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  Últimamente ella estaba más extraña de lo común, cosa que al rubio héroe le confundía cada segundo que pasaban juntos.

  Por unos días, Naruto pensó que se trataba de el querido amigo de todas las chicas: Andrés, así era cómo lo llamaban muchas. Sin embargo, estaba consciente de que ese visitante no duraba más de una semana, al menos no en Mila, quien, al cabo de los días, la indiferencia la consumía a cada momento.

  Indiferente, extraña, e inclusive amagada, así era como el Uzumaki la notaba, y eso sin dudar, le preocupaba.

  Cuando pasaba tiempo a su lado, la protagonista ya no era tan expresiva como antes. Ni siquiera era capaz de mirarlo a los ojos.

  Con cierto nerviosismo notorio, el Uzumaki miraba de reojo a quien pertencía callada desde su encuentro. Aunque sus manos estuvieran juntas, Naruto no podía sentir calor alguno.

— M-mila —Titubeó, cosa que le puso peor, más no se limitó a seguir con lo suyo—, sería buena idea salir mañana, ¿no crees? ¡Mañana es nuestro día libre, ¿no es así?! ¡Salgamos'dattebayo!

  Por primera vez en el día, la fémina le devolvió la mirada. Una mirada frívola y sin brillo. Más eso no era lo peor, sino aquella sonrisa forzada, quien con tan solo verla, el oji-azul sintió un doloroso hueco en el pecho.

— Está bien. Hagamos lo que tú quieras, Naruto.

  Definitivamente, aquella respuesta no lo hizo emocionar como era costumbre. Al contrario, provocó un sentimiento peor.

Una sensación horrible la cual Naruto quería erradicar a toda costa.

  Pero, ¿cómo?

  Pero, ¿cómo?

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Lies ― Uzumaki Naruto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora