V

686 24 19
                                    

Estamos hechos de lo que somos. Somos de lo que estamos hechos.

Cuando me enamoré de Louis, perdí cualquier sentido de la realidad que existía en mi cabeza. No quería verla a ella como algo que acabaría pronto, como algo que se desintegraría en una zanja y que los niños inhalarían y quedaría impregnado en sus cabellos despeinados y pegajosos. Quizá fueron sus secretos más oscuros lo que finalmente logró aniquilarnos. Éramos tan felices, rodando por la colina directo al paraíso; hasta que el sol arrasó con nosotras más rápido de lo que alguna vez pude llegar a besarla. Y no era cuestión de quién moriría primero, no. Porque ella siempre anhelaba el dulce tacto de la muerte como ninguno; solía tomarla por las noches cuando se iba a la cama. Nunca quería perderse de nada.

Ahora mismo, ambas nos mirábamos desde ambos extremos de la letal noche. Escalando por nuestras espinas, consumiendo la carne en duras tiras. Su piel y mi piel ardían en anticipación. Aquella febril cosa se colaba por los dedos de los pies, sangre y huesos; y hacía de nuestra cordura un magnífico desastre.

Louis tenía pequeñas flores en el pelo. Yacía a metros de mí con los muslos separados. Podía verle las bragas desde mi posición.

A ella parecía no importarle, vanidosa y coqueta con una tosca sonrisa en el rostro.

Todo se sentía caliente, las ramas debajo de mis manos, el burbujeante deseo en mi estómago; descendiendo a la parte baja de mi anatomía.

A veces me preguntaba de dónde sacaba tanto enigma, tanta afición. Quería sacarle las historias de la garganta, enfundarme en sus extrañas ideas; pero la verdad es que sólo quería escuchar su voz una y otra vez.

A veces, se me hacía inevitable sumergirme en el oscuro mundo de sus ojos.

Sus pinturas me miraban celosamente.

Sus colores me sonreían al igual que ella.

Su piel llamaba mi nombre, como un océano vacío. Ansiaba mis dedos, mis labios; pero nunca me lo diría.

Estaba empezando a excitarme, viéndola así. Tan erótica, tan expuesta, tan vulnerable.

Mi organismo llevaba a cabo procesos explosivos que no podía explicar. Mi corazón se desplomaba en mis costillas y cada nervio, cada célula, cada pedazo de mí que no estaba unido a ella, simplemente, desapareció. Estalló como una supernova.

Quería tocarla. Quería enterrarme en ella, explorarla por completo.

Descubrir todo un Universo entre sus muslos, sus frágiles manos tirándome el pelo, pidiéndome más, porque sintiendo ése nivel de placer, corriendo ávidamente por sus venas y clavándose en sus dientes, era lo único que podía hacer.

Ésa vez, no hablamos de nada. Nuestros cuerpos gritaban lo suficiente. La seda húmeda de sus bragas me tentaba a una infinidad de cosas, empujándome contra mis propios límites.

No sabía cómo decirle que quería arrancárselas con la boca.

Recuerdo que junté su pie con el mío. Recuerdo que el simple choque se sintió como volar. Recuerdo que olía tan bien, a sexo y a naturaleza y a su extraordinario aroma. Su inconfundible aroma fusionándose con todo lo que no hice ésa noche.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 02, 2018 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Advertencias ~fem!larry~ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora