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Escuchaba atentamente lo que la anciana religiosa decía

-Ser homosexual es pecado, Dios creó al hombre para que esté con la mujer y viceversa. No da lugar a otras aberraciones como las que se ven hoy en día, qué horror.-dice con seguridad.

Estaba llena de ira, ¿cómo puede decir eso? 
Desvío de inmediato la mirada y me retiro caminando rápido de allí hacia mi cuarto robándome la mirada curiosa de todos.

Cada vez que escucho comentarios de ese tipo, la ira me invade y si no salgo de ahí, terminaré peleando con la otra persona. En otra situación, iniciaría un debate sano, pero en vista de las circunstancias que me rodeaban, prefería guardar silencio y mostrar mi desaprobación yéndome.

Mi familia es evangélica y mi madre acostumbra a hacer reuniones, algo así como clases que dan unas personas sobre todo lo relacionado con su religión. Mis hermanos y yo no tenemos las mismas creencias que nuestros padres, pero aún así asistimos a aquellos encuentros.

Termina la reunión y mi madre me llama desde la cocina.

- ¡Laura!- dice en un tono algo molesto.

Ella solo me llama por mi primer nombre cuando está molesta, lo cual me asusta.
Camino hacia donde está ella con algo de miedo imaginando lo que se viene.

- ¿Por qué te saliste así de la sala?, qué vergüenza- dice mi madre molesta, pero más extrañada. Si bien sabe que no compartimos exactamente las mismas creencias, aún no tiene idea de lo incómoda que me ponen esos temas.

- Mamá, es que... solo no estuve de acuerdo con algo que dijeron, es todo- digo haciendo un puchero apenas visible. A pesar de todo, asisto a dichas reuniones por mi madre. Siempre hemos tenido una buena relación, y, sinceramente, al inicio sí quise asistir a las reuniones para ver qué me podrían aportar. Nunca me había gustado cerrarme a nada, y, a decir verdad, tampoco quería acabar con las ilusiones de mi madre.

- Está bien, hija, pero a la próxima  pregunta, o di lo que piensas.- dice mi madre con un tono de voz más calmado.

Si supiera lo que yo pienso sobre todo esto, no me diría lo mismo, pero ante todo soy respetuosa y prefiero no alterar a nadie.

- Si mamá, lo haré.- digo con una sonrisa fingida y me voy a mi cuarto de regreso.

Me recuesto en mi cama mirando hacia el techo y pensando en todo un poco. Pensar en el suceso anterior me llenaba de una combinación entre ira y tristeza. Ira, por las palabras llenas de odio que se dijeron sobre las personas a las que, muy en el fondo, sabía yo pertenencia. Y tristeza, porque sabia que mi familia preferiría cualquier cosa a que uno de nosotros resultara ser de esas personas a las que tanto aborrecen. Así, tomé la decisión, de ya no asistir a dichas reuniones en modo de protesta.

Al tratar de ocupar mi mente en otra cosa y olvidar lo que pasó esa noche, solo podía pensar en lo que se venía al día siguiente.

Regreso a clases.

Más que amigasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora