-No... No creo que sea buena idea.- hablé y pude sentirte suspirar por el auricular, como si estuvieses a mi lado. Podía ver tu rostro de frustración, tus ojos cansados con ojeras profundas por las horas sin sueño. Tus labios quebrados por el estrés y esa manía tuya de morderlos cada dos por tres, tus ojos cristalizados porque así se ven cuando te sientes perdida y tu piel blanca... Tan blanca como las hojas de papel en las que plasmo mis vagos intentos por dibujarte; por capturar esa hermosura abstracta de la cual eres dueña.
-Está bien... Piensalo, de verdad quisiera pasar la noche contigo. He estado pasando las noches en vela, no sé qué pasa de verdad... - admitiste, agobiada. - Me encuentro exhausta física como mentalmente. Los... Los calmantes no me ayudan y siento una impotencia desgarradora, quizás tenerte a mi lado me ayude; siempre lo hizo.
Lo reconsidero por un momento, imágenes de mí entre tus brazos pasan por mi mente en cuestión de segundos, burbujas volando en las que se ve reflejada la imagen de las dos, tú rodeándome con tus brazos y yo reposando sobre tu pecho, escuchando tu corazón palpitar, lento y tranquilo hasta caer en los brazos de Morfeo quién nos llevaría al mundo de los sueños profundos.
-Quizá... Freen, debo irme. Te hablo en un rato. - otro suspiro de tu parte y no puedo evitar sentirme mal ante mi acto de cobardía, claro que puedo ir contigo, pero el miedo de llegar a amarte me carcomía. Más que miedo, siento terror puro a ser lastimada de nuevo.
Escucho la puerta de entrada cerrarse y pasos acercarse a mí, siento brazos suaves pero fuertes rodear mi cintura y la incomodidad me invade al instante en que siento su mentón apoyarse sobre mi hombro.
-¿Como estás?- pregunta y yo sólo quiero salir corriendo.
Me es imposible disimular el hecho de no sentirme a gusto entre sus brazos y unas ganas por tenerte a mi lado me dominan, me siento abrumada y sólo quiero echarme a tus brazos.
-Debo... Debo irme, me siento mal y hoy creo que iré a casa de mi madre.- digo sin titubear con la mirada perdida y safándome de sus brazos entre pasos torpes y descuidados. Su rostro de confusión y desilusión no me sorprende; ya sabe que he mentido pero no me detiene y hasta parece comprender mi necesidad de estar contigo.
Sólo asiente y baja la cabeza, la culpa se cruza en mi camino y vuelvo para dejar un casto beso sobre sus labios, pero lo siento sincero, como una disculpa por hacerla pasar por tan mal rato.
Salgo corriendo despavorida hasta mi auto y lo arranco lo más rápido que la maquinaria me permite, encuentro inexplicable éste sentimiento de necesidad del cual soy víctima en éstos momentos y no puedo pensar con claridad, ¿desde cuándo me volví dependiente de ti?
Por fin llego después de cometer faltas mientras manejaba, una que otra infracción pero había llegado a mi destino, pero al llegar y al divisar tu puerta de entrada no puedo evitar pensar lo que hago y meditarlo y es que a éstas alturas todo ésto ha sido fruto de impulsos irracionales en cuanto a un pequeño capricho mío. Tomo mi teléfono y mis manos tiemblan, marco tu número y espero que no contestes... Pero lo haces, para mi desgracia.
-¿Beck?- tu voz grave y ronca me hace estremecer y la mandíbula la siento como gelatina.
-Estoy en frente de tu puerta de entrada, apunto de tener una crisis nerviosa y debatiéndome si entrar o dar la vuelta a casa para estar con mi esposa a la cual le he sido infiel... Ayudame a decidir.
El silencio consume la línea y cuando voy a pronunciar tu nombre en busca de una señal, la puerta de tu entrada se abre dejándome verte, pareces más pálida de lo normal.
Corto la llamada y guardo el teléfono en la guantera, bajo del auto y camino hacia ti, me sostienes entre tus brazos en un abrazo reparador, juntas mis piezas y conviertes todo lo malo en tranquilidad.
-Vamos adentro... Es hora de dormir.- susurras, y por fin, después de incontables semanas sin conciliar el sueño, fuimos capaces de descansar.
Juntas y seguras, en los brazos de la otra.