Capítulo 2

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Segundo día de universidad, y sin clase de francés.

Miro decepcionada el horario mientras entro por las puertas de la universidad. Los martes y jueves no tengo esa optativa, y, por lo tanto, no podré ver a la profesora que ahora ocupa mi mente la mayor parte del tiempo.

Voy a mi primera clase, donde me siento al lado de un chico, ya que la mayoría de las mesas de la sala están ocupadas. Es el típico chico guapo de universidad que tiene a todas las chicas detrás, o al menos es lo que parece.

No juzgues a un libro por su portada Alissa.

—Hola –me saluda el chico, a lo que respondo con una expresión de sorpresa. No esperaba que me fuese a hablar.

—¿Hola? –le devuelvo el saludo, aunque más que un saludo es una pregunta.

—Me suenas mucho —pone una mano sobre su barbilla, como si estuviera intentando recordar donde me ha visto—. ¿Estabas aquí el año pasado?

—Sí —sonríe al descubrir que ha conseguido saber de qué le suena mi cara.

—Soy Ethan —se presenta.

—Alissa —giro mi cabeza hasta ver como mi mano gira el boli sobre la mesa, apartando la mirada de la suya.

—Bonito nombre.

—Gracias... supongo.

Horas después acaba el horario de clases, pero hoy decido quedarme en la biblioteca para empezar a estudiar. Aún es pronto para pensar en los exámenes finales, pero me gusta empezar a hacer resúmenes y organizar toda la materia que he visto en clase.

Paseo por los largos pasillos del edificio, buscando la biblioteca, donde me reuniré con Jud. Pero, de un momento a otro, mi hombro choca bruscamente con algo, o mejor dicho alguien, provocando que todos los libros y hojas que llevaba en sus brazos caigan al suelo.

Me agacho para recogerlo, al igual que la persona con la que he tropezado. Al levantar de nuevo la mirada, me encuentro con unos profundos ojos marrones.

—P-perdón —tartamudeo, a lo que ella me responde con una cálida sonrisa.

—No importa –contesta, de una forma suave y amable.

Aparto rápidamente la vista y sigo recogiendo folios y libros del suelo, hasta que parece no quedar más. Es entonces cuando se los doy, haciendo que sin querer nuestras manos se rocen. Ese mínimo roce hace que sienta un escalofrío recorriendo todo mi cuerpo, algo que parece que ella también ha sentido por la forma en la que mira su mano.

Pero su mirada se vuelve hacia mí, ignorando lo que acabamos de sentir, para dedicarme otra dulce sonrisa.

—Tú eres alumna mía, ¿Verdad? —pregunta, sin dejar de sonreír.

—Sí, soy Alissa Navarro —contesto, intentando que mi voz no tiemble ante el nerviosismo que inunda mi cuerpo.

—¿Vas a la biblioteca? —meto mis manos en los bolsillos del pantalón.

—Sí —muerdo mi labio inferior. Estoy demasiado nerviosa, ella hace que esté nerviosa.

—¿Podrías acompañarme? Si no es molestia, claro —su mirada baja hasta mis labios—. Soy nueva, y aún no me conozco este sitio.

— Claro —digo sin pensarlo dos veces, asintiendo con la cabeza.

—Merci, Alissa —su perfecto acento francés es música para mis oídos.

Lo echaba de menos, y eso que ayer estuve una hora entera escuchándola hablar en francés.

—¿Y qué estás estudiando? –pregunta cuando comenzamos a andar en dirección a la biblioteca.

—Veterinaria.

—Yo quería hacer eso cuando era pequeña —me dedica una pequeña sonrisa—. Luego me fui por filología francesa —teniéndola ahora a mi lado me doy cuenta que su altura es igual a la mía, pero claro, lleva tacones—. Espero que te guste el francés, aunque sólo sea por mí, por ser una buenísima profesora —suelta una pequeña risa.

Buena o no buena profesora, iré a sus clases con la motivación de verla a ella.

—Siempre me ha llamado la atención el idioma —añado, sonriendo tímidamente.

Diviso la puerta de la biblioteca entre los demás alumnos y profesores que pasean por los pasillos. Miro de reojo a Hayley y descubro que me está mirando, lo que me hace apartar la vista de ella enseguida y fijarme en mi amiga, quien está parada junto a la puerta de la biblioteca.

Llegamos junto a Jud y la mirada de Hayley se fija ahora en ella.

—Tú también eres alumna mía, ¿No? –le pregunta a Judith.

—Sí, Judith Pardo —contesta mi amiga con una amplia sonrisa, pero la vista de la profesora está ahora puesta en mí.

—Muchas gracias por todo, Alissa –dicho esto, y sonriéndome de nuevo, entra en la biblioteca.

Me quedo paralizada, mirando la puerta por la que acaba de entrar, hasta que veo la mano de Judith pasar muy cerca de mi cara.

—Tierra llamando Alissa —dice esta mientras chasquea los dedos para que reaccione.

—Vamos –es lo único que consigo decir antes de entrar en la biblioteca.

Busco con la mirada a la profesora, quien está en una mesa sola, mordiendo un lápiz mientras mira el libro que tiene delante. Mi amiga y yo caminamos hasta el lado opuesto al que se encuentra Hayley, sentándonos en una de las tantas mesas libres que hay.

Ambas sacamos el material para empezar a estudiar, pero, al levantar la mirada un segundo de mi libro, me encuentro con la de la profesora. Ella enseguida agacha la cabeza, disimulando, o al menos eso creo. No me quiero crear la ilusión de que Hayley pueda llegar a fijarse en mí, somos profesora y alumna, y no creo que vaya a más nuestra relación.

Más que estudiar, paso la tarde pensando en la profesora de francés. Sus ojos, sus labios, su voz... sobre todo su acento francés, no han salido de mi mente en las horas que llevamos en la biblioteca.

—Alissa —me llama Judith—. Son las nueve de la noche, deberíamos ir a casa —asiento con la cabeza, recogiendo los libros y papeles de la mesa.

Las dos salimos de la biblioteca, no sin antes mirar por última vez a la profesora. 

La Profesora de FrancésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora