Inlezaar

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IV

WonWoo mató al último hombre que allí quedaba como su enemigo. Hace dos semanas que más y más legiones de bárbaros llegaban al bosque para cruzarlo y ellos los retenían antes de que alcanzaran el pueblo. Los habitantes de Morkskog los ayudaron cuando dieron la alarma porque, desde ese primer grupo que apareció luego de la partida del príncipe, el miedo y la desesperación inundó a todos de tal forma que pusieron de su parte para defenderse a sí mismos. Eran un pequeño ejército porque, desde que MinGyu se fue, no había rastros de alguna patrulla real, ni de sus escuderos, ni del mismo príncipe.

No habían noticias alentadoras.  

Con el último hombre en el suelo, WonWoo caminó sin ganas hasta las afueras del camino, no le importó que algunos pueblerinos sobrevivientes se abalanzaron a los cuerpos para despojarlos de cualquier cosa de valor. Llevaban días de lucha y antes de que llegaran otras legiones, tenían el tiempo para dormir y comer lo que pudieran. Aunque WonWoo no tenía hambre o el beneficio del sueño, su cuerpo delgado necesitaba de estas costumbres para sobrevivir en el campo de batalla. Se dejo caer alrededor de una fogata, donde unas mantas y un plato humeante de sopa lo esperaba. Recibió el cuenco de la mujer que lo servía y comenzó a comer mecánicamente. Sus ojos no se separaban del fuego, hace mucho había dejado de limpiarse la sangre ajena ¿para qué? Si después tendría más encima o seguramente no alcanzaría a bañarse. De todas formas, JeongHan le daba un paño caliente antes de que pudiese dar bocado al pan.

—No te descuides de esa forma. El pueblo cuenta con nosotros.

JeongHan se sentó junto a él y también recibió parte de su merecida comida. Unos chicos que pararon a conversar frente a ellos, captaron la atención del azabache y sus hermanos.

—Somos campesinos, mercantes y cazadores, hace dos semanas que no paramos de matar y el rey no envía a nadie a ayudarnos.

—Tal vez no somos los únicos, las tropas están peleando al Sur.

—Sí— respondió con sorna el otro.— Tal vez estén todos muertos.

WonWoo se levantó ofendido, haciendo un gran escándalo cuando su cuenco de comida cayó al suelo y derramó parte del contenido en la hoguera. Todo se quedó en silencio y los chicos sintieron miedo al ver el serio semblante de WonWoo que caminó hasta ellos y los tomó a ambos del cuello.

JiHoon y JeongHan se levantaron alarmados.

—¿Dónde están los poemas y cantos que cantaban antes de hoy? ¿Eh? ¿Dónde estaba la felicidad que tenían desde que se enteraron que él estaba al mando? ¡¿Donde?!

—Han… han pasado días desde que ese… ese comandante dijo que iba a relevar al príncipe.— el chico trataba de hablar pero la presión de las manos de WonWoo en sus cuellos parecía molestar a cada segundo. —No hay noticias de ellos… ¡argh! —la presión aumentó.

—WonWoo. —ordenó firme JiHoon. El pelinegro lo escuchó y los soltó.

—Ellos regresarán. Entiendanlo de una buena vez.

—¿Cómo… cómo.estas seguro? —el chico era rebelde. JiHoon giró los ojos ante la falta de inteligencia del pueblerino que seguía provocando a WonWoo.

—Ya niño, de verdad quieres morir. Entonces utiliza tu bocota en el campo de batalla.

El menor de sus hermanos los levantó sin delicadeza del suelo y los empujó lejos de su vista. Los chicos no opusieron resistencia y siguieron su camino casi corriendo y en silencio. Mientras, WonWoo volvía a sentarse en su lugar y buscaba algo en su bolsillo.

SERENDIPIA [MEANIE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora