiró y alejó su rostro de la mirilla del fusil y se sentó un momento a pensar.

No podía.

El mejor asesino que el dinero podía pagar y justo decidía fallar en el trabajo de más alto calibre que jamás le hubieran asignado. Porque él nunca fallaba, menos aún con su reputación en juego, el dinero se lo podía dar al fuego como alimento, pero era su imagen lo que realmente le daba para vivir.

Tomura no sabía qué hacer.

Es decir, por supuesto que sabía que quería hacer y tenía muy claro lo mal que todo iba a terminar, sin embargo no podía alejar la sensación tan horrorosa que se había instalado en su corazón.

Miedo.

Hacía tiempo que no sentía miedo.

Pero un mes antes no sabía que podía sentir tantas cosas por una persona.

Vergüenza.

Adrenalina.

Ansiedad.

Alegría.

Celos.

Y sobretodo, amor.

¿En qué momento se le había ocurrido que enamorarse de Midoriya Izuku era buena idea? ¿Cuándo sus besos le desarmaron aquel día en el que se conocieron? ¿Fue la primera vez que lo tuvo entre sus brazos, entregando hasta el último de sus suspiros a un encuentro pasional? ¿O la vez que se declaró invencible a su lado, la misma vez que preguntó por sus sentimientos y estos fueron correspondidos?

Respiró lento, tomando aire, y se levantó del suelo, fusil en mano, para bajar las escaleras del edificio que conectaban la terraza con el primer piso. Eran ocho pisos que sus piernas no sintieron gracias a la adrenalina que corría por sus venas, como tampoco sintieron la caminata hasta el quinto piso del edificio de enfrente, a la sala en la que se estaba realizando la subasta.

Llegó, entró discretamente y caminó hasta Izuku sin vacilar.

–Huye conmigo

–¿Shigaraki…?

–Me enviaron a matarte. Huye conmigo.

Izuku sonrió, tomó su mano y lo dirigió al baño más cercano, cerrando con llave la puerta y atacando con sus labios a Tomura, embriagandole con su aroma, con el movimiento de sus lenguas en un baile celestial.

–Hagámoslo

En el momento en que las palabras dejaron su boca, un estruendo irrumpió afuera y el sonido del tiroteo aceleró sus corazones ya desbocados.

Se tomaron de las manos, sonrieron y salieron juntos a enfrentar el mundo que quizás los matara.

Eso pasó la madrugada del jueves, antes de la masacre más grande que el mundo de la mafia había visto. No encontraron los cuerpos de muchos y algunos estaban demasiado desfigurados para identificarlos, pero dicen que un hombre de cabello blanco y un joven de cabello verde salieron tomados de la mano, cubiertos en sangre y burlándose de la muerte.

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