18- Telescopio

268 26 8
                                    

"Es de gran alivio conocer las propias limitaciones"

–Albert Einstein.

--------|---------

Mason conducía en absoluto silencio, tensando sus manos alrededor del volante con ira contenida. Lo notaba a kilómetros; se podía sentir la tensión que sobresalía de su cuerpo con un ardor voraz deseoso de acabar con todo y más.

Y eso alteraba mis nervios de igual manera.

–Mason –susurro, con el vago intento de llamar su atención. No funcionó–. Mason, ¿puedes...?

–Cállate, Cara –espeta, acortando cualquier palabra que pude haber dicho–. No tengo ánimos para hablar ahora, así que por favor, guarda silencio.

Lo miro con el ceño fruncido, sin comprender a dónde se había ido el chico que me abrazaba en la comisaria hace un par de horas.

Ha conducido como dos horas máximo, y no sé para dónde carajos me lleva. Puede que entienda el porqué de su estado emocional, pero aún así no le comprendo por qué se puso todo yo-soy-Mason-steel-beast-Bomer en estos momentos.

No pasó nada relevante en aquel lugar, una vez dicho lo que dije, entró y me consoló por varios minutos y luego me sacó de ahí, cruzó una mirada con Jack cuando éste nos miró a ambos y finalmente me metió a su auto para conducir como un maniático enfurecido. Tuve que enviarle un mensaje a mi madre justificando mi huida, y aunque sé que mi cuerpo no se encuentra en muy buenas condiciones que digamos, mi mente está alerta a cualquier reacción irreversible que Mason pueda soltar.

–Puedo oler tus nervios desde aquí, Cara –murmura, con un dejo de gracia en su voz. Lo miro mal.

–Entonces deja de ponerme nerviosa, estás todo estilo... tenso y eso me tiene alterada.

–¿Mi presencia te da nervios? –Espeta entretenido, apretando sus manos sobre el volante– no supuse que fueras de ese tipo mi pequeña Gardenia.

–Deja de llamarme así.

Me mira unos segundos dejando escapar una risa.

–Eres una caprichosa.

Su comentario me saca de quicio, y mis cejas se disparan al nacimiento de mi pelo.

–Y tú eres un idiota.

–Muy original. –Se carcajea de su chiste–. Eres tan típica.

–¿¡Y eso qué!? ¿Qué rayos te pasa a ti?

Tensa su mandíbula unos momentos.

–Nada. –Espeta con simpleza, y un silencio tenso invade el ambiente de nuevo.

Pero, por el amor de Dios, ¿Qué se cree; la profesora Jessenia, acaso? ¿Es que esa mujer ha poseído el cuerpo Mason para hacerme la vida de cuadritos más de por sí?

–Me quiero largar a mi casa, Mason. –Rompo el silencio, decidida, sin embargo, en mi mente esa frase saliendo de mí se escuchaba segura; no como si fuera el manojo vivo de los nervios.

Él me mira unos segundos con la ceja alzada y mi corazón salta ante la idea de que se salga del carril y se estrelle y nos mate a ambos. Se lo hago saber y se ríe, pero gracias al cielo que se ha compadecido y mira hacia el frente.

Ya es casi de noche cuando se desvía y toma un camino de tierra y es como si mi ser me dijera que saltara del auto en movimiento debido al dejo de peligro que me recorre el cuerpo entero. Pero cuando Mason detiene el auto unos segundos en medio de la nada, siento que me dará un paro cardiaco y los pulmones me explotarán y se esparcirán por todos lados.

FrenesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora