Mi nombre es Harry. Tengo diecisiete años, y los tendré siempre, pues para el próximo año ya habré muerto. En aquella época, era 1971. No sabía qué estaba haciendo yo en ése instante. Me sentía perdida, como si mi madre me hubiese dejado sola en un bosque donde habitaban todas las cosas salvajes. Pero éso no podía ser. Mi madre estaba muerta. Ni siquiera tenía idea de cómo lucía. Si tenía los ojos oscuros, o la piel suavemente agrietada y hermosa. Si le encantaba la poesía como a mí, o si prefería la música y los días lluviosos y el océano. La forma en que lloraba. A qué clase de personas amaba. O si los amaba a todos.
Nadie nunca habla de ella. Mi padre es un hombre trabajador, y nunca está en casa. A veces, no le conozco. A veces, no pareciese mi padre. Cuando era pequeña, solía pintar huecos en sus ojos; porque lo sentía como un desconocido para mí. Con las facciones duras y serias, y las palabras nunca concretas. Como un crucigrama, o un zapato roto; algo que nunca puedo llegar a maquinar.
Sé que me odia, y yo le odio a él.
El nombre de mi madre era Frieda. Decían que su vientre estaba maldito. Hubo cuatro antes que yo. Todos muertos, todos perdidos en un océano de cuerpos pequeñitos y deformados. El haber estado alguna vez cubierta por su sangre fue todo lo que obtuve de ella, y de lo que vivo ahora, con la espina rota y el peso de su vida en mis hombros. En éste pueblo, las personas son fúnebres y apáticas. Guardan las miradas más sucias para mí, y las calles me esperan para arruinarme.
Yo no maté a mi madre. Yo la llevé de regreso a la vida.
Ese día había colegio. Ese día, tenía las medias hasta las rodillas y el pelo hecho un desastre sobre la cabeza, la frente, los ojos. Mi reflejo en el espejo era indiferente, como si no fuera yo. Parecía una niña, con las mejillas sonrojadas y los ojos verdes. No sabía de dónde provenían. Si había robado las características de él, o de ella. Si alguna vez hubo un espacio para mí. Si las heridas no se pegaron y la carne no se perdió, empapada en sangre.
Ése día había salido de casa con los pies descalzos. Mi padre no estaba, no había estado desde hace días, pero éso no me importaba. Los cabellos castaños se me metían a la boca y mis pies absorbían el firmamento. Podía escuchar un millón de sonidos en el aire. La blusa se me levantaba por el viento y los brazos volaban como cometas. La colina en la que me encontraba plantada era alta y verde, eterna, y podía ver al cielo blancuzco desde ahí. Al puto, majestuoso y espeso cielo abriéndome el pecho en dos. Me paré sobre una piedra gigante y grité hasta que me ardieron los pulmones. Hasta que me sentí como un violín usado, como una torre a la que todo el mundo quiere derrumbar para sepultar allí sus pecados. Pero, yo, les digo algo.
Jódanse.
Y en ése preciso momento, en ésa única porción de vida que nunca lograré recuperar, que nunca más podré tocar con mis manos, que vivirá en mí hasta que me haya convertido en hueso pulverizado; la vi. En ése preciso momento, gritando, raspándome las rodillas, chillando, pidiendo libertad, ésa que había estado anhelando desde que fui condenada con ésta vida, con éstas personas, con la muerte, con el arma asesina de mi primer aliento, con los poetas y unos malditos pies blancos y estáticos.
Al principio, creí que era sólo una ilusión. Que no era real. Una clara utopía dentro de una gran estupidez causada por mis propios impulsos desesperados. Pero ella era lo más real que había contemplado en mi vida. Ella, sus dientes, su pelo, las sensaciones que me provocó; me habían hecho sentir viva. Y una vez que probé ése sentimiento, jamás pude saciarme por completo.
La chica tenía el pelo corto e iluminado en tonos claros, y los mechones marrones caían sobre su frente, limpios e intocables. Su piel, no sabría describirla. Era un montón de cosas preciosas y puras de las que me había olvidado absolutamente en ése momento, ése preciso momento que lo cambió todo; ése momento en que ambas morimos y volvimos a nacer y vimos estrellas en el sol y sentimos la tierra bajo nuestros pies; nuestras manos entrelazadas, siempre tan cerca del vacío y de la destrucción, cuando ya no éramos capaces de hacer nada para evitar matarnos sin aviso.
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Advertencias ~fem!larry~
FanfictionDeja que los barcos avancen y que se lleven nuestras almas, mientras mi lengua te recorre entera. Si algo quisiera llevarme de ésta vida, serías tú. Sabionda como la oscuridad. Tan tóxica que mi piel te absorbe hasta quedarse llena de ti. Nunca int...