La segunda vez que atravesé el umbral de la entrada de Cubik Corp., recuerdo haber pensado que era la primera vez que mi vida daba un vuelco tan emocionante. Y sí, y no. Porque vaya que mi vida tendría muchos cambios a partir de ese momento, y vaya que mis emociones estarían a prueba de fuego. Pero con todo y todo, yo no diría que el vocablo "emocionante" es el más apropiado para describir los acontecimientos que estarían a punto de suceder.
Había conseguido (con un poco de ayuda de mi padre, debo admitir) que a Tim (mi mejor amigo desde la infancia) y a mí nos admitieran como estudiante practicante en Cubik Corp., una empresa que fabricaba gadgets tecnológicos de vanguardia, tales como smartphones de última generación, videojuegos de realidad virtual, cámaras de vídeo minúsculas, y que también diseñaba aplicaciones con una increíble variedad de softwares. Todo eso, aunado a un muy rumorado ambiente de trabajo juvenil y moderno, había convertido a Cubik Corp. en un lugar de trabajo definitivamente codiciado por muchos jóvenes profesionistas.
Era martes, era abril, y Tim, yo estábamos muy puntuales a las nueve de la mañana para iniciar con nuestras prácticas profesionales. Ambos habíamos estudiado la carrera de Finanzas, por lo que seríamos vinculados al área administrativa de la empresa. Ciertamente experimentaba en mi interior un grado de excitación bastante severo, muy inusual en mí, que desde pequeño había sido enseñado a no dejarme embargar por emociones pasajeras. Pero es que este sería mi primer contacto con el mundo laboral, y francamente no tenía idea de que esperar, pero pensaba que fuera lo que fuera que pasara, tenía que ser bueno.
Más pronto que tarde descubriría que estaba en un error. Mi -hasta entonces- perfecta y ordenada vida estaba dirigiéndose al borde de un abismo. Un abismo hecho de pesadillas, infernal, infinito. Nada me podía haber preparado para aquello. A veces quisiera no poder recordarlo, pero ahora más que nunca sé que jamás tendré la opción de poder olvidar. Porque esto no ha acabado, y no acabará nunca...
Recuerdo que cuando vislumbramos a lo lejos el edificio principal de Cubik Corp., cuando aún no habíamos siquiera entrado en sus instalaciones, no pude evitar abrir la boca en señal de asombro por aquello que se hallaba más allá del cristal del parabrisas de mi Camry color plateado.
–Vaya que estos muchachos saben hacer todo a lo grande, ¿verdad? –fue lo primero que comentó Tim.
No me molesté en responder a lo obvio. A pesar de que ya me había dado a la tarea de buscar fotografías por internet, verlo en vivo y a todo color era realmente impresionante. El edificio era una gigante construcción posmodernista de veintiocho pisos, que no se encontraba erigido en la clásica forma de torre, sino que tenía una forma muy parecida a la de un huevo que se encontrara apoyado contra una pared, muy similar al CyberTecture Egg que está ubicado en Mumbay, India, lo cul era muy irónico teniendo en cuenta que la compañía llevaba por nombre "Cubik".
Minutos más tarde, después de identificarnos y que el personal de seguridad nos hiciera una revisión de rutina, pudimos ingresar en el lobby del colosal edificio. Lo primero que mi mente registró fue que en Cubik Corp. no se escatimaba en gastos, ya que todo, en aquella amplísima sala circular, desde el mármol azul oscuro de los pisos, las paredes pintadas en tonos plateados, el mobiliario de maderas preciosas y distribuido asimétricamente, las modernas lámparas que pendían del elevado techo, los ornamentos de diversa índole regados por cada rincón, y hasta las doradas macetas con plantas exóticas ambos lados de la puerta principal se miraban excesivamente ostentosos, y me atrevería a decir que exclusivos.
–Wow, nunca creí que esté lugar fuera tan increíble. Parece el palacio de un jeque –exclamó, Tim con los ojos color turquesa muy abiertos, tan impresionado como yo.
–Es obvio que las ventas están en su mejor momento –afirmé.
Tim se forzó a mirarme, a pesar de que parecía que quería seguir contemplando aquella sala eternamente.
–¿Y ahora hacia dónde vamos?' –preguntó en voz baja mi amigo, mientras avanzábamos lentamente por el recinto.
Miré a mi alrededor.
En el medio de la sala estaba lo que sin duda debía ser la recepción principal, con dos secretarias sentadas tras un grandísimo despacho de madera. Ambas se encontraban ensimismadas en las respectivas computadoras que estaban colocadas sobre el mueble. Le di un codazo a Tim, y señalé a las muchachas, instintivamente nos acercamos a la que se veía más joven, una joven que no pasaría de los veintiocho años, de cabello castaño y labios gruesos que movía despreocupadamente las manos mientras observaba la pantalla.
Al llegar frente a ella, fijó su vista en nosotros, y tomó las riendas de la comunicación:
–Muy buenos días, jóvenes. ¿En qué los puedo ayudar? –preguntó la muchacha, con una voz risueña y amable.
–Buenos días –contesté con mi usual tono cordial–. Verá usted, nosotros fuimos aceptados en el programa de practicantes, y...
–Oh, ya veo –dijo, interrumpiéndome–. Denme un momento, muchachos.
Pulsó unas teclas en la computadora
–Ajá, ya veo, ustedes deben ser Timothy Stone y Blake Honeycutt, ¿cierto?
A pesar de que su sonrisa no parecía forzada, su voz sonaba ligeramente mecánica, fría. Supuse que el hecho de ser una de las dos recepcionistas de una multinacional tan gigantesca, y atender a decenas de personas como Tim y como yo cada día, podía ciertamente causar estragos en la espontaneidad cotidiana.
Me percaté de que yo estaba mejor entrenado que ella para canalizar las emociones a través de mi voz cuando respondí alegre y con una media sonrisa:
–Así es, señorita. Somos nosotros, los nuevos practicantes. Sólo que estamos eh... un poco desorientados, ¿sabe?
–Oh, no se preocupen, yo ya los esperaba. Mi nombre es Alicia Rommel –y acto seguido nos estrechó la mano, primero a Tim, y luego a mí–, y voy a guiarlos. Entonces... háganme favor de acompañarme.
Se levantó inmediatamente después de decir eso, y se dirigió al elevador de puertas metálicas que se encontraba al fondo de la estancia casi perdido en la pared, despidiendo un fuerte aroma a fresas tras ella.
Nosotros la seguimos rápidamente. Ni Tim, ni yo dijimos una sola palabra cuando las puertas del ascensor se cerraron. Tampoco emitimos el mínimo sonido cuando Alicia Rommel apretó el botón que llevaba al piso número 18. Sin embargo, podía oír los pensamientos de Tim en mi cabeza como si me estuviera gritando a través de un megáfono. Y sabía que él también escuchaba los míos porque estábamos pensando lo mismo: "¡Lo logramos, amigo! ¡Que empiece la aventura!".
YOU ARE READING
Leyenda Urbana ©
Misteri / ThrillerBlake Honeycutt parece estar en el mejor momento de su juventud: tiene 21 años, está en los últimos semestres de la universidad, y acaba de ser aceptado en la famosa empresa fabricante de alta tecnología, Cubik Corp., como practicante. Todo parece t...