La búsqueda

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La búsqueda

Quería preguntar qué diablos sucedía, qué significaba esa alarma, y por qué Carl había dicho el nombre de mi padre. Miré a mi derecha, y noté que Sam se hallaba junto a mí con la boca entreabierta. Se ubicaba plantado en su lugar, como que si una fuerza extraña lo estaba presionando contra el piso de tal manera que sus zapatos no puedan moverse. Seguí la dirección de su mirada, extrañada y pude notar que bajaba un helicóptero hacia la terraza. Las personas y criaturas que había a mi alrededor dejaron de correr para ver lo que había sucedido, y miraron también extrañados.

-          ¿Qué sucede? – pregunté.

-          Es que… es muy raro… es muy raro que baje un helicóptero. Hacía años que no sucedía, y cada vez que eso pasaba significaba que había problemas – Sam me miró un momento con sus ojos grises. Volví la mirada hacia arriba, y pude notar que unos tipos armados bajaban en tropa desde el helicóptero para bajar las escaleras directamente al G.E.L.A.

Carl ya estaba adentro, y la alarma seguía sonando con mucha intensidad. Tenía pánico, quería saber qué pasaba. Vi que el Entrenador de ojos y pelo azul intentaba llamar la atención de los presentes, pero ellos no les hacían caso. Finalmente, se rindió con un bufido, pateando una piedra, aburrido.

-          Voy a entrar – dije.

-          Espera, ¿qué? – dijo Sam, pero ya era tarde.

Iba corriendo hacia la puerta, entré y subí por las escaleras hacia los pisos superiores. Si estaban armados, eso significaba que estaban en la Sala de Armamento. Sí, eso es…

Corrí un poco más, hasta dar con la puerta de la sala. Me detuve en seco. Escuché con el corazón desbocado que allí estaban. Con mucho cuidado, me metí en la sala sin ser descubierta.

-          Sí, lo que temía ha sucedido – decía una voz ronca, mientras que yo me escondía atrás de una gran caja de cartón. – El Gobierno está atrás de esto, estoy seguro.

-          Es muy probable, Chad. – Dijo un tipo de piel oscura, con voz más imponente que éste – Debemos encontrarlos. Es nuestro deber.

-          ¿Y si no los encontramos? – dijo el primero.

-          Ya localizamos a una Elementista muy importante aquí en Phoenix. Su nombre ya lo sabemos – asintieron con entusiasmo. – Necesitamos a cuatro personas más. Estoy casi seguro que se ocultaron gracias a las presiones de distintas Corporaciones. – Lanzó un bufido.

-          ¿Son todos Elementistas? – preguntó otro, con voz más relajada. Parecía que sabía que esto sucedería.

-          No. – dijo el de piel oscura, y todos comenzaron a hablar en voz baja.

Buscaban a personas, a cuatro. Ya habían localizado a una… ¿Elementista? ¿Qué diablos era eso? Quería saber más, hasta que la puerta se abrió y entró Aberforth, seguido de Anna.

-          Sabía que esto sucedería, lo sabía – dijo Aberforth, enojado. – Estábamos hablando con Anna hace unos minutos, justamente de esto.

-          Y si sabía que iba a suceder, ¿por qué no nos dijo antes? – dijo el de voz ronca, enojado. Aberforth pasaba sus dedos por su sien, parecía cansado.

-          No podía, Stan, no podía. Y menos ahora que el Gobierno nos pisa los talones. Es… información valiosa. Sé sus nombres, naturalmente.- Los presentes que estaban sentados, se enderezaron en sus asientos. Los que estaban recostados contra la pared, se pararon bien y los miraron a Aberforth. Éste se sentó, presionó un punto de la gran mesa, y de la mesa apareció una gran pantalla. Pudieron ver fotos de cuatro personas, dos chicas y dos chicos. No parecían muy grandes.

Aberforth hizo zoom a la foto de una chica cuyo rostro era duro. Tenía el pelo marrón oscuro, lacio con la raya hacia la izquierda, dejando que una parte del cabello cayera hacia la derecha. Tenía un mechón corto, mientras que todo el cabello le llegaba hasta sus hombros. Tenía ojos marrones, y su piel era pálida. Surgieron unas letras de la nada, indicando que su nombre completo era Jenna Crowler. Tenía 21 años. No decía en dónde se ubicaba. Parpadeó desde la pantalla.

Luego, hizo zoom a la chica ubicada a su derecha. Era una pelirroja con pecas, y también era pálida. Ella también parpadeó. A diferencia de Jenna, ella tenía el rostro menos hostil, y más dulce. Tenía ojos verdes azulados, como los míos. Su cabello era un mar de rulos que le llegaban hasta la cintura. Cuando sólo se veía su rostro, pude notar que decía Katie Stuffer. Tenía 16 años. No había más frases.

A la derecha de Katie, se hallaba ubicado un chico. Cuando le hicieron zoom pude notar que también era pelirrojo. No tenía rulos, su cabello era lacio y estaba peinado con una raya hacia el costado. No tenía el pelo muy largo, pero lo suficiente como para que le cayera de lado. También era pálido y tenía ojos grises. Pensé un momento en Katie, y noté que se llamaba Daniel Stuffer. Era su hermano. Con razón eran tan parecidos… A diferencia de su hermana, tenía 18 años.

Mostraron a un chico asiático, con ojos y pelo marrón. El cabello se le paraba en una parte de su cabeza. Tenía el rostro no tan duro, pero lo suficiente como para que mostrara respeto. Su nombre era Michael Hank. Tenía 17 años.

-          Como verán – dijo Aberforth – No se sabe en donde están ubicados, y tampoco sabemos por qué son perseguidos. Debemos encontrarlos, ese es nuestro objetivo. Traerlos aquí sanos y salvos.

Los muchachos se habían puesto atrás de Aberforth para poder ver mejor, ya que la pantalla se hallaba ubicada en la mesa y daba a éste. Noté que miraba un momento hacia donde estaba yo ubicada, pero volvía la mirada hacia un chico que le preguntaba.

-          ¿Cómo lo sabía?

-          Soy un mago, como ya lo sabían. Investigué en archivos viejos ubicados aquí en el G.E.L.A. hace ya mucho tiempo, y las imágenes pude sacarlas gracias a lo que leía. Yo mismo puse esas imágenes allí. ¿Creían que la magia y la tecnología no congeniaban? – rió. – Bien, ya no tengo nada más que decirles. Pueden retirarse, muchachos.

Fueron saliendo uno por uno. Aberforth apagó la alarma. Cuando ya no quedó nadie más, se acercó a mí.

-          Definitivamente eres curiosa como tu madre – me sonrió de manera cálida.

-          ¿Por qué dejaste que escuche esto? – salí de mi escondite.

-          Porque era importante, y tú tenías que saberlo. Es nuestro objetivo buscarlas y encontrarlas, pero también es tuyo.

-          ¿Mío? ¿Yo tengo que buscarlas? ¿Por qué? – dije, extrañada.

-          Porque tú formas parte de ese grupo – sonrió. Lo miré con el ceño fruncido.

-          ¿Qué…?

-          Tú eres Elementista, Harley. – Lo miré con los ojos muy abiertos.

-          ¿Qué significa…?

-          Ya lo sabrás. Por el momento, tienes que prometerme que no se lo dirás a nadie todo lo que escuchaste, ¿de acuerdo?   

II. Moonlight Shadow: HeritageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora