No todo nacimiento es una bendición.
La mujer daba final a su carga dándole la responsabilidad a la pequeña criatura que en sus brazos acunaba cálidamente como cualquier otra madre, posterior a sus cansadas horas de labor de parto. La pálida piel del niño era porcelánica aun después de su baño y cambio de ropas, era tan suave y frágil que cualquier toque dejaba marca sobre su tez.
Cualquier mujer se sentiría bendecida por un hijo tan deseado como lo había de ser el pequeño de ojos miel, igual que su padre; hombre que no se había aparecido en el sitio durante los largos dos días en los que la dama permaneció en el hospital. Pero esta vez no era el caso, pues su nacimiento conllevaba enormes problemas, primordialmente al infante, antes que a sus propios padres.
Acompañada de su cuñada, la joven llegó a casa donde inmediatamente presentaron al pequeño ante su familia, tíos, sobrinos, abuelos, y el resto del árbol genealógico. No faltaron los regalos, las felicitaciones y sonrisas durante el dia. En ningún momento esa casa dejó de llenarse de alegría, sentimiento que hacia mucho no abundaba en el hogar de la mujer; pero la noche había de caer y con ello la única visita que la dama no deseaba recibir, sin embargo era algo que no podía evadir. Ella había pactado ese trato hace más de diez años.
Aquella figura amorfa, como una sombra que poseía un cuerpo tangible, se acercó lentamente hacia el recién nacido analizando cada parte de su ser, sus pequeños ojitos apenas podían abrirse debido al párpado de leche, pero se notaba que finalmente había encontrado a "su elegido". El corazón de la mujer se alegró interiormente sabiendo que mantendrá a su bebé con vida, después de la pérdida de su primer embarazo a causa de esa cosa que la acechaba esperando a que cumpliese su trato.
El sello pasaba de estar en el hombro de la fémina a marcarse bajo el cuello del crío, quien sin llanto ni susto permaneció pacífico, sin perder de vista aquella enrojecida mirada que paseaba desde su cabeza hasta los pies; las manos del ser amenazaban con el deseo de tocar su frágil piel, pero él no era tonto y sabía lo estúpido de esa acción en algo que ahora le pertenecía.
Después de aquella noche, la mujer no volvió a ver a aquella cosa, pero eso no significaba que se hubiese ido, simplemente aquella marca que le permitía observar lo que el resto no, ya no le pertenecía. Sin embargo podía saber todo lo que él hacía con la actitud de su niño, si corría, si se reía , si lloraba o incluso si llegase a escucharle hablar solo en su habitación, ya todo tendría una explicación.
El pequeño creció sin problema alguno, amigable, humilde, como cualquier niño amado, disfrutaba de la compañía de sus familiares, los primos menores y mayores, con los que compartía tardes e incluso noches enteras, entre juegos y pláticas de cualquier pequeño a esas edades. Las mujeres mayores justificaban al chiquillo con la falta de un padre y, sobre todo con su enorme imaginación.
— que ocurrente eres...— decían las mujeres al escuchar cómo el niño hablaba de lo que él conocía como un "ángel de alas grises", él le había llamado Azael porque esa cosa se lo había dicho en un sueño. Nadie podía decir que era algo más allá que la imperativa mente del pequeño, nadie excepto su madre.
Su quinta fiesta de cumpleaños se festejaba en el patio de la enorme casa, estaba decorado de muchos colores y globos por todos lados. En un sitio tan pequeño como lo era este diminuto pueblo, las fiestas se llenaban de todos los vecinos, por lo que el infante se emocionaba solo de pensar en los juegos y regalos que recibiría. Se había levantado temprano, tomó una ducha y se vistió esperando la hora en que sus amiguitos comenzarán a llegar.
Enorme fue su sorpresa cuando su madre le llamó desde el segundo piso, la mujer sonaba algo asustada, pero la emoción del infante no se opacaba con eso. Llegó hasta donde se encontraba la mujer, sentada al borde de la cama. Le pidió al pequeño que entrase y cerrase la puerta con llave y antes de decir cualquier otra cosa había de asegurarse de un detalle más.
— Cariño, ¿Azael esta contigo ahora? — cuestiono recibiendo una rápida negación de parte del menor, quien con algo de curiosidad reflejada en sus ojos, se acerco aun mas a su madre — ¿estás seguro que Azael no puede escucharme ahora? — volvió a preguntar, a lo que nuevamente recibió una negación
—No mami, Azael dijo que iría a descansar pero que volvería para jugar conmigo y mis amigos — aclaro con su voz chillona sin perder de vista los oscuros ojos de su progenitora — ¿sucede algo, mami? — inmediatamente la mujer borró su semblante serio regalándole una enorme sonrisa a su pequeño.
La conversación cambio de ambiente cuando la madre finalmente compartió su alegría oculta con su hijo, tendría un hermanito dentro de poco tiempo. Los ojos del niño se abrieron por totalidad mostrando un brillo de alegría e inocencia, a la par que prometía con miles de ideas y sueños ser el mejor hermano mayor que jamás hubiese existido. Ante eso la mujer llevó su dedo índice a su boca haciendo que el menor volviese al silencio impregnado de alegría.
— Promete que será un secreto entre nosotros dos, Azael no puede saber de tu hermanita ¿sí? — sin comprender en aquel entonces el porqué de las palabras de su progenitora, sabía que debía ser obediente así que, gestando una cremallera sobre sus labios, guardó el secreto hasta que este duró.
***
Los años marchaban con comodidad, el niño ya había pasado a su adolescencia lleno de sueños y deseos, viviendo cada momento como si fuese el último, siempre acompañado de aquella figura amorfa que le seguía. Azael había comenzado a perder forma según avanzaban los años, ya no era aquel amigable ángel de alas grises, ahora se presentaba de la misma forma que su madre lo había despedido. El único detalle que continuaba en el, eran aquellos rojizos ojos que parecían poseer un fluido río de sangre en ellos.
El chico estudiaba, volvía a casa a cuidar de su hermana, trabajaba para ayudar a la mujer que cuidaba de ellos, y volvía finalmente cansado a casa para continuar trabajando. Grandiosa era sus suerte el dia en que pudiese dormir, pues en sus sueños habitaba un hombre que narraba historias que parecían estar totalmente al azar, pero que apenas el abriera las ojos, todo aquello se cumplía sin excepción alguna.
Gracias a ello y a sus constantes desvelos, las ideas nunca se relajaban en su cabeza, llevándolo crear historias que su madre cree ficticias, puesto que a ella jamás le había sucedido aquello. De igual modo, la mujer perdía la memoria según el joven crecía y a la par que él, aquella chiquilla de la que cuidaba.
Lamentablemente para aquella niña, el chico si se había convertido en el mejor hermano mayor, todo lo que prometió lo cumplió sin una mínima excepción, sin embargo, él no sabía lo trágico y doloroso que es eso. Que alguien te cuide y proteja sin importar distancia o situación, finalmente se convertiría en una dependencia para alguien que haya crecido con esos cuidados, así que, infausto fue el dia en que por la madrugada aquel pilar de la chiquilla terminó por caer y derribar lo que conocía desde su nacimiento.
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En esta historia se toman dos tipos de narrativas.
Una mostrando el presente, el desenvolvimiento de la protagonista.
Otras mostrada en cursivas, que es de lectura o recuerdo
(se mencionará en caso de ser necesario distinguir).
Como extra las negritas mostrarán momentos adicionales que apoyan a la trama.
Además, no se toman en cuenta ni está basada en creencias religiosas de ningún tipo. Las similitudes son meras coincidencias, puesto que no se desea ofender ninguna creencia del lector.
Gracias y...
... Nos leemos en la próxima.
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De La Muerte... Enamorada.
FantasyEl amor suele generar ansiedad a quien lo vive, pues da vida a lo mismo que mata, tal como la rosa de dulce aroma y enormes espinas; sin embargo, se suele mencionar que por locura o naturaleza nos aferraremos a lo mas difícil e inusual sin importar...