4. Inside the Castle.

451 50 24
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.





  Alfred ya había puesto ambos pies en el patio de la escalinata. La gente transitaba la plazoleta bien vestida, recorriendo sus rumbos en un ritmo solemne y acompasado. Pareciera un día como cualquier otro para el pueblo del Capitolio. Francis le hizo una seña con la cabeza para avanzar, ambos comenzaron juntos a caminar hasta las escaleras. Se asombró de notar los peldaños hechos de marfil pulido, seguro de jamás haber pisado en un sitio tan ostentoso. En las columnas, había picas negras de mármol e incrustaciones de plata.

  Francis abría conversa sobre lo que Alfred observaba maravillado. Éste se asombraba de lo mucho que el hombre sabía del castillo, luciendo mayor de lo que aparentaba con tantos años de conocimientos. Una visita muy usual, de hecho. Caminaban entretenidos en la charla hasta que ya en las puertas de caoba negras, con una altura de tres metros, los aguardaba un joven vestido muy elegante, con una joya y listones cobalto en su cuello que resaltaba en su color; se trataba de un diamante azul en forma de pica. La inmaculada tela de su atuendo resaltaba la correcta rigidez de su postura y a su vez, se inclinaba en un recibimiento pleno de cortesía.

  Su cabeza lucía un cabello rubio brillante, ondulado y perfectamente peinado hacia atrás. La mirada frontal de ojos verdes claros, cejas marcadas y rubias. A pesar de su sonrisa amable, a Alfred llamó poderosamente la atención notar un tatuaje como de runa tribal trazada en color negro; sobresaltaba debajo de su ojo derecho, especialmente sobre el rubor de la saludable piel clara del joven.

—Parece que te esperan a ti, Cheri. Nos veremos más tarde, lo prometo —susurró Francis, palmeando el hombro de Alfred amablemente; Alfred por inercia estiró una mano que no alcanzó a Francis, el cual dobló en el pasillo desapareciendo tras un cortinado del costado en la puerta. Había sido su único rostro amigo en la última hora desde que llegara al extraño lugar, ahora de nueva cuenta tendría que seguir solo.

  Alfred se detuvo estático en su sitio, por esto mismo, sin saber qué hacer. Ante la atenta mirada del muchacho a un costado de las enormes puertas del castillo, por la cual transitaba discretamente de vez en cuando la gente, se aproximó hasta aquel distinguido caballero que lucía de la realeza. Al menos parecía mantener una sonrisa honesta.

—Le doy la bienvenida al Reino de Picas, Señor.

—Muchas gracias. Eh... Soy Alfred Jones, necesito hablar con su Reina. Creo que me encuentro aquí por error.

  El anfitrión del castillo pareció descolocado.

—¿Usted cree que es un error? —cuestionó apresuradamente, descolocado en su mirada sin dejar de estar reverenciado. Al agacharse, dejó ver en su cuello las peculiares marcas de tres picas negras, en una diagonal.

—¡No! Me refiero... estoy perdido, creo que tendría que ver a la reina de este lugar. Es lo que me indicaron.

  El chico se incorporó y se permitió reír. Claro que solo querría ver a la reina.

Eternalism [Hetalia Cardverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora