Capítulo 4: la tormenta y el arcoiris

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[En la playa]


-Soy un idiota-se afligió el Guardián de los Bosques -. Eso fue muy embarazoso.


[En el bosque]


-¿Volverá?-dudó Piccolo. Tras reflexionar por un largo rato acerca de aquello explicado por Mattian, suspiró. Poco después, abrumado, salió a buscarlo. Lo divisaría recostado a la sombra de una palmera-.


[En la playa]


-¿Piccolo?-se incorporó el Guardián de los Bosques, nervioso, al verlo-. Me alegra verte, pero... ¿y si la amenaza se presenta?-se asustó-.


-Perdón-se disculpó el namekiano-. No sabía cuándo volverías, y temía que pudiera pasarte algo malo. Además... te echaba de menos-aclaró, sonrojándose-.


-¡Yo también te echaba de menos!-voceó Mattian, sumamente ruborizado, y le dio un abrazo al cual su compañero correspondió-.


-Hola-habló un desconocido-.


-¿Quién eres, y qué quieres?-inquirió el Guardián de los Bosques, sin poder vislumbrar al misterioso individuo, y se ubicó delante de Piccolo para salvaguardarlo-.


-Ja. Yo soy Miczel, el Guardián de los Océanos-fue la respuesta emitida por el ser que, saliendo del agua, los observó con frialdad y acabó posando la vista en el namekiano-. Y mi trabajo es proteger este ecosistema-informó-.


-No sabíamos que estábamos en tus dominios. Vámonos, Mattian-le dijo Piccolo a su compañero, temiendo que ocurriera algo similar al incidente con el Guardián de las Zonas Volcánicas-.


-Tú no te irás-replicó Miczel, señalando al namekiano; y, con un movimiento rápido, lanzó lejos al Guardián de los Bosques -.


-¡MATTIAN!-se alarmó Piccolo, y se prestó a ir tras él-.


-No tan rápido, belleza-trató de impedírselo el Guardián de los Océanos, tomándolo fuertemente del brazo; pero el namekiano logró liberarse-.


-Gracias-le manifestó el Guardián de los Bosques a Piccolo tras ser salvado de estrellarse contra una roca puntiaguda-.


-Menos mal que estás bien-suspiró el namekiano, aliviado-. Volveremos a la cueva-.


-Espera, Piccolo. Bájame-ordenó Mattian-.


-¿Qué sucede?-obedeció el namekiano, pasmado por la actitud de su compañero-.


-¡Esto no puede seguir así!-gimoteó el Guardián de los Bosques, rompiendo en llanto, y comenzó a alejarse lentamente-.


-¿A qué te refieres?-se le acercó Piccolo, atribulado, con la intención de abrazarlo-.


-¡Estoy harto de que arriesgues la vida para salvarme!-farfulló Mattian, y continuó alejándose; ahora más rápidamente-.


-Sé que no estoy obligado a hacerlo. Lo hago porque...-intentó aclarar el namekiano-.


-No-interrumpió el Guardián de los Bosques -. Ya no más. Te tengo una gran estima, pero no puedo seguir siendo tu compañero. Por tu bien, me iré. Fue un placer haberte conocido-se despidió-.


-Por favor, no te vayas-le imploró Piccolo, con un nudo en la garganta-.


-Adiós-articuló Mattian, y se retiró-.


-Oh. Finalmente podemos estar solos, dulzura- comentó Miczel, quien había visto y oído todo, aproximándose a Piccolo-. Quítate la ropa; quiero ver lo que hay debajo-exigió, con lascivia-.

La naturaleza del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora