Capítulo 2

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Llevaba dos días en una camilla de hospital, sin apenas poder moverme y ni mucho menos salir a tomar el aire. Los enfermeros estaban continuamente pendientes de mí y me daban tres comidas al día, que ya era más de lo que estaba acostumbrada. Lo cierto es que durante ese par de días no pude dejar de pensar en todo lo que había dejado atrás y en lo extraña y fuera de lugar que me sentía. También tenía miedo por lo que fuera a pasar cuando saliera del hospital, había escuchado que algunas de las chicas estaban siendo insertadas en casas de protección de menores abusadas, pero... ¿yo? Yo no era una menor y el miedo de que me fuera a quedar en la calle me azotaba constantemente.

Por otro lado no podía dejar de pensar en mi madre. Llevaba soñando con su cara desde la última vez que la vi a los 16 años. Ahora, diez años después, me costaba recordarla físicamente pero seguía añorando de la misma manera el estar protegida entre sus brazos. Esperaba impaciente a que aquellos policías vinieran a verme y así poderles preguntar sobre mi madre. Actualmente estaba en Oahu, pero mi hogar estaba en California y no tenía los medios ni los recursos para volver allí.

Fue después de la comida cuando una enfermera me comunicó que el 5.0 había venido a hacerme una visita. Seguidamente entraron por la puerta el capitán y la mujer que me había sacado de la casa. No podía recordar sus nombres.

-Aloha Maylea, ¿cómo te encuentras? Somos Kono- dijo señalando a su compañera- y Steve. ¿Te acuerdas de nosotros?

-Sí... Ehm, me encuentro bien, gracias.

La enfermera, quien negaba con la cabeza, cogió una tabla y leyó lo que había diagnosticado el doctor.

-La mayoría de chicas están desnutridas y presentan cicatrices o hematomas recientes. Maylea, además, tenía una costilla rota.

En ese preciso instante me toqué el costado y volví a sentir el dolor que los antibióticos estaban intentando apaciguar. A mi mente llegó la escena y el pánico que sentí al ver a Jeremy encima de mí, propiciando puñetazos que mis frágiles huesos no eran capaces de soportar.

"Se encontraba en el suelo, ahogada en sus propias lágrimas y con un monstruo encima de ella que no paraba de gritarla y de pegarla. Nate apareció por detrás y sentenció que ya era suficiente. Jeremy salió cabreado de la habitación, con los puños rojos de sangre y de ira. Nate se acercó a ella y acarició su mejilla, mirándola con absoluta ausencia de pena, pero aun así con unas falsas ganas de ayudarla.

-Sabes que no me gusta verte llorar.

Maylea asintió como pudo pero por ese entonces ya no le creía. Le hubiera escupido y gritado en ese mismo instante pero ni tenía las fuerzas ni la locura como para sentenciarse a sí misma a muerte."

-Maylea, tranquila- dijo Kono acariciando uno de mis brazos, aquel en cuyo reverso se encontraba el tatuaje que nos marcaba a mí y al resto de chicas.

-Queremos hacerte unas preguntas pero si no estás preparada lo entendemos, podemos pasarnos otro día- dijo el capitán, cuyo nombre ya recordaba como Steve.

-No, está bien. Quiero ayudar.

-Perfecto. En primer lugar, ¿sabes por qué te tenían a ti encerrada y separada del resto de chicas? ¿Y por qué son ellas más pequeñas?

-Yo era la que más tiempo llevaba allí, pero también entré joven- dije sorbiéndome la nariz, tratando de ser fuerte y hablar, por primera vez en mi vida, de lo que había pasado.- Estaba separada porque uno de los jefes no quería que me relacionara con el resto de chicas. Ellas estaban normalmente en el vestíbulo que era donde llegaban los clientes y las elegían. Yo solo estuve allí los primeros años, después me cambiaron.

-Lo estás haciendo genial- dijo Kono con una sonrisa.-¿Sabes los nombres de los jefes?

-En la casa solo había uno, pero había más en otros lugares que yo desconozco. El hombre se llamaba Nate, ¿lo habéis cogido?

-No, desgraciadamente algunos no estaban en el momento de la redada y han logrado escapar, pero no te preocupes, los encontraremos- al escuchar esas palabras salir del capitán de aquella unidad se me congeló la sangre. Si Nate estaba fuera vendría a por mí, estaba segura.

El móvil de Kono sonó y ella salió de la habitación inmediatamente junto con la enfermera. Pude notar, al quedarme a solas con el capitán, que no sabía muy bien cómo tratarme y yo tampoco entendía cómo no me daba miedo. Había vivido prácticamente toda mi vida rodeada de hombres que me usaban y me tiraban y nunca dudaron en hacerme daño. Ahora le veía a él y tampoco sabía cómo comportarme.

-Capitán, ¿le puedo pedir algo?

-Llámame Steve. Y sí, claro, ¿qué necesitas?

-Busca a mi madre y dila que estoy viva.

Los ojos se me llenaron de lágrimas y la felicidad me inundó el cuerpo. Era casi increíble, pero sí, estaba viva. Steve me agarró la mano suavemente y asintió con la cabeza.

-Recibido. Será lo primero que haga.

REDADA ❀Steve McGarrett❀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora