Siento tus manos alrededor de mi breve cintura, apretando, sujetándome, volviéndome presa de ti y yo, sin queja alguna, sucumbiendo ante el deseo que se apodera de mí a éstas alturas de la noche. El alcohol desapareció en el momento en que sentí tus labios sobre los míos y tu mano bajo por mis jeans, la lucidez me atacó y no puedo estar más consciente que ahora.
Los gemidos salen sin control de mi garganta y me es imposible no pedirte más, me fascina lo que haces con tu boca, me encanta cuán experta eres en estas cosas.
Mis manos se aferran a las blancas sábanas y mi cabeza se entierra en las almohadas, un lenguaje prohibido se apodera de mí y lo único que hago es gemir, porque es la única manera de expresar la dichosa satisfacción que en éstos momentos estoy sintiendo.
Siento tu lengua subir y bajar causando en mí el descontrol absoluto, estoy al borde de la locura; quiero más de ti. Apreto mis piernas alrededor de tu cuello en busca de profundizar el contacto y conseguir más placer, si es que eso es posible.
Tus manos queman mi piel, mi pecho está a punto de explotar y mis ojos se cierran violentamente, mi boca entreabierta soltando jadeos, gemidos, quizás gritos por estas sensaciones que me haces sentir. Me vuelves loca con el más simple contacto.
—Más...— suplico.
Estás aquí para complacerme, has dicho. Quiero que lo hagas, que satisfagas mis ganas y que me lleves al clímax para poder sentirme tuya.
Aunque ya lo soy; soy completamente tuya.
Estoy al borde, lo puedo sentir. La presión en mi vientre, el cosquilleo en mi estómago y el calor en mis mejillas... Y exploto, por fin. Llenando tus labios de mis jugos, de mi elixir y siento cómo recorres mi intimidad entera en busca de saborear hasta la última gota.
—Te amo, Freen...— escucho que susurras, me siento completamente extasiada, más que satisfecha.
Siempre, ésta divina sensación la obtendré sólo contigo.