6. 24-C

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Entre a la habitación y todo estaba a oscuras, era una habitación enorme, sábanas blancas, paredes gris claro y todo lo demás de acero y cuero.

Deje mi bolso sobre una pequeña mesa que tenía un ramo de rosas blancas y decidí husmear un poco más la habitación. Al entrar al baño vi que tenía una bañera blanca gigante y un enorme espejo en toda una pared... era precioso.

06:45 p.m, Adler no había aparecido, así que decidí comer una manzana que había en la habitación mientras veía la ciudad por la ventana. Frankfurt era hermosa de noche.

Ya eran las 07:00 p.m y Adler no daba señales de vida, así que decidió ir al sanitario y luego largarse de ahí. Se disponía a tomar su bolso cuando escucho la puerta abrirse.

- Ya te iras, Annabell? – me pregunto Adler cerrando la puerta tras el.- se me hizo tarde, discúlpame. Pero ya estamos aquí.- se acercó a mí y mordió mi labio con suavidad.

- Adler, yo... no he venido a esto...- me separe de él y camine hasta la cama.- debemos parar, no es correcto, tienes una familia...

- Muñeca, claro que viniste a esto. Y no veo nada de malo en que dos personas calmen sus deseos, cuando es una necesidad reciproca.- me pego a su pecho y besaba suavemente mi cuello.

- Adler... tendrás un bebé...- dije casi sin poder respirar.- debes parar.

- Calla, muñeca. Ya estás aquí, déjame hacerte mía

Me llevo suavemente hasta la pared y me apoyo en ella, me besaba con tanto deseo que era imposible no corresponder a sus besos. Lo tome del cuello pegándolo aún más a mi boca, por los dioses, así era imposible pensar claramente.

Me sentó en el pequeño sillón que había en la habitación y se colocó de rodillas ante mí, abrió mis piernas y comenzó a quitarme mis botas altas poco a poco para luego romper mi medias negras de nailon y poder despojarme de mis bragas. Dios, me volvía loca, ya no podía desear nada más que a este hombre.

- Tienes unas hermosas piernas, muñeca.- comenzó a darme besos desde mis tobillos hasta mis muslos.

- Adler...- gemí suavemente y enredé mis manos en su cabello.- no pares.

Se quitó su americana de un movimiento y cuando vi que abriría los botones de su camisa me levante y jale de su camisa para que los botones se desprendieran y tener su sexy pecho desnudo ante mí.

- Por dios, Annabell.- me tomo de la cintura y me tiro a la cama.- ahora te daré lo tuyo.

Se colocó sobre mí y me quito mi vestido de un movimiento para luego deshacerse de mi brasier. Comenzó a succionar y mordisquear mis pezones de una manera tan desesperada y sexy. Se paró de la cama para despojarse de su pantalón y quedar desnudo ante mí.

Volvió a estar sobre mi listo para poseerme una vez más.

- Estas lista, muñeca?- pregunto mirándome a los ojos...

- Si, hazlo...- dije en un pequeño susurro.

- Así me gusta...

Me besaba intensamente mientras me rozaba con su amigo hasta que en el momento en que menos lo espere entro en mí fuertemente.

Me embestía con tanto deseo que sentía que explotaríamos en cualquier momento. Nunca dejo de besarme y acariciar mis brazos suavemente. Se sentía protector, delicado.

- Adler voy a llegar...- gemí fuerte sobre sus labios y estalle en mil pedazos.

- Estas bien, Annabell?- pregunto alejándose un poco de mi cuerpo.- te lastime?

- No, no, es que... wow. Fue grandioso.- dije esto y tape mi cara con mis manos.- tu... terminaste?

- Oh claro que sí, muñeca. Junto contigo. –quito la manos de mi cara y me dio un suave beso.- a mí también me gusto.

Salió de mí suavemente dejando un vacío enorme en mi interior. Vi cómo iba al baño y cerraba la puerta tras él.

Escuche su teléfono sonar y sonar y sonar, me pare de la cama y vi que en la pantalla salía una foto de una rubia hermosa de ojos azules... Amara. Por los dioses, no me pude haber sentido peor en mi vida, sucia, miserable.

Corrí para tomar mi ropa interior y colocármela rápidamente, me puse mi vestido, tome mi bolso y Salí con las botas en la mano. El pasillo estaba solo y agradecí a los dioses que fuera así porque ya había comenzado a llorar como idiota. El elevador no tardo mucho y marque Sótano rogando porque Diego pudiera ayudarme a salir de ahí... ojala no se haya ido.

Al abrirse el elevador me encontré con una camioneta negra estacionada no muy lejos de ahí y corrí hacia ella.

- Diego?- toque con mis nudillos el vidrio del conductor.

- Señorita Meller, que sucede? Que ocurrió?- salió de su camioneta de un golpe con cara de terror.- se ve muy mal.

- Nada, Diego, no te preocupes. No pasó nada. Pero puedes llevarme a casa?- pregunte bajando la mirada al piso.

- Claro Señorita, suba.

- Gracias, Diego. Ah y solo dime Anna, si?

- De acuerdo, Anna.- me sonrió con cierta culpa, tal vez imagino lo que pasaba.

Cuando ya estábamos a más o menos una cuadra de mi edificio notamos que había un congestionamiento horrible de carros que no se movían, pensamos que era debido a la lluvia intensa que caía, eran las 8:35 p.m así que ya estaba oscuro por la noche y por el mal clima.

- Diego, déjame aquí. Yo camino, solo es una calle.- le dije buscando en mi bolso el pequeño paraguas que siempre llevaba conmigo.- no te preocupes.

- Señorita... Anna, no es nada solo debemos esperar un poco, podrías enfermar.- se giró en el asiento para poder mirarme.- yo puedo esperar.

- No, no te preocupes. Solo es agua. Estaré bien.- abrí la puerta del auto y abrí el paraguas.- Gracias por todo, Diego.

- ANNA ESPERA!

Lo escuche gritar detrás de mi pero ya era muy tarde, ya iba en camino a mi casa bajo el torrencial de agua que caía. De alguna manera, eso me hacía sentir más "limpia".


ADLER.

- Diego, donde cojones estas? Donde esta ella?.- pregunto Adler a su guardaespaldas por teléfono, estaba realmente furioso.

- Señor, ella se ha ido. La deje a unas calles de su casa, decidió caminar.

- Acaso no ves la tormenta que cae? Como la dejaste caminar?- Las manos le sudaban de la rabia que sentía por que esa mujer se fuera así.

- Señor, trate de detenerla pero bajo como rayo y no tenía donde parar la camioneta.

- Por Dios Diego, ven ahora mismo al Pent-house, debo hablar contigo.

- Sí, señor.

Tire el teléfono contra el sillón blanco del pent-house. Qué demonios le paso a esa mujer? Quien en su sano juicio sale corriendo así luego de... será que no le gusto? Qué más da, a la mierda con esa y todas las jodidas mujeres del planeta. Ojala le dé el peor resfriado de su vida.

Me senté en el sillón y masajee mi tabique suavemente. No podía creer que todas las jodidas mujeres tuvieran tanto rollo mental para absolutamente todo. Además, solo fue sexo por Dios.

Ya de por si había estado de mal humor con su madre. Por eso llego tarde. Le había hecho ir a la casa para notificarle que haría una gran fiesta para anunciar al nuevo integrante de la familia Reber. Al bebé no lo detestaba, pero a esa mujer... Amara... Dios, la odiaba. Ya no sabía dónde más se metería. Quería estar totalmente lejos de ella y de... Annabell Meller.



MellerWhere stories live. Discover now