¿No eres Elementista?

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¿No eres Elementista?

Lo que recuerdo era que veía que las personas a mi alrededor marchaban hacia la terraza. Nadie se lo esperaba. Aberforth hacía conjeturas al respecto con el resto de su Equipo, pero ninguna estaba acertada. Parecía algo furioso, además de perplejo.

Me levanté de la cama, y los seguí al tropel por las escaleras, mientras empujaba un poco a las personas a mi alrededor. Si era lo que pensaba… si estaba en lo cierto… ojalá así fuera. O quizá no.

Me detuve en seco, ya que todas las personas que habían allí (Elementistas, principiantes alojados allí para aprender a defenderse de lo que podría suceder allí afuera, novatos que estaban allí hacía un tiempo, y, por supuesto, expertos que se dedicaban a aprender a manejar armas, o a pelear cuerpo contra cuerpo o simplemente enseñaban, Aberforth y su tripulación armada, algunos seres raros verdes, o que aparentaban ser personas pero les podías ver sus lenguas bífidas, o largas colas que salían desde un agujero en sus pantalones, o sus dientes afilados, o escamas, o uñas larguísimas, o cabellos de colores extraños, y, por supuesto, Sam y yo, que parecíamos fuera de lugar), hacían un círculo alrededor del helicóptero recién aterrizado. Nosotros dos nos fuimos haciendo lugar hasta quedarnos al lado de Aberforth.

Él, con el entrecejo fruncido, fue hacia el helicóptero. Habló con el piloto, e inmediatamente abrieron las puertas traseras. Había alguien tirado sobre el asiento, recostado e inconsciente. Tenía rasguños en la cara, y su ropa se hallaba empapada en sangre, como si la hubiesen sumergido en un tanque con esa espesa sustancia color escarlata. Me acerqué un poco y pude notar… que era Jenna.

Sí, la chica ruda que vi en la pantalla y en mi visión. Tenía el pelo corto carré y el flequillo a un lado, marrón. ¿21 años? Ella no lo aparentaba. Tenía el rostro, no duro como lo pude notar en la foto, no. Era más bien… inexpresivo. Tenía cerrados sus ojos, y su respiración era lenta y acompasada. Una voz en mi cabeza me lo recordó: Jenna Crowler. Sí, así se llamaba.

No sabía qué significaba esa repentina aparición pero, después de la visión y de la explosión, eso no era para nada bueno.

Unas enfermeras la colocaron con cuidado a la cuenta de tres en una camilla, para llevársela hacia adentro. Aparentaba estar inconsciente, pero cuando la camilla pasó a mi lado, ella abrió los ojos, y me miró aterrada. Las enfermeras no lo habían notado, pero yo obviamente sí. Fue una expresión de… profundo terror. Como si me quisiera contar algo que no podía en el momento. Recordé la explosión. ¿Qué había pasado antes? ¿Quién detonó la bomba? ¿Seguía en el manicomio? Había empezado a llamarlo así, por la ausencia de una palabra más adecuada para describirlo.

Sin pensarlo dos veces, subí al tropel por las escaleras, hasta dar con la puerta de la enfermería. Tomé aire, y entré. Lo que vi allí era a las enfermeras apiñadas a su alrededor, pidiéndole respuestas. Ella se negaba rotundamente a decir algo, hasta que me vio. Frunció el entrecejo, y las enfermeras se dieron vuelta para verme.

-          Oh, no estás capacitada como para recibir visitas. No aún – Decía una de ellas.

-          Sí lo estoy. Déjenla entrar.

-          No, no lo estás – la contradijo, irritada. – Acuéstate.

-          ¡No me digas qué hacer! – dijo Jenna, aún más irritada. - ¡Ya tengo edad suficiente! A ver niña, ¿qué haces tú aquí?

-          ¿Qué haces tú aquí? – contraataqué – Y no soy ninguna niña. Tengo veinte años.

-          Oh, muy madura. – hizo un gesto irónico. Suspiré.

II. Moonlight Shadow: HeritageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora