Capítulo 3: intromisión problemática

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-¿Alguna vez has contemplado el amanecer desde la cima de una montaña?-quiso saber Mattian-.


-No que yo recuerde-manifestó Piccolo-.


-¿Te gustaría?-preguntó el Guardián de los Bosques, y el namekiano asintió-.


[En una zona montañosa]


-Es muy bonito- se maravilló Piccolo-.


-Sí-afirmó Mattian-.


-¡SORPRESA!-chilló alguien detrás de ellos, y el namekiano se posicionó delante de su compañero para protegerlo-. Oye, ¡tranquilo, viejo!-se burló de Piccolo-.


-¡¿VIEJO?!-se picó el namekiano-.


-Espera, Piccolo-formuló el guardián del bosque, tomándolo suavemente del brazo-. ¿Quién eres?-increpó al entrometido-.


-Soy Sterey, el Guardián de las Zonas Volcánicas-se presentó el indeseable-. Mi trabajo consiste en provocar erupciones volcánicas para espantar a los humanitos que osen acercarse con intenciones nefastas-informó-. Por lo que veo, ustedes no son de su calaña. Sin embargo, no dejan de ser intrusos.


-Nosotros sólo queríamos...-trató de explicar el namekiano-.


-¡Usted cállese, kiwano inmaduro!-le espetó Sterey-.


-Grrr-refunfuñó Piccolo-.


-Como estaba diciendo, ustedes también son unos entrometidos. Pero les perdonaré a ambos la vida si tú me das un beso-dijo el Guardián de las Zonas Volcánicas, rozando el rostro de Mattian-.


-¡¿Qué?!-protestó el Guardián de los Bosques, apartándose con disgusto-.


-No te hagas el difícil-rió Sterey, volviendo a acercarse para intentar tocarle el trasero-.


-¡No puedes obligarlo a hacerlo si no quiere!-se interpuso el namekiano, encolerizado-.


-¿Y quién te dijo que no quiere?-le espetó el Guardián de las Zonas Volcánicas a Piccolo, apartándolo, y capturó a Mattian-.


-¡SUÉLTAME!-exigió la presa, luchando por liberarse-.


-¿Y si no se me antoja?-replicó Sterey, lamiéndole la mejilla-.


-¡YA DEJA EN PAZ A MI MATTIAN!-vociferó el namekiano, sumamente airado-.


-¡Ja ja ja ja ja!-se burló maquiavélicamente el Guardián de las Zonas Volcánicas; y se teletransportó muy lejos, llevándose consigo al Guardián de los Bosques-.


-¡NOOOOOOO!-gritó Piccolo; y, con desesperación, comenzó a buscarlos-.


[En un lugar desconocido]


-¿Y bien?-preguntó Sterey.


-¿QUÉ DIANTRES QUIERES?-se cabreó Mattian-.


-Ohhh, ¡vaya carácter!-señaló el captor, socarronamente. Acto seguido, encerró a la víctima en una jaula electrificada-. Te soltaré cuando aceptes ser mi novio, cariño-decretó, guiñándole un ojo, y se marchó de la caverna-.


"¿A dónde carajos se habrá ido? Y ¿qué significa 'novio'? Ayyy, el pobre Piccolo debe estar preocupado..." sopesó el Guardián de los Bosques, y se sonrojó al recordar que el namekiano había dicho que él era su Mattian. Mientras tanto, Piccolo escudriñaba cada terreno llamándolo.


-Estúpido Sterey... ¡ME LAS PAGARÁS!-bramó el namekiano-.


(48 horas después)


-¿Admitirás de una vez que has quedado prendado de mi belleza?-demandó el Guardián de las Zonas Volcánicas-.


-¡ESO NUNCA SUCEDERÁ!-le espetó el Guardián de los Bosques-.


-No me digas que estás enamorado de ese bicho feo-insinuó Sterey-.


-¿'Enamorado'?-salió a la luz la ignorancia de Mattian respecto a ese tema-.


-Claro. Es cuando quieres pasar todo el tiempo posible con alguien, abrazarlo, besarlo, y...-le dirigió una mirada lasciva-. Esas son las cosas que los novios hacen-enunció el Guardián de las Zonas Volcánicas-.


-Ahhh-murmuró el Guardián de los Bosques, sonrojado, pensando en el namekiano-.


-No me dejas otra opción-formuló Sterey-.


-¿Eh?-se alarmó Mattian-.


-Mataré a esa tonta babosa gigante-decidió el Guardián de las Zonas Volcánicas-.


-¡No te lo permitiré!-anunció el Guardián de los Bosques-.


-No estaba pidiéndote permiso-le espetó Sterey, dando media vuelta-.


-¡NO TE METAS CON ÉL!-se desgañitó Mattian. Gracias a un tremendo incremento de poder provocado por la ira, pudo romper la jaula en mil pedazos y se colocó en posición de ataque-.


-Está bien, ¡tú lo quisiste!-exclamó el Guardián de las Zonas Volcánicas, y se abalanzó sobre él-.


-¡QUÍTATE!-chilló el Guardián de los Bosques, arrojándolo contra una pared, y salió de la cueva a toda prisa-.


-Auch-se quejó Sterey-. Así que amor rudo-sonrió-. Me gusta. Y lo conquistaré-afirmó-.



-¿Dónde estás?-susurró Piccolo, con un nudo en la garganta-.


-¡MI PICCOLO!-exclamó Mattian al verlo; y corrió a abrazarlo-.


-¡Mattian!-se regocijó el namekiano, ruborizándose por el 'mi'-. ¿Estás bien?-se preocupó-.


-Yo sí, pero tú... ¡debes esconderte!-enunció el Guardián de los Bosques, aupándolo, y se echó a correr velozmente-.


-¿Por qué?-articuló Piccolo, extrañado-.


-Sterey desea matarte-explicó Mattian-.


-Bah, esa sabandija no podría derrotarme-replicó el namekiano, con desdén-.


-No debemos arriesgarnos-dijo el Guardián de los Bosques-.


[En el bosque]


-Listo-anunció Mattian tras haber llenado de lianas la entrada y de hiedra las paredes de la cueva, camuflándola-.


-Menudo imbécil-farfulló Piccolo, aún molesto con el Guardián de las Zonas Volcánicas-.


-No pienses en él-susurró Mattian, masajeándole los hombros-. Mejor meditemos-sugirió, y lo intentaron; pero ninguno de los dos podía concentrarse. Se fueron a dormir; pero tampoco en esto tuvieron éxito-.


-Mattian... ¿qué te ha hecho ese bastardo? Te noto alterado-se inquietó el namekiano-.


-Se limitó a enjaularme y pedirme que fuera su novio-contestó el Guardián de los Bosques-.


-¿'novio'?-inquirió Piccolo-.


-Según él, para 'estar de novio con alguien', debes estar 'enamorado'; es decir, debes querer pasar todo el tiempo posible con una persona, abrazarla, besarla, y algo más que no recuerdo-explicó Mattian, sonrojándose-.


-Claro...-manifestó el namekiano, aun más ruborizado que el Guardián de los Bosques, y bajó la vista-.


-Lo lamento si te he hecho sentir incómodo-se disculpó Mattian-. Volveré en dos horas.


-¿Qué? ¿A dónde vas?-se sobresaltó Piccolo-.


-Al mar; necesito pensar. Me gustaría que me acompañaras, pero, además de que temo que Sterey te vea, no quiero incordiarte más-se mortificó el Guardián de los Bosques -. Adiós-se despidió, y se marchó-.


-Por favor, ¡no me malinterpretes!-expresó el namekiano, pero Mattian no llegó a oírlo-.


La naturaleza del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora