Abrí lo ojos.

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 El sol brillante quemaba mis párpados, solo lograba ver un rojo anaranjado totalmente incendiado. Abrí los ojos y una luz blanca inundó la habitación, llenando cada espacio en el que, en algún momento, albergó un poco de sombra allí.

Miré a un costado de la cama en la que me encontraba, una mano a la par de la mía, continuaba un brazo en el que se formaba un pequeño arcoiris debido a la filtración del sol. Parpadee, una milésima de segundo y tan solo desapareció esa imagen. Sabía que era una mala jugada de mi cabeza, era lo que mi interior anhelaba; No iba a ser real, él se había ido, hacía mucho tiempo ya. Soltarlo era un poco más difícil, no se cuánto tiempo duró en tomar esa decisión, pero el tiempo que a él le había tomado para mí era irrelevante; a mi me costaría un poco más.

Volví a cerrar los ojos e intenté imaginarlo otra vez, con el sol brillando sobre su cara, tal vez sonriendo al paso que sus ojos se achinaran hasta el punto de desaparecer.

Por más que lo imaginara, no pasaría. Por más que quisiera a él no le interesa, si lo necesito, si lo extraño o si lo quiero. Solo en mi imaginación cabía la posibilidad de que él me volviera a ver de esa forma, con amor, cariño, deseo o cuál sea el sentimiento que albergaba en su interior y salía en forma de un beso, de un abrazo o de una mirada dirigida a mi. 

Sobre errores y otras frases...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora