Una oportunidad más.

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Acomodo el ramo de rosas en el jarrón de centro de mesa hasta que me convence su posición. Todo tiene que estar perfecto para ésta noche, la mesa estaba hecha y en diez minutos tendría que ir por ella a su oficina, sería una sorpresa. Reviso que la comida esté lista de modo que al llegar sólo deba servir todo.

Me quito el delantal y reviso la hora; ya tendría que ir saliendo.

Me pongo a pensar en todo el tiempo que hemos pasado como pareja, dos años y nueve meses juntas. Con altos y bajos pero siempre juntas.

Cuando la conocí me pareció un tanto escandalosa pero cuando me di la oportunidad de conocerla me cautivó por completo. La forma en la que me hacía sentir, lo mucho que me hacía reír y su hermosura; era algo maravilloso.

Estaciono el auto y puedo ver que las luces de su oficina están encendidas gracias a la fachada de cristal que posee el imponente edificio; quién lo diría. Una chica de tan sólo veintidós años, dueña de un edificio entero de veinticuatro plantas con una carrera en pleno ascenso y una vida por delante.

Atravieso las grandes puertas de cristal, saludo al guardia y a los chicos de recepción quienes ya me conocen después de dos años frecuentando el edificio. Subo al ascensor y presiono el botón que me llevará al último piso. Espero mientras una ola de nerviosismo y malos presentimientos me ahogan de repente, algo estaba mal.

Opto por no prestarle atención a mis ocurrencias y sonrío, espero no le moleste la sorpresa.

Cuando las puertas del ascensor se abren me dan paso a la gran oficina de mi novia y puedo ver que las cosas de su escritorio están desparramadas por el suelo, lo cual me parece raro debido a su obsesión por el orden. Camino en su busca y maldigo a ésta mujer por gustarle los lugares grandes.

Escucho una voz y es la de ella... Hablándole a otra mujer.

—Di que eres mía...— al escuchar su voz grave hablándole a ésta extraña, las lágrimas salen disparadas de mis ojos y tapo mi boca con mi mano para ahogar un grito.

La extraña permanece desnuda sobre el sofá de cuero negro con sus ojos cerrados, mientras que la mujer que creía conocer y amar se encuentra entre sus piernas, con su mano en su intimidad, dándole placer y haciéndola gemir.

Camino hacia ellas con mis ojos inundados en lágrimas, lágrimas de dolor, de decepción pura. La primera en notarme es la extraña, parece sorprendida de verme y de repente, cuando por fin puedo analizar bien su rostro deja de ser una extraña para mí.

—No lo puedo creer...— susurro y veo cómo voltea hacia mí mi novia, Rebecca, la que tenía intenciones de hacer mi esposa. — De todas las mujeres con las cuales te pudiste revolcar... De todas las mujeres en ésta maldita ciudad, en el maldito país... ¿Ella?

—Amor...

—¡No me digas así!— grité. Un sentimiento me invadió. ¿Dolor? No, ya sentía eso, sentía que ésta era la peor traición de mi vida. ¿Decepción? Esto iba mucho más allá. ¿Odio quizá? Parecía la palabra correcta.

No pude mirarlas por un segundo más, me asqueaba verlas. Me cuelgo mi cartera del hombro y salgo de ahí lo más rápido posible mientras limpio mis lágrimas. Ésto es horrible.

—¡Espera! — la escucho gritar y siento una punzada en mi corazón. — ¡Freen!

Después de tanto tiempo, tantas mañanas despertando en sus brazos, tantas noches acurrucada a su lado, tantos momentos hermosos compartidos... me hacía esto; todo se había esfumado.

De repente yo había desaparecido, era nada, me sentía flotando con mi corazón destrozado y mi garganta derritiéndose por el nudo que sentía. Pero el dolor más insoportable era en mi alma.

—Espera, por favor.— sentí cómo tomó mi mano y me haló hacia su cuerpo, terminando entre sus brazos.

—Sueltame... ¡No me hagas más daño!— rogué.

—Sabes que te amo, lo siento mucho.

—¿Como pudiste hacerme esto? Y con ella... ¡Con mi mejor amiga! Nam y tú... Son seres despreciables.— metí la mano en el bolsillo de mi saco y saqué la caja de terciopelo azúl que contenía el anillo que pretendía darle. —Toma, haz lo que quieras con él. Dáselo a ella si te da la gana... Ya no significa nada para mí.

Lo dejo en su mano y mirándola a los ojos me aparto hasta llegar al ascensor el cual se abre inmediatamente, entro y puedo notar cómo sus lágrimas caen por sus mejillas al abrir la caja.

Ya todo se acabó, no puedo evitar romper en llanto de nuevo y dejar salir todo lo que llevaba dentro. Grito, arrojo mi bolso contra las paredes de la caja gigante de metal y me desplomo en el piso con mis manos cubriendo mis ojos. La cabeza me duele, al igual que el pecho. Al abrirse las puertas, salgo corriendo llamando la atención de las últimas personas en la planta baja, me llaman por un "señora" seguido del apellido de la mujer que acababa de desbaratar todas mis ilusiones de pasar una vida a su lado.

— ¿Señora Armstrong? — mi mente me tortura. — Qué mierda.

Entro al auto y de nuevo grito para sacar la frustración que siento, la veo salir del edificio y correr hacia mi auto, rápidamente arranco y desaparezco de ahí por poco atropellándola. Las lágrimas no me dejan ven el camino, me siento agobiada por el dolor que me causó verlas.

Limpio mis lágrimas, en vano pues solamente le doy paso a unas nuevas. Lloro y grito y maldigo, de repente pierdo el control del auto y me es imposible recuperarlo. Las luces de otro vehículo me ciegan y lo próximo que soy capaz de percibir el es sonido ensordecedor de un coche chocando y el dolor en todo mi cuerpo.

De repente, todo se hace oscuro... Y la vida abandona mi cuerpo.

mine | freenbecky.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora