Diego no era un chico que destacase por estudiar, todo lo contrario. Nunca había estudiado. Y aunque últimamente, algunos días estaba poniendo algo más de empeño, conseguía lo mismo que sin hacer nada.
Siguieron pasando los días, uno, dos, tres, una semana, otra semana, otro mes... y llegó la primavera.
Estaba Diego saliendo de casa por la mañana, acompañado de una brisa fresca que se agradecía mucho, y se paró en la parada del autobús. Estaba viendo llegar el autobús cuando, de repente, frenó en seco. Todos los neumáticos del autobús empezaron a soltar aire al mismo tiempo, mientras las ventanas reventaban una a una. Diego estaba inmóvil, no era capaz de moverse, mirando al autobús. La calle estaba desierta. En ese momento sólo existían el autobús y él. No se escuchaban gritos desde dentro del autobús, no se escuchaba a ninguna persona, en ninguna parte. El único ruido era el silbido de los neumáticos y los cristales cayendo contra el suelo. Entonces unas patas metálicas como de araña gigante empezaron a salir por las ventanas del autobús, permitiéndole moverse con estas y situarse a unos pocos centímetros frente a Diego, que seguía paralizado.
"—¡Eh! ¡Despierta! ¿Te ocurre algo, chico?"
El conductor del autobús sabía que Diego se subía ahí, y por eso había parado a avisarle. Todos los ruidos cotidianos de la calle volvieron a existir, como uno a uno, en la cabeza de Diego . Los coches, la gente hablando, móviles sonando... pero había ruidos que no estaban antes: una fila de coches pitando detrás del autobús, insultos de conductores y protestas de los pasajeros del autobús.
El conductor volvió a preguntar
"—Chico, despierta. ¿Te ocurre algo?"
"—Eh... no, gracias. Digo, perdón. Digo..."
"—Anda, sube."
Diego subió al autobús con la cabeza agachada y el conductor detrás de él. Mientras buscaba algún asiento libre, veía como todo el mundo le miraba con cara de enfado, o desprecio, mientras otros apartaban la mirada bruscamente cuando pasaba a su lado.Aquello era algo que le solía ocurrir. Soñaba despierto, así lo llamaba él, y decía que era para compensar que no soñaba nada cuando dormía por la noche. Y, aunque no lo hacía a propósito, muchas veces le gustaba que su vida dejase de ser aburrida por unos momentos, de los que no era consciente hasta que lo "despertaban".
Ese día tampoco ocurrió nada extraordinario en el instituto. Salió con la cabeza agachada, como siempre, hacia la parada del autobús. Estaba lloviendo, pero no demasiado, aunque lo suficiente para calarse si estás un rato considerable bajo la lluvia. Cogió el autobús y llegó al portal de su casa. Se quitó la mochila para buscar las llaves, metió la mano en la mochila y... no estaban. Además, no había tenido que abrir la cremallera, la mochila ya estaba abierta, y con todos los libros y los papeles sueltos empapados.
Insistió, explorando el fondo de la mochila con el tacto de su mano, pero siguió sin encontrar nada. Soltó la mochila, tirándola al suelo y salpicándole los pantalones de agua sucia.
"—Mierda"
Estaba seguro de que se las había dejado en el instituto. Se sentó en el suelo, a un lado del portal. Tenía que esperar a que llegasen sus padres, que llegaban sobre las 10 de la noche, de trabajar. Diego no sabia muy bien en qué trabajaban, sabía que en una oficina —o algo así— y poco más.
Para que la espera de cuatro horas se le hiciese más amena, empezó a jugar a juegos con el móvil. Cuando se le acabó la batería, empezó a contar una a una las cosas que veía en la calle, de las que hubiese mucha cantidad, como ventanas de edificios, hojas de árboles o charcos. Entonces escuchó la voz de una chica desde la otra acera.
"—¡Hey! ¿Estás bien?"
Diego agachó la cabeza, y escuchó los pasos de la chica cruzando la acera, chapoteando, acercándose a él . Ella se puso de cuclillas frente a él e insistió.
"—¿Te ocurre algo?¿Estás bien?"
Diego permaneció callado. No le ocurría nada, pero por alguna razón tampoco quería decir que no le pasaba nada. Al final respondió, balbuceando.
"—Tengo que esperar, a mis padres."
No movió la cabeza ni un milímetro.
"—¡Genial! Yo también, podemos dar una vuelta si quieres. No tengo nada que hacer."
Diego levantó la cabeza y le sorprendió ver su amplia sonrisa. Ella era de su edad. Estaba claro que ella quería animarlo, y eso no le agradaba demasiado a él. Se había acostumbrado a que la gente pasase de él. Ella se levantó y empezó a andar bajo la lluvia, como si no le importase mojarse. Después de alejarse como diez metros, se volvió y llamó a Diego.
"—¡Venga, vamos!"
No había visto una persona tan amable y sonriente en su vida, empezó a pensar que sería un sueño. Pero decidió disfrutarlo mientras durase. Se levantó y la siguió, y empezaron a andar por las calles lluviosas. Estuvieron un momento callados, hasta que la chica rompió el silencio.
"—¿Como te llamas?"
Respondió, balbuceando
"—Diego"
"—Yo me llamo Sandra. ¡Encantada!"
Ella se paró y extendió la mano hacia Diego. Él dudo, pero le acabó dando la mano y se saludaron. Después, fue a mirar la hora en su reloj. La miró, y cuando levantó la cabeza se encontró sentado a un lado del portal de su casa. En el mismo lugar que antes. Todo aquello había sido uno de sus sueños. Rodeó sus rodillas con los brazos y siguió esperando. "Esa vez podría haber sido real" pensó.
"—Hey! ¿Estás bien?"
Era la voz de Sandra, desde la otra acera, exactamente igual. Diego escuchó de nuevo a la chica acercarse a él cruzando la calle y ponerse de cuclillas.
"—¿Te ocurre algo?¿Estás bien?"
Estaba confundido ¿Aquello era real? ¿O era otro sueño repitiéndose? Diego empezó a temblar levemente pensando en qué estaba pasando ahí. Decidió responder igual que antes, y balbuceando.
"—Tengo que esperar, a mis padres."
"—¡Genial! Yo también, podemos dar una vuelta si quieres. No tengo nada que hacer."
Levantó la cabeza. Era ella misma, con su pelo castaño por los hombros, sus ojos verdes y su amplia sonrisa. Estaba actuando exactamente igual. ¿Qué estaba pasando? Por alguna razón, Diego quiso comprobar algo que era bastante obvio.
"—¿Te llamas Sandra?"
Lo dijo directamente, sin ningún tipo de pregunta previa o delicadeza, mirando fijamente los ojos de ella. Ella se levantó y se echó para atrás un paso, se le borró la sonrisa y miró a Diego con cara de miedo. En ese instante, él se arrepintió de haber hecho eso, pero ya lo había hecho, no había vuelta atrás. Insistió, esta vez más alto.
"—¿Te llamas Sandra?"
Ahora balbuceaba ella.
"—Si... ¿Como lo sabes?"
"—Yo... —No tenía ni idea de qué responder, y era absurdo contarle la verdad de lo que había ocurrido— Me han hablado de ti.
"—¿En serio?"
La sonrisa volvió a aparecer en la cara de Sandra. Eso alivió a Diego. Él se levantó.
"—Me llamo Diego. Encantado."
Diego extendió la mano hacia Sandra y sonrió. Realmente, aquella sensación era completamente nueva para él, la de presentarse a alguien por él mismo. Quizás haberla conocido antes le había ayudado a tener algo más de confianza. Pero se seguía preguntando si aquello sería otro sueño, o sería verdad. Y si fuese verdad, ¿el sueño anterior había predicho lo que iba a pasar? Diego decidió no pensar más en eso y disfrutar la tarde. Sandra le dio la mano y se saludaron.Estuvieron paseando por el barrio mientras llovía un buen rato, charlando de todo. Estaban empapados, pero a ninguno de los dos le importaba lo más mínimo, aunque a Diego en ocasiones le molestaba, pues era bastante incómodo para él que a Sandra no le importase llevar la camiseta tan mojada, y tenía que estar apartando la vista en varias ocasiones. Diego fue a mirar la hora en el reloj. Las once.
"—¡Tengo que irme!"
Dijo esto casi gritando. Incluso Sandra se sobresaltó. Se intercambiaron sus números de teléfono rápidamente y Diego salió corriendo hacia su casa, salpicando a otras personas que pasaban por la calle. Mientras corría se dio cuenta de la penosa "despedida" que había tenido, aunque pensó que, para ser la primera vez que hablaba con una chica, no había estado nada mal. Quiso volverse para despedirse mejor, pero no pudo.Sus padres ya habían llegado a casa, como era de esperar. Nada más abrir la puerta para entrar, se encontró a su madre mirándole con los brazos cruzados, el pelo completamente liso hasta los hombros y de color negro que le daba un aspecto aún más autoritario, y los ojos azules entrecerrados, mirando fijamente a Diego, que estaba completamente empapado. No hizo falta que ella dijese nada para que Diego la respondiera.
"—Estaba... —Empezó a mirar a los lados sin que se le ocurriese ninguna excusa válida. —Estaba hablando con una chica.
Esto último lo dijo muy rápido y mirando al suelo. No supo encontrar otra solución que decir la verdad. La madre abrió los ojos y dejó caer sus brazos. Se inclinó un poco para dirijirse a Diego más de cerca.
"—¿Qué?"
"—Que estaba hablando con una chica."
A Diego le molestó que le preguntase de nuevo, como si no se lo creyera. La madre preguntó, casi con tono de burla y con una risa casi inapreciable:
"—¿Era necesario que lo hicieras debajo de la lluvia, como en una película? Podrías haberte resguardado al menos."
Levantó la mano ofreciéndole entrar en casa. Él entró, fue a su cuarto y dejó caer la mochila en el suelo. De camino vio a su padre sentado en el sofá, con el pelo perfectamente peinado y engominado hacia atrás, leyendo el periódico. ''No hay escena más típica'' pensó Diego. Entonces escuchó desde su cuarto que su madre le decía algo a su padre, como susurrando con intención de que Diego no los escuchara. El padre soltó una carcajada muy fuerte y dijo casi gritando:
"—¡Diego hablando con una chica! ¡No necesito el periódico para enterarme de noticias increíbles!"
A continuación se escuchó un —¿pero tú eres tonto?— seguramente de la madre.
Diego pestañeó.
De repente, se hizo el silencio. El silencio era absoluto. Ni un murmullo. Ni una televisión. Nada. Además Diego notó por el borde inferior de la puerta de su habitación que las luces se habían apagado. Todas menos la de su habitación. Pensó que entonces se escucharía a alguno de sus padres decir —oh vaya, se ha ido la luz— o algo por el estilo, pero no ocurrió nada de eso. Decidió ir al salón. Abrió la puerta de su habitación y se asomó. Efectivamente, todas las luces estaban apagadas. Sus padres no estaban. Y Diego no sabía si estaba en un sueño o si aquello era real. Entonces escuchó unas voces. Aunque pareciera que esas voces estaban muy lejos, Diego estaba seguro de que estaban en su mente. No lograba entender lo que decían, sólo consiguió entender las dos ultimas palabras que escuchó.Diego y Sandra
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Recuperación y pérdida
Mystery / Thriller(En proceso. ¡Gracias por opinar! ) Primero un sueño, después una realidad, después una pesadilla. Diego tendrá que diferenciar los sueños de la realidad si quiere descubrir el origen de unos fenómenos paranormales.