(6) El BOSQUE DE LAS TORTURAS 5

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Al huir y tratar de subir otra vez las escaleras aparecieron dos seres similares. Solo qué, recuerdo perfectamente como uno vestía un traje morado de bufón y una máscara de cuervo mientras que el otro una máscara veneciana completa (no solo estructurada como un antifaz) y un manto dorado dándose el lujo de aparentar ser un ídolo perverso.

—¿Por qué se van, chicos? Son bienvenidos a nuestro museo— dijo el bufón extraño mientras que su voz nos dejó a Carmen y a mí por completo atónitos debido a su agudeza.

—¿Museo?— Pregunté muy extrañado

—Sí, ¡Tal como lo oyen!, Un museo al que, por cierto, hace años que nadie asistía— sonreí como idiota, aliviado por lo que escuchaba ya que, en efecto, eso explicaba satisfactoriamente el empleo de todos esos artefactos horribles que vimos detrás de la puerta y también el empleo de disfraces de calaña tan macabra, ¡Era un museo lleno de ficción gótica!, Pensé.

El hombre de la túnica dorada nos condujo hasta una habitación diferente, donde abundaban gritos desesperados pero, yo creí que se trataba del espectáculo mientras que Carmen, por su parte, se notaba nerviosa y yo, por medio del uso de señas, le dejé bien claro que se tranquilizara porque después de todo, ¿Qué cosa tan mala podrían hacer estos hombres?

—Chicos, chicos, ¿Cómo se llaman?— Preguntó el bufón. En ese instante me percaté que por algún motivo la figura dorada no había pronunciado palabra alguna en todo el trayecto.

—Yo me llamo Carmen Martínez— respondió mi amiga, y yo de igual forma me presenté para entablar una confianza con los guías que despertaron mi horror y después mi curiosidad.

—Bueno ahora que me dijeron los apuntaré en mi lista de registros— comentó al momento que sacaba un cuaderno y una pluma para hacerlo así —los nombres de los que trabajamos en este lugar no importan, lo que realmente deben saber es que nos dedicamos a castigar a los pecadores y... ¡Darles un martirio digno del infierno real solo que aquí en la Tierra y un poco antes de mandarlos a su correspondiente círculo,
ajajajja ajajajajaj uhh ajajajja!— dijo enloqueciendo a cada momento mientras se atrevía a revelar por fin lo que había detrás de la puerta de los gritos y... Fue de lo más horrible que haya podido presenciar pero no lo peor; más seres de vestimentas similares tenían a un hombre atado de pies y manos obligado a comer ratas para que estas lo devoraran a él por dentro, otras víctimas de sus abominaciones morían a golpes de látigos, otros carbonizados dentro de un horno, unos cuantos a punto de ser perforados por la doncella de hierro y en fin, un caos apocalíptico en una sola sala y sin una razón para causar tanto dolor. Ya nadie suplicaba ayuda o clemencia, parecía ser que se resignaron a aceptar la crueldad de sus captores, excepto, aquel sujeto que estaba obligado a sacarle los ojos a su propia madre o de lo contrario lo lanzaría al segundo caldero de aceite hirviendo. No supe que decisión tomó al final, quedé impactado viendo la máxima expresión del dolor recordándome a la infancia propia pero la misma voz interrumpió el estado de shock.

—Ahora es su turno. Decidme qué prefieren para que se los aplique al amanecer del nuevo sol naciente—
Jamás olvidaré las palas exactas del verdugo horrendo que nos topamos al llegar y que se abría paso empujando a los otros dos sujetos. Yo los empujé a los tres y cayeron al suelo, me di paso para hallar la salida sin si quiera preocuparme de lo que le pasara o no a la pobre Carmen que corría detrás de mí gritando por ayuda, desesperación que se absorbía por las paredes pues nadie le podía escuchar.

Para cuando logré salir no me detuve, seguí mi huida hasta perderme algunos kilómetros de la vista de quién sea que estuviese a las afueras de la cabaña en medio del bosque. Entonces fue que me percaté de lo impensable, de lo inédito, de lo inaudito, ella, Carmen, no estaba conmigo. En algún momento tropezó sin que me diera cuenta por el apuro y fue condenada a sufrir lo mismo que el resto y... ¿Sabes? El miedo me dejó la sangre helada, la pérdida de mi amiga me dejó adolorido sentimentalmente, el pobre infeliz que lo dejaron en el dilema de hacerle daño a su propia madre o sufrir la tortura y muerte más dolorosas me hizo llorar... Por fin lo hice, luego de tantos años de no sentir nada en mi corazón luego de que mi madre, esperando a mi segundo hermano, por un azar de la vida cayó desde la montaña rusa estando sentada frente a mí... Desde ese tráfico día, jamás me había sentido tan vivo, aunque sea con emociones negativas, horrendas pero... ¡Al menos me sentí vivo!, Más allá de que pretendiese estarlo con placeceres mudos y todo por causa del Bosque Calavera, el bosque de las torturas.

 HISTORIAS DE TERROR de EDUARDO09, 2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora