La vida de Harry Potter no era ni de cerca lo que alguno de los que lo conocieron de chico se hubiese imaginado, pero él estaba feliz con eso, disfrutaba de una vida holgada, divertida, sin mayores preocupaciones y sobre todo, alejada de los recuerdos de una guerra que hacía mucho había enterrado en el pasado.
Abrió la puerta de su cómodo departamento en New York dejando caer las pesadas maletas. Volvía a casa después de un mes de cumplir un apretado itinerario por varias ciudades del país, pero no podía quejarse, lo había disfrutado y su cuenta bancaria también.
—Entonces, ¿vamos a ir a cenar o prefieres que pidamos algo?
Harry se dejó caer en el sofá y observó a Draco imitarlo en el sillón frente a él.
—Realmente se me antojan unas hamburguesas —dijo Harry—. Hemos cenado en restaurantes de primera clase todo el mes.
—Y extrañas lo común. Nunca vas a cambiar Potter.
—No te quejes. Voy a cambiarme y podemos caminar un poco y ver a dónde comer —contestó Harry poniéndose de pie—. También he extrañado usar jeans.
—No lo dudo, Harry.
Draco soltó una risa resignada y se aflojó la corbata. Había sido un mes de locos, cumpliendo con todas las citas pactadas en las principales librerías del país.
En ocasiones era tan extraño creer que esa fuese su vida, después de todo lo que había tenido que pasar en sus años de adolescencia, por aquel tiempo había estado convencido de que moriría en la guerra; podía recordar con claridad todos aquellos años de interminables insultos y odio real hacia Harry y sin embargo, aquí estaba, más de diez años después, viviendo más tiempo en el mundo muggle que en el mágico y siendo el editor de Harry Potter.
Había abandonado Londres cuando decidió que lo mejor para él era vivir por su cuenta, lejos de sus padres, del lodo sobre su apellido. Había estudiado una carrera que no tenía nada que ver con los negocios de los Malfoy, ni en sus peores pesadillas se imaginó que terminaría estudiando Filosofía y Letras en una universidad muggle, y ciertamente no había sido fácil, pero se sintió reconfortado cuando el éxito comenzó a sonreírle, él tenía el capital para invertir y New York estaba lleno de jóvenes autores anhelando que alguien pusiese sus ojos en ellos. Su padre tuvo que aceptar que aunque no aprobara sus métodos, ni su estilo de vida, Draco desde la distancia le había devuelto el prestigio y la posición social a su familia.
Por su parte, Harry se había ido de Londres al cumplir los diecinueve años y eran pocas las veces que había regresado. Se había establecido en New York y aunque nunca se había alejado lo suficiente del mundo mágico, pasaba la mayor parte de su tiempo entre muggles. Entró a una universidad muggle en Estados Unidos que ofrecía mayores carreras que las limitadas opciones que tenía en Londres y fue en su segundo año en que se topó con Draco Malfoy. Al principio sus encuentros habían sido esporádicos, pero estar en la misma facultad por azahares del destino no era de mucha ayuda para mantenerse distanciados. Así que tal vez fue la cotidianeidad, el hecho de ser dos magos moviéndose entre muggles o la lejanía del hogar, pero terminaron entablando una amistad que se había fortalecido con los años, sobre todo cuando Harry terminó su primer libro y fue Draco quién se encargo de ir de hacer los contactos con una editorial para que lograse publicar el manuscrito. El segundo libro de Harry fue publicado por la pequeña, pero rentable editorial que Draco había abierto en la ciudad y Harry era el único del pequeño grupo de autores, al que Draco editaba y representaba directamente.
Harry volvió vestido con sus acostumbrados jeans y zapatillas y Draco se quedó contemplando la figura de su amigo más de lo necesario. Nunca lo aceptaría pero la verdad es que le encantaba verlo así, relajado, informal, en confianza con él.
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Cuatro Días
FanfictionHarry Potter es un escritor que vive en New York. Draco Malfoy es su editor. Su vida tranquila y alejada del mundo muggle que los vio crecer se verá afectada cuando el mejor amigo de Harry, Ron le informe que va a casarse con Daphne Greengrass. Harr...