15- Caer

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"El problema no es caerse, el problema es no poder levantarse y seguir caminando."

–Dou.

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La profesora termina de dar la clase justo en el momento en el que la campana anuncia el cambio, sin embargo, tengo hora libre, mas no se ha dónde ir.

–Oye, Cara, ¿Te encuentras bien? –Adam, quien guardó silencio a mi lado durante toda la clase, se voltea hacia mí con su frente fruncida en preocupación. –Niki nos contó a Adana y a mí lo sucedido en tu casa el viernes.

Muerdo mi labio, frustrada de cierta forma ante dicho tema.

En la mañana muy temprano, mi madre y yo fuimos al departamento de policía en donde Jack se encontraba. Nos hizo sentarnos en las mismas sillas, y esta vez, terminó de leer el tema de la mansión Holton, para hablar sobre mi abuelo por encimita sin profundidad; ya que estábamos concentrados era en las carpetas abiertas sobre el escritorio y finalmente mi caso, en donde se explicaba los acontecimientos que he tenido con él desde que cumplí los casi dieciocho años. Y que a pesar de eso, no se conoce quién pueda ser.

Fue tormentoso escuchar los hechos de la mansión, pero me aturdió todavía más, los míos, y el pequeño atentado que tuve una vez a la salida de clases de mi último año de preparatoria. Ese, fue el principio del caos.

Recuerdo que mi auto estaba en el taller por un problema con la palanca de cambios, y mi abuelo me había dicho que por nada del mundo me iría en bus, que esperaría hasta que el chofer viniera a por mí y mi prima. Pero yo no iba a obedecer, pensaba escaparme con unos amigos a la fiesta de de uno de nuestros conocidos. Esa vez discutí con Nancy, porque ella descubrió mi plan de fuga a la fiesta.

«–¿A dónde crees que vas, Carolina?» –me preguntó, cuando vio como me iba a montar al Audi de un amigo «el abuelo dijo que esperáramos a Nathan.»

Había fruncido el ceño, molesta porque fuera tan quisquillosa.

«Eso no te incumbe» –le respondí con desdén. Nancy retrocedió, pero como era tan testaruda, cerró sus manos en puño y siguió insistiendo.

«¿Piensas ir a esa fiesta?» –rodé los ojos, molesta.

«¿Qué no es obvio?» –me mofé, logrando que mis amigos rieran en el auto. Nancy había sellado sus labios uno contra el otro, claramente ofendida.

«Tú no eres así, Cara» –me dijo. «Sé que estas molesta por lo que descubriste de mi tía, pero...»

«Pero nada» –gruñí, ya hastiada de ella. Me había mordido la lengua para no soltarle algo de lo que me fuera a arrepentir, sin embargo, me dejé llevar por la necesidad de que me dejará en paz «–tan solo veté a llorar a tu cuarto por el engendro que no nació y porque mi tía murió, como sueles hacerlo en tu periodo emocional».

Sus ojos se habían humedecido, y me maldije por decir eso frente a ella en el estacionamiento delante de todos, más sabiendo el Bullying que solía sufrir. Y esa que dije, fue un arma más para el arsenal de los que la lastimaban por ser rara, desapercibida y solitaria. Al contrario de mí, que para ese entonces era popular y la victimaria de las mojigatas.

Ella corrió, y me mordí el labio para no gritar su nombre con fuerza. Mis amigos me dijeron que la dejara, que solo era un «periodo emocional» como había dicho.

FrenesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora