Primer encuentro con el purgatorio

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Ninguno quería entrar primero, discutimos un poco, como esperando que algún argumento nos hiciera desistir de usar la entrada. Pero era inevitable, nadie iba a quedar como el cobarde que sugirió no entrar.
Así que Cláudio tomo cuatro palitos del piso, corto tres al mismo tamaño y uno visiblemente mas corto, emparejo las puntas que sobresalían de su puño y estiro su brazo hacia nosotros. Carlitos saco el primero, era largo.
Gustavo se apuro a sacar otro, también era de los largos. Me tocaba a mi, me temblaba la mano. Iba a sacar el de la derecha pero a último momento cambie por el otro. Cláudio agrando los ojos como huevos. Miro a los demás y el miedo se expresaba en sus gotas de sudor. Miraba incrédulo el palito corto en la palma de su mano.
No demoro en tirarse de panza e introducirse en el pequeño hueco, lo siguió Carlos, a Gustavo le costo un poco porque era el mas corpulento del grupo. Cuando me toco a mi cerré los ojos, poco falto para que diera la cabeza contra la pared. Espíe hacia adentro y solo vi pastos altos. A medida que entraba descubría que el terreno que tenia enfrente se elevaba. Era como entrar por la parte inferior de una fosa que rodeaba el terreno. No escuchaba a los chicos del otro lado e imaginaba que ya estaban muertos, engullidos por alguna criatura extraña. Pase del otro lado y me puse de pie. La colina era mas alta que yo. Así que trepe hasta lo alto y vi los edificios, las torres y un montón de fierros desparramados aquí y allá. Ventanas rotas a mi derecha, del lado de Avenida de La Plata un frondoso cañaveral. Que tapaba el paredón de ese lado.
A la izquierda las torres, por primera vez veia las columnas que la sostenían, en todo el predio no había tanto yuyo como en el perímetro.
Estaba parado enfrentando al lugar que tantos miedos me había causado, pero no me dio la impresión de algún peligro acechando.
Los chicos no se veían por ningún lado, empecé a caminar hacia las torres, quería saber que ocultaban.  En el predio había tanques vacios, pedazos de mampostería desperdigada. Columnas de cemento desde donde salían los caños que distribuían la energía eléctrica.  Algunos tramos de cables aun se conservaban. Escaleras de hierro empotradas en las paredes y partes de maquinas cubrían la zona, algunos árboles frondosos y otros raquitiquitos y sin hojas, quizás muertos desde hace mucho. No quería llamar a los gritos a los chicos, porque no sabia si alguien cuidaba el lugar. Lo mejor era moverme con sigilo. Cuando vieron que me alejaba, los chicos empezaron a salir de los escondites improvisados, entre escombros y árboles. Se reían alegando un supuesto miedo que me atribuían para justificar su intento de broma. Corrieron hacia mi y me acompañaron hasta la primera torre. Nos asomamos entre las columnas y vimos que abajo una capa liquida cubría la superficie. Era una capa espesa de color negro. Parecía petroleo o brea. Tiramos unas piedras y fuimos a ver la otra torre. El panorama era el mismo. No había ninguna hoguera de brujas, ni monstruos de pantanos. Empezamos a recorrer el lugar, había mucho por ver.
Esta vez el que hizo un descubrimiento fue Gustavo. Nos acercamos a ver de que se trataba y quedamos entusiasmados con la novedad.
Se trataba de una entrada en el piso de unos dos metros cuadrados de boca, con unas escaleras como las que están en los bordes de una pileta.
Tendría uno dos metros de profundidad y en dos de sus paredes tenían entradas a unos túneles uno hacia atrás nuestro y otro en dirección hacia 12 de octubre. Sabíamos que debíamos entrar, que era una oportunidad de vivir una aventura verdadera. Bajo Cláudio y nos dijo que se veían lo que parecían ser otras entradas. Gustavo tomo una rama larga para usarla a modo de bastón en las partes mas oscuras. Carlitos se negó a entrar y dijo que iba a ir por arriba para ver desde las otras entradas. Bajamos Gustavo y yo y empezamos a recorrer el túnel que iba hacia 12 de octubre. Era el que dejaba ver otras salidas. A medida que avanzábamos se hacia todo mas oscuro. Nos dijimos que la próxima deberíamos traer linternas. Era evidente que ya habíamos perdido el temor. De repente Gustavo que iba adelante nos detuvo. Delante nuestro había un pozo, con la vara intento tocar el fondo, pero no llegaba a tocar la base. De haber seguido podíamos haber caído en plena oscuridad hasta una profundidad desconocida. Tanteando con la vara vio que los bordes que rodeaban al pozo tenían un ancho apropiado para pasar pegados a la pared. Cláudio y yo no teníamos vara así que avanzamos con precaución mas allá de los limites del pozo. Seguimos adelante con mas precaución pero con una emoción a flor de piel. Estábamos cerca de la siguiente salida cuando escuchamos un grito. Reconocimos la voz de Carlos y sin precaución alguna comenzamos a correr. Fui el primero en llegar a la escalera. Subí rápido esperando lo peor. Y así fue...
Carlos se reía y me mostraba unas revistas con una euforia desmedida. Salieron los otros y miraban con sorpresa y cierto enojo. Eran unas revistas con mujeres desnudas. Todo un tesoro para nosotros.
Nos prometimos volver a los túneles con linternas para ver todo su recorrido.
Carlos nos mostró el galpón de la fabrica paralelo a la avenida 12 de octubre. Para llegar a él tuvimos que cruzar la calle que daba hacia la entrada. Cruzamos agachados por temor a que hubiera algún tipo de vigilancia. Ya dentro del galpón notamos algo que contrastaba a simple vista del paisaje de abandono general. Eran dos bolsos de cuero de carteros. Muchos sobres abiertos  desparramados y cientos de tarjetas navideñas y cartas personales. Nos pusimos a leer algunas esperando encontrar algo gracioso o dramático para compartir. Pero eran mas bien formales y con saludos y buenos deseos. Era evidente que hacia rato que estaban ahí. Tenían fecha del año anterior. Fue entre esas cartas que Carlos había encontrado esas revistas. Gustavo fue el primero en notar que se estaba haciendo de noche. Así que decidimos salir rápido y planear nuestra próxima visita.
Cuando terminamos de cruzar la calle de ingreso. Vimos que detrás del portón los faros de un vehículo iluminaban hacia adentro. Sentimos el sonido del portón y corrimos hacia la salida secreta. Una vez afuera nuestros corazones no bajaban su ritmo frenético. Pero estábamos felices de haber encontrado un nuevo universo

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