Los desastrosos celos.

7.6K 542 324
                                    

Habían pasado algún tiempo desde el incidente con la ropa. Todo andaba de maravilla entre _______ y Yuri, no tenían peleas y hace unos días habían partido a Moscú a visitar al Nikolai. Por otro lado, Víctor se llevo a Yuuri a "hospedarse temporalmente" a su apartamento Rusia, claro que el ruso planeaba conservarlo para siempre. Si, sonaba retorcido y obsesivo pero no iba a permitir que nada ni nadie le quitara a su cerdito.

Yuuri, por su parte, andaba de un humor de perros. Ya que las azafatas de su vuelo no le quitaban los ojos de encima al ruso. Por favor, lo había besado delante de todo el mundo y tenían malditos anillos de compromiso a juego, ¿que más querían para entender que ese ruso le pertenecía a él? Sin contar el resto de cosas que ya habían hecho, porque no creerán que ese besito fue todo, esa es solo la punta del iceberg. La única razón de que hasta hace poco fueran una pareja oficial es que Víctor no se lo había pedido directamente.

El ruso notó el humor del japones, pero aún no podía descifrar a que se debía. Si, podía ser lento cuando quería. Pero no era su culpa del todo ya que había estado muy ocupado viendo a Yuuri y fotografiándolo como para darse cuenta la forma con que lo miraban las brujas esas, o la forma en que se inclinó una de ellas mientras le entregaba los maníes tratando de impresionarlo con sus senos falsos, o muchas otros métodos desesperados que adoptaron. Métodos que Katsuki si notó. Víctor no podía entender que había hecho mal para que su amorsito luciera tan molestó.

Cuando una de ellas "les" ofreció una puta cobija por enésima vez, Yuuri no lo soportó más. Se hecho el pelo hacia atrás, tomó al mayor de su camisa y lo besó. Víctor, con la debilidad que sentía por el chico, no se separo, ni siquiera le pasó por la cabeza hacerlo. Le valió verga la amable azafata que seguro pensó que Yuuri estaba molestó porque tenía frío y por eso les ofrecía cobijas con tanta insistencia. Tristemente eso era lo que creía el idiota de Nikiforov.

Siempre esperando lo mejor de las personas.

Aún así el ruso estaba confundido por la repentina acción de su novio. Cuando se separaron miró a Yuuri directamente a los ojos, con amor. Yuuri notó que la puta se había largado a chismear con otras a un rincón. Aún así, deseaba disfrutar de su ruso un rato más así que lo abrazó con ternura acercándose a su cuello y empezó a dejar besitos.

—Y-Yuuri, cariño, estamos en un avión. —Dijo el albino, aún así tenía sus ojos cerrados y su cabeza ladeada dándole más libertad al azabache.

—Por si no lo has notado todos duermen, amor. —Yuuri desbordaba Eros, ya no solo lo hacia por las arpías esas sino por que quería de su hombre. Yuuri aún seguía siendo Yuuri, así que tenía el rostro totalmente rojo. Sin embargo, continuó repartiendo besos, luego paro y succiono la blanca piel de Víctor, dejado una marca. Repitió la acción varias veces  por todo el cuello, deseaba marcar territorio. Que todos supieran que ese trasero ya tenía dueño.

Víctor, que no tenía la más remota idea de todo lo que pasaba por la cabeza de su angelical Yuuri, estaba desesperado, si el japones continuaba con eso solo lo iba a encender más. Así que tomó su rostro entre sus y restregó sus narices. —Yuuri, en este lugar no puedo hacer todo lo que quiero hacerte. Si no paras con eso no me voy a controlar, y nos van a multar por exhibicionismo o algo peor. —dijo con firmeza pero aún así su voz denotaba dulzura. Le dolía decirlo pero era verdad. En el apartamento podrían hacer lo que quisieran, pero allí no.

Yuuri enrojeció —Perdón, me altere. —Víctor solo lo miró con ternura y repartió besos en su rostro, su frente,  su nariz, sus sonrojadas mejillas y sus labios. Esto solo hizo que Yuuri enrojeciera más, se le veía tan lindo.

Aún brindándole esos tiernos besos Víctor quiso aclarar su duda — No es que me haya molestado ni nada pero ¿Por qué me atacaste de repente?

Al oír eso Yuuri enrojeció aún más y desvío su mirada, le daba mucha vergüenza hacerle saber a su novio que se estaba muriendo de celos. Aún así respondió —No paraban de mirarte y de insinuarse.

El Desastre De Víctor (Yuri Plisetsky y Tu) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora