Mi regazo

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No te he olvidado,

samaritana inmensa

de las noches de Vega.

Aún recuerdo

la cantina perdida

en aquel desolado

Valle de las Cenizas

-qué ansia humana

de nombrar los desiertos-,

y vuelvo a tu regazo

hecho de humo

de cigarrillo amargo,

a tu mirada insomne

y arrojada

hasta el oscuro fondo

de mi alma.

No, no olvido

cómo me sostuviste

en esa hora maligna

cuando todo se anega

en tinieblas y alcohol.

Y todavía recuerdo

cómo te contuviste

el corazón

para no enamorarte

de mis estrellas muertas

mientras me dabas vida

con tus labios expertos.

Te quedaste esa noche,

dulce reparadora,

más yo no podía ser,

tan cometa errabundo,

quien cerrase tu círculo,

igual de congelado.

Dónde estarás ahora,

entre esta multitud

de soles que navego...

Necesito otra vez

el firme suelo

de la vieja cantina,

la música suave,

la tenue luz dispersa,

tu mano protectora,

el calor de tus ojos

traspasado a mi pecho

y aquel ofrecimiento

tan desnudo y completo.

Cuaderno de Bitácora de Víntor CraeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora