2. A New King.

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  Apretó los puños arrancando el césped, solo para cerciorarse de que fuera real

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  Apretó los puños arrancando el césped, solo para cerciorarse de que fuera real. Había despertado hacía rato, pero todavía se tomaba su tiempo para recapitular los hechos y encontrar alguna lógica. Lo consolaba y al mismo tiempo aterraba el hecho de estar seguro de no haber fumado hierba antes de salir de su casa esa mañana.

  Probó moviendo un pie y sintió el hormigueo de antes, pero esta vez desvaneciéndose. Respiró hondo sintiendo el aroma del pasto inglés húmedo que tenía debajo de su rostro. Se hallaba tirado boca abajo como si hubiera caído de un quinto piso; su cuerpo así le dolía y todavía tenía un nudo en la garganta ante tanta confusión. Se incorporó lentamente hasta quedar sentado, mirando fijamente su morral. Le costaba elevar la mirada ya que entre los árboles el sol brillaba más fuerte que de costumbre. Pero no hacía calor, la brisa otoñal acariciaba su rostro colorado de haber estado presionado contra el suelo.

  Con los dedos índices de ambas manos, se refregó las sienes, lo que le hizo caer en cuenta que no tenía sus anteojos. Observó a sus alrededores y los encontró a unos centímetros de donde aterrizó su cabeza. Los examinó y se habían rayado un poco, pero aún parecían utilizables. Buscó dentro de su morral y entre sus libros encontró sus pañuelos de papel y limpió las gafas. Nada se sabía a su alrededor del cuaderno de cuero que había tenido en sus manos o del joven aterrador que no sabía en qué momento se había materializado frente a él. Sabía que lo durmió con alguna droga extraña y lo secuestró de algún modo misterioso, en medio de una biblioteca sin que nadie lo notara y ahora se encontraba en medio de... ¿Un bosque?

  Esto lo extrañó. Pensó que al despertar estaría en una camilla sin uno de sus riñones y se sentía un poco golpeado, pero entero. Sus rodillas y codos raspados, como si de veras hubiera caído, pero feliz de conservar todos sus órganos, al menos. Además, no habían tocado sus cosas; su billetera permanecía intacta, junto a su celular. Lo encendió, pero la pantalla se quebró y lucía en blanco. A lo mejor se había estropeado en la caída.

—Bien, hora de explorar mi País de las Maravillas... —dijo poniéndose de pie.

  Giró sobre su eje explorando en todas las direcciones. Decidió caminar derecho entre los arboles hasta encontrar un camino o alguna señal de humanidad. Empezó a temer que lo alcanzara la noche en medio de la intemperie, ya que no poseía ni un encendedor como para hacer fuego. Sus pasos recobraban firmeza y su postura derecha. Al ser un chico tan alto, su madre le había obligado a caminar sin encorvarse desde pequeño. Recordó que su novia siempre le decía que su forma de andar lo hacía parecer de la realeza, como si estuviera en un nivel superior a los demás. Alfred le recordaba que lo obligaban a usar libros en la cabeza para que caminara recto y evitar que se le hiciera una joroba.

  Medía 1.77cm, era robusto y fuerte. Pero su vida de universitario lo había privado de jugar fútbol americano como solía hacerlo en la adolescencia. Por eso se había vuelto un poco más delgado, perdiendo un poco de la musculatura que tenía de más joven.

Eternalism [Hetalia Cardverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora