Capítulo 5

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El ambiente en Las Tres Escobas era festivo, Harry observaba todo desde la barra, donde una emocionada Madame Rosmerta no dejaba de mencionar lo contenta que estaba volver a ver al Niño que Vivió después de tantos años. Harry le regalaba algunas sonrisas condescendientes pero su atención estaba puesta en sus amigos que iban llegando al lugar poco a poco. Neville, Dean, Seamus rodeaban a Ron y brindaban sin tregua, aquella noche prometía terminar en una borrachera épica.

Los mayores de los Weasley estaban sentados en una mesa con Lee Jordan y otros chicos que Harry no conocía. No en vano habían pasado diez años desde la última vez que había estado reunido con todo ellos, Harry no dejaba de sentirse fuera de lugar. Sin ser notado se escabulló fuera de la vieja taberna, en ese momento deseaba como pocas veces tener un cigarrillo, pero no había traído ninguno. Tomó aire profundamente, disfrutando de las luces de la noche, de la calidez de Hogsmade y la lejana visión de Hogwarts que se alzaba entre la neblina. Tenía tantos años sin ver el lugar donde pasó los momentos más importantes de su vida.

En Hogwarts no sólo había conocido la verdad de su origen, también había encontrado un hogar y amigos verdaderos a los que tenía la suerte de mantener a pesar de la distancia y el tiempo. En ese mismo pueblo en el que se encontraba ahora, había paseado con Ron y Hermione en días de disfrute y luego metiéndose en más problemas de los que quería recordar. Se dejó envolver por la nostalgia, recordando el aroma de los pasillos del viejo castillo, donde había aprendido sus primeros hechizos y luchado sus primeras batallas. Sonrió al recordar que muchas de esas batallas fueron contra Draco y de pronto la conversación con Hermione volvió a su mente, al igual que la necesidad de comunicarse con Draco. Metió las manos a los bolsillos para buscar el celular y ver si por fin lograba hacerlo funcionar, pero lo que encontró en su abrigo fue más bien la pequeña caja aterciopelada que aquella misma mañana Ron le había dado cuando se probaba la túnica. Había olvidado que la tenía ahí, la abrió con solemnidad y pudo ver los aros que en pocas horas Ron y Daphne iban a intercambiar, aún no podía creer que Ron le hubiese confiado algo tan importante, y es que claro, Ron no tenía idea de todo lo que estaba pasando en el cúmulo de emociones que era Harry en ese momento. Tomo el anillo más pequeño en sus manos, era de delicado oro blanco rodeado de brillantes, el de Ron era del mismo material pero tenía un grabado en lugar de las piedras preciosas, era bastante más masculino y menos ostentoso. Harry se imaginó que de ser las cosas distintas, así podrían ser las alianzas que podría intercambiar con el pelirrojo; pensando en eso, Harry se puso el anillo de Ron, observando embelezado por varios minutos como su mano lucía aquella joya que no le pertenecía.

— ¡Hey Harry¡ —escuchó la voz de Seamus acercándose a buscarlo.

De prisa, Harry intentó quitarse el anillo y regresarlo a su lugar pero este se quedó atascado en su mano, apretando ligeramente su dedo en un claro recordatorio de que las manos de Ron eran un poco más delgadas que las suyas. Nervioso metió la mano al bolsillo a tiempo antes de que seamos hiciese su aparición y lo arrastrase de vuelta a la pequeña fiesta.

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Algunas horas más tarde los chicos seguían disfrutando de las bromas y las viejas anécdotas, bebiendo whiskey de fuego acompañado de enormes risotadas. Harry no había bebido mucho, pero lo suficiente como para sentirse un poco tonto y a cada minuto que pasaba se sentía más ansioso. El anillo de Ron le presionaba el dedo hasta el punto de causarle un ligero dolor y su mente no dejaba de comparar la presión que sentía con lo cómodo que había sido usar el viejo anillo de los Malfoy esa mañana. Draco. Una vez más sus pensamientos lo dirigían a su amigo y entonces Harry volvía a tener la necesidad de hablar con él, de contarlo lo sucedido con Ron en el Támesis, de dejarse consolar por las irónicas frases a las que tanto estaba acostumbrado.

Cuatro DíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora