El fondo de pantalla siniestro

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Durante los años que siguieron tuvieron a esas torres como un fondo de pantalla de muchas horas de juegos.
En la vereda de enfrente, los terrenos baldíos eran el escenario de todos los juegos infantiles. Historias de piratas con espadas de madera, soldados rescatando pueblos esclavizados por alemanes implacables, exploradores de territorios hostiles con caníbales, dinosaurios, y monstruos de pantanos imaginarios.
Pero sobretodo, eran el estadio perfecto de nuestros picados de fútbol. Enfrentamientos con otros barrios y sueños de gloria. Derrotas humillantes y consuelos mentirosos. Todo tenia ese paisaje lejano de un universo limítrofe. La calle que separaba la inmensa mole del terror de nuestro paraíso era un río correntoso e infranqueable. El paredón era una cordillera. Y todos teníamos la precaución inconsciente de jugar con la lejanía necesaria para que la pelota no nos obligara a acercarnos.
Las torres eran la imagen sobresaliente de una fabrica que tuvo épocas de gloria, una siderurgia con muchos empleados que batía records de producción y marcaba un progreso para buena parte de la comunidad, políticas económicas y empresariales llevaron a su vaciamiento y quiebra.
Historias de obreros accidentados y sus fantasmas custodiando los edificios, no hacían mas que alimentar las pesadillas de quienes nos atrevíamos a soñarla.
Historias de dolor y frustración y el silencio de la verdad sobre las causas, sumada a la remota esperanza de una reactivación y resurgimiento.
Una de esas tantas cuñas en la vida obrera de nuestro país.
Así era ese tenebroso sitio, un purgatorio del cual debíamos mantenernos alejados. Verlo desde la lejanía de nuestra inocencia como el lugar mas prohibido para nuestra supervivencia.

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