La verdad no puede ser ocultada para siempre

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Demonios. ¿Y ahora qué? Todo este esfuerzo... para nada. Quería golpear a alguien, desatar una guerra en el nombre del G.E.L.A. Sin embargo, algo me sacó de mi ensimismamiento. Ese algo me tocó el hombro.

- Hey, ¿estás bien? Te noto algo ausente...

Me di vuelta. Era Sam.

- Hola, Sammy – sonrió – No me sucede nada. De veras. Es que... de verdad pensé que esta noche... justamente esta noche... todo terminaría. Pero no. Me equivoqué. Y ahora debemos hacer quien sabe cuántas cosas para dar con el maldito lugar.

- Piensa algo, Har. Por lo menos, tenemos a casi todos los Elementistas que estaban buscando – miramos a Michael, que en este momento abrazaba a Katie, y estaban hablando sobre el capó del auto. Como hermano y hermana. Y más allá se encontraba Jenna hablando acaloradamente con Aberforth. Quizá discutiendo el paradero de los malditos. Y yo hablaba con Sam bajo un árbol a las afueras del laboratorio. Empezaba a hacer frío - ¿Quieres que te preste mi saco?

- No, está bien. Gracias – sonreí y él sonrió a la par – te extrañé, ¿lo sabes?

- Sí, lo sé. Yo igual – me abrazó y nos quedamos contemplando la escena por un largo rato.

- Bien. ¿Alguien tiene alguna idea acerca del paradero? ¿Algo? – preguntó Aberforth en el coche. Ya nos habíamos instalado en el Jeep negro rumbo a un hotel cerca de allí. A la mañana saldríamos y buscaríamos el paradero. Como no entrábamos todos, los centauros y las dracenas se fueron por su cuenta hacia la central del G.E.L.A. del distrito.

- Hace frío... - murmuraba la señora Stuffer. Incluso aunque le prestamos mil abrigos, ella todavía lo sentía. Se me ocurrió algo.

- ¿De qué estás hablando exactamente? – negó con la cabeza.

- Aún no lo descifro.

Miré desesperada a alguien para ver si daban otra pista. Todos negaban con la cabeza. Estábamos fritos.

- Bien, no importa – dijo Aberforth, restándole importancia – será mejor que descansemos.

Y nos dispusimos a ir al hotel Nyada.


Cuando me acosté, soñé con mi madre. Creo que, inconscientemente, la extrañaba. Soñé con su aroma, su cabello largo y rubio, sus grandes ojos azules que yo supe heredar a la perfección, y, por supuesto, sus galletas. Sí, leyeron bien. Esas galletas sabían cómo levantarme el ánimo. Me decían en secreto que todo iba a estar bien. Que me despreocupe por un momento y que lo único que importaba en ese momento eran esos deliciosos trocitos de cielo de chocolate y malvavisco. Soñé que me servía en un plato bien grande y que se sentaba al lado de mí. Yo la observaba mientras ella me sonreía, sostenía con una mano su mentón y con la otra me acariciaba el brazo. Sonreí a la par mientras lentamente la escena se iba disolviendo, dejando atrás una oscuridad impenetrable.


Me desperté antes que el resto. Vi por el resquicio de luz de la ventana que Sam estaba acostado boca abajo, y sostenía con fuerza una almohada en un colchón colocado en el piso, debajo de la cama en dónde yo había estado durmiendo. En la cama contigua estaba Jenna durmiendo boca arriba con la almohada llena de baba. Sonreí. En una cama horizontal pegada a la pared de enfrente se encontraba Michael, que estaba durmiendo de lado abrazando a una almohada. Decidí salir a la sala.


Allí se encontraba Aberforth durmiendo boca arriba en un sillón. Procuré no hacer demasiado ruido. Encendí la laptop. Eran las 05:55 AM. Ya había amanecido, y yo no podía dormir, así que ese sería el argumento que le daría a los que me preguntaran qué diablos hacía despierta a esa hora. Hice click en una aplicación de música, me puse mis auriculares, y me dispuse a escuchar una playlist tranquila. Entré a Internet, y me dispuse a buscar acerca del laboratorio Fitzgerald. Lo que encontré fue fascinante.

Parecía que ese laboratorio se encargaba inicialmente de hacer experimentos con animales para distintos productos de belleza tales como bases, rubores y todo tipo de elementos en polvo. Cuando en 1945 se enteraron de la horrible noticia de que no solo mataban animales para dichos fines, sino que los enterraban en el patio trasero del laboratorio de Ohio,la policía puso fin al laboratorio que en ese entonces se llamaba laboratorios Waltz-Witheman.

Los dueños se enojaron tanto con el cierre de dicho negocio que decidieron abrir el laboratorio Fitzgerald con otros fines y en un lugar más lejano que Ohio. Decidieron cambiar el negocio gracias a que se decía que, durante la Segunda Guerra Mundial, algunas batallas se ganaron sin que los soldados tengan demasiada experiencia, y se decía que una nueva raza humana se encargó de lo más complicado, sólo para ayudar. Desde ese entonces, el laboratorio se encarga de reclutar a seres diferentes para obtener el ADN y poder así clonarlos para fines desconocidos. Es aquí en donde el Gobierno mete sus narices. Al enterarse de que dicha empresa estaba haciendo algo incluso "más horroroso" que maquillaje, decidieron formar un pacto de silencio en el que se pactaba que ninguna de las dos partes iba a decir nada a menos que aquellos experimentos le sirvieran de algo para el Gobierno. Era horrible, pero era la verdad. La fuente parecía verídica, ya que adjuntaba miles de fotografías y recortes viejos de periódicos. Y más abajo, al casi terminar la nota... encontré lo que estaba buscando.

"Si bien los laboratorios permanecen ocultos, diversas fuentes me han hablado acerca de un laboratorio en apariencia abandonado en las afueras de Carolina del Norte. La misma no tiene nombre, pero de vez en cuando se puede observar un humo blanco aparentemente inofensivo desde una de las tantas chimeneas del establecimiento".

Por fin. No aguantaba las ganas de decirle a todo el mundo lo que había descubierto.

II. Moonlight Shadow: HeritageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora