Capítulo 4

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Harry salió de la central de trasladores sintiéndose un poco vacío. La boda era al día siguiente y comenzaba a sentir la ansiedad de las horas pasando. Al menos con Draco a su lado había estado distraído y no podía negar que se sentía apoyado.

A paso lento se dirigió a su hotel; por la noche sería la despedida de soltero de Ron y se iban a reunir con los chicos en Las Tres Escobas, así que tenía un poco de tiempo para tumbarse en la cama y pensar en la que sería su última jugada y tenía que ser efectiva porque iba con el tiempo en contra.

Para su sorpresa, cuando llegó al lobby del hotel se encontró con Ron esperándolo ahí, tenía un semblante serio y a Harry se le detuvo el corazón por un momento.

— ¿Ya se fue Malfoy? —preguntó el pelirrojo acercándosele.

—Sí —contestó Harry—. Pensé que nos veríamos en Las Tres Escobas en la noche.

—Vamos... quiero pasar la última tarde antes de la boda contigo —sentenció Ron jalándolo por el codo.


Harry no preguntó a dónde se dirigían, sólo se dejó llevar por la plática simple de Ron y el ruido de las calles de Londres, dejándose envolver por la nostalgia de esas calles que realmente nunca había tenido oportunidad de conocer del todo. De pronto se vieron invadidos por el silencio, Harry sabía que Ron estaba muriéndose de ganas por preguntar, que no se había creído del todo la mentira, pero él no estaba seguro de querer mencionarlo.

Llegaron al embarcadero de Waterloo y Harry pensó por un momento que a Ron se le ocurriría subir al London Eye, pero Ron había tenido planeado ese momento con Harry con anticipación, tal como lo demostraron los boletos para uno de los pequeños cruceros por el Río Támesis. Habían llegado algo temprano, así que se quedaron cerca de la zona de embarque, viendo a la gente pasar y el silencio entre ellos comenzó a volverse doloroso.

— ¿Dónde está tu sortija? —preguntó de pronto Ron.

—Se la devolví a Draco —contestó Harry apesadumbrado—. Él, él no es mi novio, Ron.

— ¿Terminaron?

—No... —suspiró Harry—. La verdad es que... somos amigos, pero él... él vino a buscarme y a pedirme que lo intentáramos y luego te lo quise contar, pero todo se complicó y no pude dejarlo en ridículo delante de todos.

Harry no podía creer la forma en que su mente maquinaba salidas y mentiras durante los últimos días, quería creer que era debido a su profesión, que su capacidad de inventarse mentiras era porque pasaba sus días inventando historias para sus libros. Aún así no dejaba de resultarle irónico, el Harry de la adolescencia ya habría terminado enredado en sus propios cuentos, aunque la verdad era que ese Harry ni siquiera habría tenido la opción de inventarse todo eso, quizás era más inocente o tenía más fe en las personas, pero siempre se le dificultaba mentir y cuando lo hacía terminaba sintiéndose mal. No había duda que los años no habían pasado en vano.

—Quizás... quizás deberías, ya sabes... darle una oportunidad —dijo Ron un tanto nervioso—. Después de todo, él vino por ti y se nota que le interesas.

—No, no creo que funcionaría —contesto Harry—. No cuando él es tan diferente, cuando no puedo evitar compararlo con el chico que marcó mi vida.

Las mejillas de Ron se sonrojaron y luego clavo sus ojos azules en el rostro de Harry.

—Es curioso, porque cuando me dijiste que estabas comprometido con Malfoy, yo... —soltó una risita nerviosa— yo me sentí... es completamente absurdo, pero tenía celos.

El corazón de Harry comenzó a latir a mil por hora, ¿habría llegado por fin el momento que tanto estaba esperando? Intentó calmarse y poner toda su atención en lo que Ron estaba diciendo.

—Supongo que siempre será así, de alguna manera. Hoy te apareces con Malfoy, de entre todos los tipos del mundo y yo sólo podía pensar en que Malfoy me odia y en que iba a perderte. No me hagas caso, sé que es estúpido.

—No —dijo Harry—. No lo es y... eso no va a pasar, Ron.

El pelirrojo sonrió y Harry quería jurarle en ese momento que nunca iba a alejarse de su vida, que él estaba dispuesto a arriesgarse, a dejar todo atrás... todo. No sería fácil, él amaba su vida en New York, a sus nuevos amigos, vivir lejos del mundo mágico, pero seguramente se adaptarían, incluso Ron y Draco se volverían amigos con el tiempo... o eso esperaba Harry, porque no estaba seguro de querer sacar de su vida al rubio, Draco era su mejor amigo ahora, aunque Ron también lo era, pero de formas distintas, Draco formaba parte de su vida, conocía cosas de él que ni el mismo Ron sabía y había estado a su lado en todos esos años, apoyándolo de esa manera tan peculiar que Draco tenía para hacerlo. Pensar en todo eso comenzó a ponerlo aún más ansioso, así que Harry intentó concentrarse en Ron. Estaba ahí con Ron, no entendía por qué había terminado pensando en Draco, a pesar de que eso le sucedía bastante seguido.

Volvió su atención a Ron cuando lo vio haciéndole una seña. Era momento de subir a la embarcación.

El recorrido por el Támesis duraba unos cuarenta minutos. Ese era el tiempo que Harry tenía. Cuarenta minutos para darle un giro a todo, si no lograba hacerlo en ese momento sería mucho más difícil con la despedida en la noche y la boda al día siguiente. El guía de turismo comenzó a dar una amena explicación del recorrido, pero ni Ron, ni él estaban interesados en escucharla así que se dirigieron a un extremo del crucero para apreciar el paisaje y alejarse un poco de la multitud.

—Me sorprende que hayas planeado venir aquí —comento el moreno.

—El Callejón Diagón está lleno de periodistas, saben que la boda es mañana y no dejan de buscar fotos —dijo Ron— y yo quería que pasásemos un momento a solas, sin ser interrumpidos. Aunque tú ya debes estar acostumbrado a los periodistas, con tus publicaciones y las entrevistas.

—No es lo mismo, sólo soy un escritor de libros, no me siguen por las calles y la gente no suele reconocerme... veo a la prensa cuando es necesario y luego tengo una vida bastante normal —confesó Harry—. En ocasiones algunos niños me piden tomarse una foto conmigo pero no sucede muy seguido.

—Estoy orgulloso de ti, de lo que has hecho con tu vida —dijo Ron—. Últimamente no he podido dejar de pensar en eso, en nosotros.

—Hemos pasado por mucho, tú, Hermione y yo.

—Sí, pero... es más que los días de escuela y huir de mortífagos, ¿sabes? —Harry asintió— Sé que no debería decirte esto, menos ahora... tú fuiste el amor de mi vida, Harry. He estado nervioso estos días porque me di cuenta que quizás será la última vez que estemos los dos solos.

—No, Ron...

—Sí —continuó Ron interrumpiéndolo—, luego seremos Daphne y yo y quizás tú con Malfoy o cualquier otro chico que logre conquistarte...

—Claro que no —insistió Harry sonriendo—. No te olvides de la aventura que tendremos cuando te rapte un fin de semana a Las Vegas.

Ron sonrió y se acercó más a Harry, quién intentaba ocultar que las manos le temblaban, se sentía rebasado por el momento, sobre todo porque no sabía a dónde intentaba llegar Ron con todo eso.

—Es aterrador —dijo Ron—. Uno se pasa la vida buscando a esa persona y luego se compromete y es lo que más deseas pero después, cuando el momento se acerca quieres huir... y te olvidas que es lo que habías estado buscando.

Harry quería gritar, sentía que era el momento, Ron estaba sacando sus dudas ahí mismo, quebrándose en pedacitos y era su momento para recogerlo y cobijarlo. Sin embargo, se quedó quieto, incapaz de actuar o moverse.

—Tú y yo ya no somos los mismos de la escuela, ya no nos quedamos sin poder hablar frente a otra persona —mencionó el pelirrojo—, pero tampoco somos, con otras personas, no somos de los que dicen amor muy a menudo. —Harry asintió perdido en el azul de la mirada de Ron. —Daph dice que cuando amas a alguien se lo dices, en ese momento, en voz alta, de lo contrario el momento...

—Pasa de largo —terminó Harry.

—Pasa de largo, sí —asintió Ron.

Se quedaron en silencio unos segundos, mirándose a los ojos. Harry ni siquiera era capaz de escuchar la voz lejana del guía de turismo, ni los ruidos de los niños en la embarcación, sólo podía escuchar a su corazón bombeando fuerte y rebotándole en los oídos y no podía concentrarse en otra cosa que en el rostro de Ron. Sentía las palabras en la garganta, en ese momento, tenía que decirlas, tenía que arriesgarse, pero la voz de Draco llenó su cabeza, diciéndole que haga lo correcto, la cínica voz de Draco que era una constante en su vida, tanto como sus ojos grises y su cabello tan rubio. Harry cerró los ojos un momento al recordar a su amigo y cuando los abrió Ron ya había cambiado de postura, ya no lo miraba como si el tiempo se hubiese detenido. El momento había pasado de largo.

Harry respiró hondo, intentando calmarse, maldiciéndose mentalmente por no haber sido capaz de decir algo.

—No tenemos una canción —dijo de pronto Ron—. Daphne y yo, no tenemos una canción, espero que no sea una mala señal.

Cuatro DíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora