Un Amor Para Lana.

Sentimientos De Ausencia.

Lana aprovechaba sus fines de semana libres para poder hacer sus compras e ir al cine si es que se estrenaba alguna película que estuviera esperando con ansias—era algo friki en ese aspecto—, así que ese sábado se levanto muy temprano y después de darse una ducha y hacer un poco de yoga salió de su casa rumbo a un mercado, de esos que se ponían en las calles, donde las personas vendían las cosas mas frescas y mas baratas, ademas tenía una atención personalizada ya que iba con mucha frecuencia y los dueños de los puestesillos ya la conocían, incluso sabían lo que compraría—La señora del puesto de frutas siempre tenía listos sus arándanos y fresas para cuando ella llegara.

Sólo tenía que caminar un par de cuadras para llegar al lugar y disfrutaba muchísimo cada paso que daba en el camino, ese día había decidido ponerse un bonito vestido que había comprado meses atrás y no había tenido ocasión de estrenar.

Iba cruzando en la esquina de un pequeño callejón cuando un perrito muy pequeño—y muy sucio también— salió corriendo a hacerle fiesta, esperando que a cambió de su show ella tuviera algo de comer que ofrecerle, Lana no tuvo tiempo de retroceder cuando el perro saltó y puso sus patitas sobre la orilla mas baja de su vestido, la única parte que alcanzaba, ensuciandolo,

El perrito—o perrita— soltó un ladrido muy tierno y comenzó a dar vueltas sobre si mismo, algo que a Lana le pareció en extremo tierno.

—Probablemente me arrepienta de esto, pequeñin.—Dijo al tiempo que se agachaba para recoger al perro y poder llevárselo con ella—Y muy seguro que a Minerva no le gustará.

Deshizo su camino andado y fue hacia el veterinario al que llevaba a minerva, para que revisara al pequeño perro y le pusiera sus vacunas.

Tardó mas de lo que esperaba, al parecer el perrito tenía alguno golpes que le daba la gente cuando los molestaba en la calle, también estaba un poco desnutrido por pasar tanto tiempo sin comer, tenía casi dos meses de nacido, era un bichón maltes según el veterinario, después de darle indicaciones sobre su cuidado y recomendarle que alimento debía comprar—sugerencia que ella aceptó sin mayor queja y que compro de inmediato ahí mismo—, ella pudo irse a casa con su nuevo compañero.

El canino pareció comprender que ella lo había adoptado porque en cuanto tuvo ocasión comenzó a lamer su rostro en forma de agradecimiento.

En cuanto llegaron a casa, la gata se erizo y maulló con desagrado al notar al perro—el cual aún no tenía nombre— y Lana simplemente la hizo a un lado, la pequeña bola de pelos necesitaba de forma urgente un baño.

Lo bañó y luego secó su pelo con mucho cuidado y jugó con él cachorro mucho tiempo, era un consuelo tener a sus mascotas en los momentos en que mas sola se sentía.

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Aquel viernes era un día como cualquier otro, las clases de ballet para los más pequeño habían terminado cerca de veinte minutos atrás, Lana estaba descansando un poco después de la clase, estaba sentada en el suelo del salón con el enorme espejo frente a ella, usaba una de sus tantos leotardos negros de Star Wars que Enzo había encontrado en Internet y que le había regalado en su cumpleaños, junto con unas mallas, calentadores y sus zapatillas de punta. 

Habían pasado tres semanas desde que se enteró de que Gianluca salía con alguien más, y ella tontamente aún esperaba que la llamara o por lo menos le enviara algún mensaje, pero él aún no lo había hecho como si ella no existiera, si ella no le escribía el parecía no recordar quien era Lana; por eso había planeado quedarse a practicar El Cascanueces, era su pieza favorita y siempre encontraba algo nuevo para perfeccionar en su interpretación. 

Puso la música en los altavoces y comenzó con su trabajo sin prestar atención al resto del mundo, era por eso que amaba bailar desde muy pequeña, era tan fácil ignorar cualquier tipo de problemas que tuvieras, de olvidarte de todas tu inseguridades, bailar le daba superpoderes, nadie podía tener tanta pasión como ella por la danza, ni transmitir tantas emociones como ella lo hacía.