Yuanfen

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II

MinGyu se sentó como pudo en la cama. El dolor de su brazo no era agudo pero si molestaba y ya se estaba cansando de ver por la ventana como pasaba la mañana. Tampoco sabía que había pasado con sus hombres ¿habían muerto? El corazón palpitó con dolor al tener ese pensamiento y el remordimiento de que era su culpa comenzó a afectar su mente, si perdiese a SeungCheol o a Joshua, prefería ir a la guerra solo y morir allí para reencontrarse con sus mayores.

A la vez, el chico de piel de nieve no volvió a cruzar la puerta. Sin decirle su nombre, dónde estaba su casa y si él había estado en la emboscada o solo lo había encontrado. No podía quedarse de brazos cruzados, necesitaba comida, su espada y un caballo. Mataría a los bárbaros y encontraría vivos o muertos a sus compañeros. Como pudo se puso la camisa, leves quejas salían al querer pasar la manga por su brazo herido y estaba tan concentrado en lograrlo, que no se dió cuenta cuando unas finas manos tomaron la tela y tiraron de ella para sacarla.

—No. Antes debo cambiar la venda.

Los ojos de noche estaban tan cerca que creyó que sólo existían en esa habitación. El muchacho lo empujó hasta la cama, logrando que se sentara y comenzó su trabajo. Las vendas ensangrentadas se iban para dar paso a un paño de agua caliente que sacaba la sangre seca. MinGyu lo miró, sentía la respiración del muchacho cerca de su frente y sus pálidos dedos a penas tocaban piel directamente.

—Huiste.

El contrario lo miró por segundos y luego se enfocó en la herida.

—Tu nombre, tampoco me lo has dicho. Y dónde está tu casa.

—¿Para qué el príncipe desea saber algo tan insignificante como mi nombre? —su voz grave resonó en la habitación poniendo un muro invisible entre ellos. MinGyu leía el mensaje.

—Me salvaste la vida al menos que fueses miembro de la emboscada. Eso ya te haría mi carcelero. Sabes quien soy.

El trapo tibio se cambió por uno seco y luego, cuando las vendas limpias empezaron a enrollarse por su clavícula.

—No soy un bárbaro. Solo los vimos entrar en nuestro territorio y los seguimos. —serio, siguió con su tarea. —Sabíamos que eran de la casa real por sus ropas.

—¿Sabíamos?

MinGyu no alcanzó a escuchar respuesta alguna pues la puerta se abrió de par en par y dejó a entrar a sus dos amigos completamente alarmados, buscándolo con vendajes menores en su cuerpo y abrazándolo cuando por fin se encontraron. El joven príncipe suspiró aliviado al contar de nuevo con las vidas de SeungCheol y Joshua, ambos estaban vivos. El dueño de casa suspiró alejándose para permitir el encuentro, MinGyu reía y bromeaba con aquellos que lo acompañaban como si fuesen familia. Tal vez lo eran.

Tres hombres trataban de recordar sus modales mientras comían lo que estaba servido en la mesa de la cocina. Unos dos sirvientes ancianos colocaban platillos con carne asada, pavo y ensaladas, embelesados con la presencia de los miembros de la casa real. Habían sufrido lesiones leves, pequeños rasguños que no debían considerar. Luego de un buen almuerzo, MinGyu levantó la vista al señor de ese pequeño castillo que les había salvado, ayudaba a los sirvientes como uno más, ajeno a su presencia, como si tener al futuro rey en su casa fuese tan sorprendente como atender a un grupo de viajeros.

—¿No cree su alteza que mi señor WonWoo es apuesto? —la mujer mayor que le servía agua en una copa de metal, lo sacó de sus pensamientos.

—¿Su nombre es WonWoo?

Cuando escuchó su propio nombre de los labios del monarca, WonWoo levantó la mirada de reproche contra su sirvienta, esta última rió como si le importase poco que su señor haya estado negando su nombre toda la mañana. SeungCheol y Joshua terminaron de comer y también lo observaron, al parecer el anonimato de ese joven estaba acabado.

SERENDIPIA [MEANIE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora