No hay destino

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No hay destino.

Aquel campo de espigas,

milenario,

de la infancia del hombre,

se agostó en el escarnio

de tantas multitudes.

Hoy, el vacío estelar

apunta a nuestros huesos,

señala al corazón

el polvo cósmico,

la negra noche,

la ausencia de caminos.


Cuando los horizontes

se compactan y crujen,

despreciando la sangre intercalada,

y una inmensa marea

nos arroja de vuelta

como a niños perdidos

en los antiguos bosques,

sabes que no hay destino

aunque lances los ojos

a todas las esferas.


La mirada terrena

eleva su plegaria

a la vela dorada

que rasga las estrellas,

más sin la paralela del Norte,

no hay templo,

ni una estatua yacente

que señale

la puerta sideral,

pues no hay destino alguno,

no hay destino.

Cuaderno de Bitácora de Víntor CraeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora