Cuatro horas

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Miró la hora en el móvil. Eran las 2 de la madrugada.
"—¿Qué me ha pasado?¿Que acaba de ocurrir?—"
Se sentó en la cama, a oscuras. Pronto le llegaron pensamientos sobre su estado mental. Empezó a pensar si tendría Alzheimer o algo por el estilo, aunque ello no explicaría esas voces que había escuchado. O puede que éstas sencillamente fueran alucinaciones suyas. Todos estos pensamientos repentinos fueron moviéndose en su mente, como un tornado, mezclándose entre ellos y dando forma a nuevas ideas y nuevas preocupaciones, todo ello en un par de segundos.
Encendió la lámpara de su escritorio y empezó a escribir en un cuaderno lo que le acababa de pasar. Había visto películas donde el protagonista escribía un diario para saber las cosas que le habían pasado, y recordándose a sí mismo que no las recordaría, por lo que fuese en cada película. Decidió hacer algo parecido, por miedo, por sentirse seguro.

Cuando he vuelto a casa, no he podido entrar porque me he dejado las llaves en el insti. Me he sentado ahí y una chica a aparecido como de la nada y hemos hablado, y de repente todo se ha repetido, y yo sabía qué iba a pasar pero no era un sueño. Estoy seguro de que no era un sueño. Aunque, esa chica sí que parecía de un sueño, la verdad. Espero que nos volvamos a ver.. y al volver a casa, han pasado como 4 horas en un segundo, y ahora no entiendo nada. Ah, y tranqui Diego, no has tomado cosas raras

Lo firmó para dejar constancia de que había sido él el que lo había escrito, y decidió ponerse a dormir cuanto antes.

La noche pasó rápidamente. Y el día también. Diego esperaba no recordar lo que había pasado el día anterior, pero lo recordaba todo perfectamente. Fue un día gris. Sin sol y sin lluvia. Monótono. Eran ya las 5 de la tarde y después de unos mensajes de texto con Fran, estaban los dos sentados en un banco del parque al lado de casa de Diego. Estaba completamente vacío, excepto por algún señor mayor que pasaba de vez en cuando.
"—¿Vas a contarme porqué querías hablar conmigo? Te he notado muy pensativo hoy, más de lo normal— Decía Fran mirando al suelo, después de estar un tiempo callados— No sé si sabré ayudarte, pero..."
"—¿Alguna vez has notado que el tiempo ha pasado demasiado rápido?"
"—Muchas veces, cuando juego videojuegos o no he dormido bien"
"—No... no me refiero a eso"
"—¿Entonces?"
"—Pestañear y que pasen como cuatro horas como si nada. Sin haber podido hacer nada, ni moverte, ni ser consciente"

Silencio. No se miraban a las caras.

Diego continuaba
"— Y también vivir un mismo momento más de una vez, como si volviera atrás en el tiempo, sabiendo exactamente qué es lo que va a pasar, y..."
Y pestañeó.

"—¿Vas a contarme porqué querías hablar conmigo? Te he notado muy pensativo hoy, más de lo normal— Decía Fran mirando al suelo— No sé si sabré ayudarte, pero..."
Diego se levantó del banco, como asustado de su amigo, y lo miró, con los ojos como platos.
"—¡¿Lo has notado?! ¡Acaba de pasar!"
"—¿De qué hablas?"
"—Acabo de... viajar atrás en el tiempo"
Fran miraba a Diego, y su expresión empezó a cambiar, tornándose en una sonrisa, y después en una carcajada.
"—¿Que?"— Decía Diego confundido.
"—¡Era broma!— Su risa le interrumpía— ¡ahora no has viajado en el tiempo!— No paraba de reirse— Sólo he repetido lo mismo que he dicho antes"
"—¡Tío! No es para tomárselo a broma..."
"— Vale vale... Lo siento"— Secándose las lágrimas de la risa, mientras Diego se volvía a sentar.
Entonces Fran le agarró de un brazo de repente, y le miró serio, como pocas veces Diego le había visto.
"—Tío, te creo. Ahora tengo que irme por unos recados, pero que sepas que digas lo que digas voy a creerte, aunque sé que a veces sueñas despierto y esas cosas, pero también sé que tú no me mentirías nunca. Hasta mañana, y suerte"
Después de un saludo más formal de lo normal, Fran se fue andando y dobló la esquina, perdiéndose para la vista de Diego.

"—¿Estás bien?"
Esa voz venía del otro lado del pequeño parque, del banco que estaba justo enfrente al que estaba sentado él. Era Sandra.

Ella se levantó del banco en el que estaba sentada y se acercó andando. Diego no dijo nada, sólo la miraba, viendo sus ojos verdes y su amplia sonrisa. Él estaba seguro. No sabía nada de aquella chica, pero le gustaba. Antes de darse cuenta ella ya estaba sentada a su lado.
Diego habló.
"— No esperaba encontrarte aquí. ¿Acabas de llegar?"
"— Es que suelo pasar mucho por aquí. Hace un día muy malo, ¿qué haces en la calle?"
"— Ah, nada, solo..."
"— ¿Puedo ir a tu casa?"— Interrumpió Sandra.
Diego no sabía si creérselo o no. Él no había hecho nada. Sencillamente ella había aparecido, y de repente quería ir a su casa.
"— C-claro."
La sonrisa de Sandra se amplió aún más, sin dejar de ser natural.
Andaron hasta llegar a casa, hablando de cosas sin relevancia, como el tiempo que estaba haciendo los últimos días, lo que estudiaban o alguna que otra anécdota. En cuanto llegaron empezó a llover, más fuerte que el día anterior.
"— Ha sido buena idea venir a tu casa"— Dijo Sandra mirando la ventana, antes de sentarse de un salto en el sillón del salón, donde solía sentarse el padre de Diego.
Él no sabía qué hacer en esa situación.
"— ¿Quieres beber algo o.. galletas o...?"
"— No te preocupes, estoy bien"— Prácticamente tirada en el sillón, de la peor forma que alguien podría sentarse.
"— ¿Por qué eres tan callado, Diego?"
Él se sentó en otro de los sofás.
"— ¿Es que le tienes miedo a algo, o a alguien?¿O a ti mismo?"
Diego la miró. ¿Por qué estaba preguntándole esas cosas? Esa chica era un misterio para él. Y le gustaba.
"— Perdón, he sonado muy rara, ¿verdad?— Dijo Sandra en un tono mucho más agradable— Creo que sí voy a tomar algo"
Se levantó y fue a la cocina. Diego escuchó como ella abría la nevera y la cerraba.
"— ¡Tengo una sorpresa para ti!— Dijo Sandra desde la cocina— Pero la verás mañana"
Sandra volvió al salón bebiendo de una botella de Coca-Cola. Ofreció a Diego.
"— ¿Quieres?"
Sentándose a su lado, y pegándose a él, apoyó su cabeza en el hombro de Diego.
Diego la miró, con ternura. Ella había cerrado los ojos. Él no entendía nada. "Nada de esto tiene sentido" pensaba.
"— Diego"
"— ¿Si?"
"— No quiero ser una molestia"
"— No lo eres..."
Estuvieron un tiempo en silencio. Juntos. Con los ojos cerrados. Media hora que a Diego le parecieron segundos. La lluvia seguía sonando en la ventana y el día sin sol empezó a oscurecer.

Diego abrió los ojos. Sandra no estaba. Él seguía sentado en el sofá, exactamente en la misma posición, pero sin ella. Y volvió a escuchar una voz en su cabeza. Parecían varias personas, o una sola. No estaba seguro. Pero todas ellas decían lo mismo.

Diego y Sandra.

Las voces se callaron y sonó el timbre de casa. Diego estaba paralizado. "Eso no parecía un sueño". No sabía si responder al timbre. No paraba de sonar. A él empezó a dolerle la cabeza, llevándose las manos a ella.

Sandra.

Las voces volvieron a su cabeza. Eran cientos de voces unidas en una sola. Como una sola persona con cientos tonos de voz distintos. El timbre de casa dejó de sonar y empezaron a aporrear la puerta.

¡Sandra!

Las voces gritaban cada vez más. Los golpes a la puerta eran más fuertes. Diego estaba en el suelo, con las manos en la cabeza y los ojos fuertemente cerrados. Todo le daba vueltas. Empezó a gritar, pensando que todo acabaría gritando. La puerta de casa acabó cayéndose, y un hombre alto y delgado, mal vestido, entró.

"—¿Estás bien?"
La dulce voz de Sandra despertó a Diego. Abrió los ojos. Él estaba en el suelo y ella sentada a su lado. La puerta de casa intacta. Ningún timbre sonaba, y las voces se habían callado.
Diego se sintió aliviado. La tarde con Sandra había sido real. Nadie había roto la puerta de casa y ella seguía con él.
"— ¿Qué hora es?"
Fue lo primero que se le ocurrió preguntar a Diego. Quizás habían pasado horas o había vuelto atrás en el tiempo. Quién sabe.
"— Son las siete y media ya.— Ayudando a Diego a levantarse— Nos hemos dormido y ha pasado el tiempo volando."
Sonreía, como haciendo hincapié en que se habían dormido juntos.
"— De repente te has caído y te he visto mala cara, te he despertado porque parecía que estabas teniendo una pesadilla"
"— Muchas gracias..."
"— No hace falta que las des"
Sandra dio un beso en la mejilla a Diego.
"— Bueno, ya debería estar en mi casa— dirigiéndose a la puerta— ¡Hasta mañana!"
Cogió uno de los paraguas que había en el paragüero sin preguntar y salió.
Diego seguía pasmado.

"Soy un inútil"

Recuperación y pérdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora