Capítulo 4

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Al despertarme tuve la sensación de que todo lo anterior había  sido un mal sueño, que mi madre estaba viva y que Steve todavía tenía que venir a darme la buena noticia. Sin embargo, él estaba ahí sentado, apoyando la cabeza en su mano y con los ojos cerrados. Al intentar incorporarme la cama chirrió y él abrió los ojos.

-Perdón, no quería despertarte.

-Tranquila, no estaba dormido. Tengo buenas noticias para ti- dijo mientras se levantaba con una amplia sonrisa.

-Dime- respondí expectante y esperanzadora.

-Te acaban de dar el alta.

La ilusión se me borró de la cara, no obstante me alegré de poder salir por fin de aquel lugar.

-Te voy a llevar a un hotel en el que vas a poder quedarte hasta que te encontremos un lugar fijo, ¿te parece bien?- asentí mientras me bajaba de la cama.- Pero antes necesito que hagas algo por mí.

-Claro, ¿que necesitas?

-Tenemos un hombre en comisaría al que no podemos mantener retenido hasta que alguien confirme que está implicado en la trata de blancas, concretamente implicado en esta organización. Quizás tú le conozcas y puedas dar un testimonio.

Por un momento se me congeló la sangre y pensé en todas las personas que conocía y a las que podría incriminar. Aunque posiblemente una sola mirada de alguno de esos hombres podría hacer que cerrara la boca para siempre. Estaba más que acostumbrada a las represalias.

-¿Q-quién es esa persona?

-Tom Jefferson, ¿le conoces?

-Por el nombre no, pero a lo mejor le reconozco.

-Genial, te dejo un momento para que te cambies y luego vamos a comisaría.

Asentí con una media sonrisa y esperé paciente a que desalojara la habitación. Una vez sola me vestí con la ropa sucia y ajustada que llevaba en el momento de la redada, que consistía en unos pantalones cortos negros y en una camiseta de tirantes blanca. Al salir me encontré con Steve a un lado de la puerta, quien me miró a los ojos con una sonrisa y me dirigió al aparcamiento donde se encontraba una gran camioneta Chevrolet de color gris.

Durante el trayecto a la comisaría de policía no podía evitar sentirme respetada y, por consecuente, feliz. El simple hecho de que un hombre me mirara a los ojos y no al resto del cuerpo me hacía sentir de una manera especial. En ese momento creo que le cogí un ligero cariño, que seguramente era muy prematuro pero era completamente sincero.

Al llegar a la comisaría nos encontramos con otro agente del 5.0 llamado Chin. Llevaba una camisa de flores hawaiana y una sonrisa generosa y amable. Me saludó apretando mi mano con fuerza.

-Jefferson está dentro, ¿crees que serás capaz de hacerlo?- me preguntó Chin.

-Eso espero.

Caminé con los dos hombres hasta una habitación contigua a la del detenido y lo observé tras un cristal tintado, de modo que el tal Jefferson no me podía ver a mí.

-Sé quien es. Era el conductor de los camiones que utilizaban para cambiarnos de residencia o trasladarnos a otro lugar.

-Perfecto, ¿lo podrías poner por escrito?- preguntó Steve pasando un brazo por mis hombros y apretándome uno de ellos, otorgándome fuerza y valentía.

-Claro.

Después de realizar todos los procesos necesarios me quedé mucho más tranquila, puesto que no conocía demasiado a aquel hombre y el hecho de haberle visto no me provocaba demasiada inquietud. Además, todos los policías fueron amables conmigo y a mí no se me escapaba ninguna de sus sonrisas. Las veía y me las guardaba para dentro, las quería retener.

-¿Lista?- preguntó Steve.

-Sí, ¿a dónde vamos?

-Al hotel, espero que te guste, no es gran cosa. 

-Estoy segura de que será suficiente.

Después de despedirnos de Chin no subimos al coche de Steve y vagamos por las calles de Honolulu hasta llegar al ya mencionado hotel. Por fuera me pareció precioso y ya la habitación era perfecta.

-¿Te gusta?- dijo Steve con una sonrisa viendo mi cara de asombro.

-Esto... esto es demasiado para mí. Me conformo con poco.

-¿Qué dices? Esto es justo lo que necesitas.

-No sé, Steve... Perdón, capitán...

-Llámame Steve, por favor.

Asentí con una sonrisa y le miré desde la otra punta de la habitación. Él se había quedado al lado de la entrada y yo no apartaba la mirada de la ventana, cuyas vistas eran más increíbles incluso que las del hospital.

-No sé si el 5.0 os podéis permitir esto...

-Tenemos inmunidad y medios. Créeme, si estás aquí es porque podemos permitírnoslo. Y bueno, también porque conocemos al dueño.- guiñó un ojo mientas se acercaba y yo solté una pequeña risa.

-Muchas gracias, de verdad.

Al mirarle al lado mío, con sus ojos fijos en el horizonte, me dieron ganas de abrazarle. Simplemente por el hecho de que me causaba una gran ternura y protección. Sobre todo eso, protección. Y no era solo por la placa y la pistola sino por su forma de ser. No conocía a nadie como él.


REDADA ❀Steve McGarrett❀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora