Capítulo 4: "Cambiando las tornas"

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Ambos reyes permanecieron en silencio varios minutos que parecieron horas. Y, poco después, aparecieron dos mensajeros, uno por parte de cada rey. El del rey rojo era un joven con el cabello pelirrojo y ojos esmeraldas que llevaba un sombrero de copa, mientras que el del rey blanco era un joven de cabellos castaños y ojos dorados con dos largas orejas de liebre de pelaje similar.


-¡Hatta!-gritó solemne el Rey Rojo.-Lee la carta de mi querido hermano dirigida a mi persona.


-Sí, majestad.-respondió el pelirrojo con sombrero de copa mientras se aclaraba la garganta.-Se hace saber por la presente que yo, el Rey Blanco, no toleraré a falsos reyes usurpadores del trono, y por eso, por la presente proclamo el desafío a mi hermano, el Rey Rojo, por la corona del reino.


-¡Menuda infamia!-protestó el Rey Blanco.- ¡Haigha! Ése no es el mensaje que te ordené entregar. ¿Qué sucedió con el auténtico?


-Deja las falacias para otra ocasión, hermano.-dijo el Rey Rojo con una sonrisa de satisfacción.-Si lo que quieres es una guerra...Una guerra será lo que tendrás.


En ese momento, todo quedó en silencio. Soldados y reyes observaban estupefactos el centro de la muchedumbre, donde yo me encontraba situado.


No me había dado cuenta, pero al parecer, mis pies habían decidido actuar por su cuenta y llevarme hasta los reyes para colocarme entre ellos. ¿Pero qué debía hacer ahora? ¿Iba a detener la batalla que se avecinaba? ¿Y cómo demonios se supone que lo iba a hacer?


-¡Vaya, vaya, vaya!-dijo el Rey Rojo con una sonrisa triunfante en su rostro.-Así que ése morador de la superficie es de los tuyos... Entonces, el otro que tengo en mi castillo como rehén debe de ser otro de tus espías de la superficie.


¿Otro como rehén? ¿No se estará refiriendo a...? ¡Xavier!


-¿Qué has hecho con Xavier?-grité enfadado.


-¿Te refieres a tu amiguito? Está en mi castillo, soportando la peor de las torturas.-empezó a reírse con una sonora carcajada.


-¡S-Suéltalo!-grité con la intención de intimidarlo.


-Me temo que eso no va a suceder.


Cada bando se alejó varios metros para empezar a elaborar sus estrategias de combate. Mientras que a mí, uno de los soldados del Rey Blanco me cargó en brazos y me llevó con ellos a su base.


Durante todo el tiempo no pude hacer otra cosa que gritar y protestar para que me soltase y así pudiese ir a buscar a Xavier, pero no sirvió de nada.


El soldado me dejó en una de las cabañas que tenían agenciadas para ellos y me dio algunas mantas y sopa antes de marcharse nuevamente. Desde el interior de la tienda, podía oír claramente al Rey Blanco dándole instrucciones a todo su ejército para la batalla, pero yo solo era capaz de pensar en Xavier y en cómo debía de estar pasándolo en ese momento.


A la mañana siguiente, cuando llegó el alba, ambos bandos se dispusieron a lo largo de unos metros para atacar. En cuanto el Sol terminó de salir, comenzaron a correr para embarcarse en semejante batalla por la corona.


En ese instante, algo pasó por mi mente e hizo que corriese tras ellos para intentar detenerlos. Se iban acercando poco a poco, montados a caballos que corrían velozmente por la llanura. Cada vez estaban más próximos. Apenas les separaban unos diez metros...y, de pronto, se detuvieron en seco.


Había corrido todo lo rápido que me permitieron mis piernas, sintiendo un cansancio extremo y casi quedándome sin respiración. Pero finalmente había conseguido alcanzar el centro antes que nadie y plantarme allí con la esperanza de detener aquella lucha.


-¿Se puede saber qué demonios haces?-gritaron estupefactos ambos reyes al unísono.


Mi respiración estaba agitada, mis piernas temblaban más que nunca en mi vida y mi mente todavía intentaba analizar lo que acababa de hacer en ese momento.


-¿Se puede saber a qué viene ésta absurda guerra?-pregunté bastante confundido.


Apenas pudieron alzar la voz para detener a sus caballeros cuando éstos ya habían comenzado a disputar en medio del campo de batalla.


-No es ninguna guerra absurda, estamos luchando por ver quién es el verdadero merecedor de la corona.-espetó el Rey Rojo solemnemente.


-Todo esto podríais solucionarlo diplomáticamente, hablando, sin guerras absurdas que solo traerán consigo dolor y pérdida.


-Quizás tenga razón este muchacho.-dijo el Rey Blanco con expresión de preocupación.-Hermano, creo que es hora de que nos sentemos a discutir esto como reyes que somos, así mostraremos ejemplo al pueblo.


El Rey Rojo resignado, aceptó, y ambos me llevaron hasta una de las tiendas de uno de los campamentos para que les ayudase a discutir el problema.


Por un lado, el Rey Rojo argumentaba que él debía ser el merecedor de la corona por derecho de nacimiento, pues era el mayor de los gemelos. Mientras, por otro lado, el Rey Blanco argumentaba que él se había dedicado a preocuparse por aprender a escuchar a sus súbditos y gobernar justamente.


Estaba claro que ambos argumentos podían tener el mismo peso pero, había que elegir a uno solo.


Mientras pensaba en alguna solución que pudiese complacer a ambos reyes, éstos habían dedicado su valioso tiempo a mirarme con ojos deseosos y cuchichear entre ellos. Solo con verlos unos segundos, consiguieron que por mi espalda recorriese un escalofrío y mi cuerpo se tensase.


Comprobaron que no había nadie en el exterior lo suficientemente cercano como para poder oír lo que sucedía en el interior de la tienda, y me aprisionaron ambos contra el suelo.


-Hemos llegado a un acuerdo.-dijo el Rey Blanco.


-Tú serás quien elija a uno de nosotros para ser Rey.-siguió el Rey Rojo.


-¿Pero cómo esperáis que yo elija a uno de vosotros? N-No tengo ni idea de qué hacer en un caso como éste.


-Tranquilo.-respondieron los dos.-Nosotros te ayudaremos a que puedas elegir a uno de nosotros fácilmente. Solo tienes que divertirte un poco con nosotros esta noche.


Ambos mostraron una sonrisa tan inocente que daba hasta miedo, pero mis temores se confirmaron al ver que ambos comenzaron a despojarse de sus armaduras y ropas hasta quedar completamente desnudos ante mí.


-¿A quién elegirás como rey, Allen?-preguntaron ambos con una sonrisa de complicidad.

A través del espejo (yaoi hard) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora