El radiante sol de mediodía se alzaba impasible en el cielo, más sus cálidos rayos eran opacados por nubes grises que suavizaban el calor de la tarde y brindaban una fresca brisa que parecía anunciar que la lluvia estaba indecisa entre asomar o no la cabeza entre las nubes. El tranquilo paisaje parecía capaz de embelesar a cualquiera, más para todo hay sus excepciones, y en este caso la excepción era un chico mitad bestia que no podía estar más lejos de la somnolencia, y es que estaba tan enojado que bien podría confundírsele con un animal rabioso. Tenía sujeto por la túnica al monje Miroku, quien había caído al suelo por la fuerza con la que Inuyasha se había abalanzado contra él.
-Ahora mismo me vas a decir que ocurrió entre tú y Sango –demandó con apremio Inuyasha clavando sus dorados ojos llenos de ferocidad en los del monje que intentaba en vano zafarse de las garras del mitad bestia.
-¿De qué demonios estás hablando? –preguntó con dificultad Miroku
-Ni finjas extrañarte, que lo he visto todo –aseguró Inuyasha amenazante-, miré como volviste a poner tus sucias manos sobre Sango, aún cuando ya te había advertido que…
Pero se cayó súbitamente al darse cuenta que Miroku empezaba a reír, lo cual ya era de por si difícil con Inuyasha asfixiándolo.
-¿Acaso párese que te estoy contando algún chiste? –dijo Inuyasha irritado, levantándolo un poco del suelo al jalarlo más por la túnica.
-¿Así q-que estás… enojado por eso? –preguntó Miroku incrédulo y hasta algo divertido a pesar de que le faltaba el aire por la fuerza con la que Inuyasha le sujetaba el cuello de la túnica- valla que e-eres un… idiota Inuyasha.
-¡Repite eso y serás hombre muerto! –exclamó el aludido levantando el puño que tenía libre, listo para asestar un golpe en la cara de Miroku.
-¡He dicho que eres un completo idiota!
Esta vez Inuyasha no se detuvo a pensarlo dos veces y dirigió su puño hacía Miroku, pero para su sorpresa éste lo alcanzó a detener con algo de dificultad, para después hacer uso de su báculo y golpearlo, quedando así libre de Inuyasha, lo que le permitió ponerse en pie y recuperar el aliento. Inuyasha espero a que Miroku se restableciera un poco para después echársele encima, pero antes de que volviera a cerrar su puño Miroku había empezado a hablar.
Ahome se encontraba de pie frente al Árbol Sagrado, no se había movido de allí desde que hablara con Kikyo, trataba de pensar; quería saber que era lo que Kikyo tenía en entre manos para pensar que aún tenía oportunidad de quedarse con el amor de Inuyasha, pero no podía soportar la idea de que lo consiguiera, estaba tan triste y enojada al mismo tiempo que todavía seguía preguntándose cómo fue que se le había escapado el amor de Inuyasha con tanta facilidad, temía que Kikyo usara alguna artimaña extraña para atar a Inuyasha, pero ese era un desesperado intento de su parte por sentirse mejor, pues bien sabía que Kikyo nunca había necesitado utilizar ningún artificio para atraer a Inuyasha, e incluso en varías ocasiones había intentado alejarlo sin éxito, pero ahora todo era diferente, y sabía que la sacerdotisa no pensaba alejar a Inuyasha, sino todo lo contrario. Fue entonces cuando aquel oscuro sentimiento volvió a filtrarse en su alma, inundándolo todo de oscuridad y tristeza, detestaba sentir celos y más aún cuando esos celos los ocasionaba la sacerdotisa Kikyo. Se censuró a sí misma tratando de frenar los negros pensamientos que estaban a punto de estancarse en su cabeza, decidiendo que no podía quedarse sin hacer nada, debía de tratar de impedir el encuentro entre Inuyasha y Kikyo.
Ahome caminó a toda prisa en dirección a la aldea, deseaba con todas sus fuerzas encontrar a Inuyasha antes de que Kikyo lo hiciera y esperaba poder encontrarlo en el último lugar en el que lo había visto, pero cuando llego allí, él ya no estaba. Se dirigió a prisa a la cabaña de la anciana Kaede, pero cuando cruzó el umbral solo encontró a una adormilada Kirara acurrucada entre los dos trozos del Hiraikotsu de su ama; la gatita ni siquiera pareció darse por enterada de su presencia, al igual que tampoco se percató de cuando volvió a salir. La joven sacerdotisa comenzaba a desesperarse y desde lo alto de la colina donde se encontraba la cabaña escrutó la zona en busca de alguien que le pudiera informar donde se habría metido Inuyasha. Su primera opción fue tratar de divisar a la anciana Kaede, pero al no verla pensó que estaría atendiendo a algún enfermo, en ese preciso momento miró una figura conocida a lado del único camino que se dirigía a las afueras de la aldea. Era Sango quien permanecía inmóvil en su sitio. Se preguntó a que debería, pero no tenía tiempo que desperdiciar y comenzó a ir en aquella dirección; le parecía una verdadera ironía que fuera justamente a ella a quien le preguntara por el paradero de Inuyasha y sonrió amargamente al pensar que Kikyo y ella se disputaban algo que ya no les podía pertenecer a ninguna de las dos. Estaba ya a mitad de camino cuando casi se tropieza con algo muy suave.
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"Complicado amor"
FanfictionMe cambie de cuenta y aquí seguiré publicando la historia.