Noruega

616 0 0
                                    


Se la como mientras le miro fijamente a sus ojos azules.

Ojos preciosos y preciosamente vacíos.

Pero comparado con mi alma, seguro que mi vacío ganaría al suyo.

No me subestimes, hay almas rotas que nunca volverán a reconstruirse. 

Soy una persona fría, sin alma y mucho menos corazón, pero he de confesar que mediante los encuentros sexuales que realizo prácticamente a diario con diferentes chicos, intento crear una fantasía mental que me ayude a desconectar.

Y este capítulo se va a llamar Noruega, es de noche y hace frío. 

Visto marcas caras, siempre llevo pestañas postizas y carmín rojo, concretamente el número 57 de Chanel. Suelen ofrecerme muchos caprichos después de mis servicios. Los acepto, aunque la mayoría de ellos no duren ni dos días en mi propiedad.

Pero para que quiero tenerlo todo si no me tengo ni a mí.

Tengo que prepararme, pasan a buscarme en una hora, hoy parece ser que la persona que reclama mis servicios es importante. No es nuevo para mí, todo bajo secreto de sumario. Hombres repugnantes e historias que nunca podrán llegar a dar a luz. 

Bueno, esta vez lo sabemos tu y yo, aparte de mi cliente. 

Hoy en honor a este capítulo, mi nombre será Noruega.

No me da ni tiempo a bajar del coche que sus manos ya están rozando gritando mediante gestos su tensión sexual acumulada. 

Yo me dejo caer, solo sonrío y obedezco sus ordenes. 

Da igual que tu día haya sido una puta mierda, da igual que algún familiar haya muerto ese mismo día. Se aguanta la compostura y ahogas tus penas como puedas.

Se deja de sentir placer desde el comienzo y no sientes absolutamente nada hasta que acabas.

Cuando su semen cae por mis piernas siento como si estuviese enfrente del mar, sentada tomándome un café mientras me fumo un cigarro. De tener que ponerme unas gafas de sol porque el naranja del cielo me deslumbra. Pero a la vez tener ganas de lanzarme a las olas y ver como rompen contra mi cuerpo.

Ahí se produce mi orgasmo, un orgasmo mental que me hace gritar y esbozar una gran sonrisa, la de otro día que acaba y puedo regresar.






El diario de una prostituta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora