CAPITULO 19: TE ENCONTRÉ... O NO...

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Ambos detectives estaban ansiosos, deseosos de resolver el entuerto. Se encontraban en comisaría puesto que ese día, esa mañana, en ese momento, llegaría la orden de registro con la que podrían inspeccionar la casa. Tras veinte minutos de espera, que a ambos les parecieron eternos, una cabellera pelirroja asomó por el despacho.

–Señor, los hombres ya están listos y la orden ya ha llegado, ¿Vamos a la vivienda de los Robles? – los ojos del hombre brillaron al oír la noticia.

–Martínez, recoge tus cosas, nos vamos – anunció mirando emocionado a su compañera.

Todo el equipo se subió a los coches y a las furgonetas que habían estacionado frente la comisaria, y en las cuales se encontraba el equipo para realizar el registro. El Inspector no tardo en subir a su coche seguido de la Oficial, y en menos de tres minutos todos se encontraban en camino a la casa en cuestión. El viaje fue una tortura para Inspector quién maldecía cada semáforo en rojo que se encontraba en el camino, pero finalmente lograron llegar a su objetivo a la hora prevista. Estacionaron y picaron a la puerta, donde les abrió una mujer bajita de pelo corto y rubio.

–Buenos días señora Robles, siento incomodarla, pero, como supongo que habrá sido notificada, venimos a realizar el registro de su vivienda – la mujer puso mala cara, no le hacia ninguna gracia que un grupo de completos extraños, por muy policías que fuesen, entrarán y mirarán entre sus cosas, pero sabía que no le quedaba otra, así que se hizo un lado para dejar pasar al equipo.

Pasada una hora, diversos hombres uniformados se encontraban inspeccionado cada rincón de aquella casa bajo la atenta y despectiva mirada de los propietarios, por fin estaban llevando a cabo el registro, y se estaban empleado a fondo. Rebuscaban por toda la casa: la cocina, el baño, las habitaciones, el salón... y no encontraban nada sospechoso. El Inspector junto con la Oficial y otros dos agentes estaban poniendo patas arriba la habitación de la chica.

–Esto es imposible, ¡Aquí no hay nada! – exclamó uno de los agentes frustrado.

–Por supuesto que no encontráis nada, Marina no es tan estúpida –dijo una voz a sus espaldas. Los cuatro adultos giraron y vieron a una chica con el cabello lila detrás de ellos.

–Maia has venido – exclamó feliz la Oficial.

–Sí, bueno, pero no lo tengas muy en cuenta –dijo ella tratando de restarle importancia.

– ¿Qué querías decir con que no es tan estúpida? ¿A qué te refieres? –preguntó el Inspector volviendo al tema. La chica lo miró, alzó una ceja y se encaminó hacia el armario, el cual estaba abierto de par en par. Hizo un lado a uno de los agentes, el cual se quejó, aunque el Inspector lo mando a callar. La chica siguió con su tarea. Sacó toda la ropa de Marina, toda la que no habían retirado los agentes, y también la pequeña tabla que había en la parte inferior juntamente con los cajones. Se puso en cuclillas y en la esquina derecha del armario divisó una grieta aparentemente artificial. La chica tanteo esa zona y tras hacer un poco de fuerza retiro parte de la madera, la cual depósito a un lado, se arrodilló y alargó el brazo lo más que pudo para hurgar en el interior del hueco que había en el armario.

–Claro, un doble fondo, ¿porque nadie pensó en eso? – maldijo el Inspector.

–¿Qué es esto? – exclamó uno de los agentes. En ese momento los presentes dirigieron su mirada a Maia, quién estaba sacando un conjunto de hojas y una caja. Al finalizar la chica se puso se puso en pie y se sacudió las manos y el pantalón tratando de limpiarlo.

–Muchas gracias Maia, sabía que nos ayudarías – la felicito la Oficial mientras la palmeaba en el hombro, la chica le sonrío forzosamente.

– Espero que esta sea la última vez que tenga algo que hacer o que ver con este caso, no me hace ninguna gracia, es todo muy raro y da muy mal rollo– sé sincero la chica.

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