CAPÍTULO TRES

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<<Una vez que hayas probado el vuelo siempre caminaras por la tierra con la vista mirando al cielo>>

Me había vuelto codiciosa. Después de esa noche, de recuerdos nublados pero sensaciones claras, nada lograba colmar mi ansiedad y pude comenzar a ver cada vez más nítido el espiral en el que caía, aunque no podía detener el descenso.

Me había vuelto demandante. Y aquello sólo había logrado que el dolor en mis días pasaran de ser pequeños momentos a un estado permanente.

Las discusiones con Yoongi eran constantes. Y siempre terminaba volviendo a casa con un par de botellas encima y mis ojos cristalizados. Y es que mis sentimientos ocultos en exigencias ridículas sólo lograban ponerlo histérico y en posición defensiva.

Y esa noche no fue distinto. Después de un par de días sin vernos a causa de una pelea, había cedido a su llamada y había terminado en su casa. El alcohol nos había ganado, y nuestras espaldas encontraron ambas el piso de su sala. Me sentía liviana, voluble y algo confusa, recostada a su lado miraba su aniñado perfil que nada coincidía con su compleja mente, y sus labios golpeando los míos de pronto, sólo intensificaron aquellas sensaciones.

Besos violentos y manos impertinentes, aún no sabía si amaba u odiaba aquello. Pero esa cuestión desapareció de mis leves pensamientos cuando sus palabras se filtraron en mis oídos.

—Cuanto te extrañaba joder. —soltó sobre mi boca antes de bajar de mi mandíbula a mis pechos, devorando cada espacio de mi piel a su paso.

Mi corazón latió con tanta fuerza contra mis costillas, que estoy segura lo sintió en sus manos al filtrarlas dentro de mi sostén.

No sé si fue un impulso de autodestrucción, si inconscientemente quería ponerle un fin a aquello o si mi corazón hablo por si solo, desinhibido por las botellas vacías que pululaban por la sala. Pero aún ignorando el porqué pronuncie esas palabras:

—Yoongi, te quiero.

Su cabeza se detuvo, allí contra mi cuello, y luego de un par de segundos sin moverse alzó sus punzantes ojos negros hacía mi.

—También yo. —pronunció con voz áspera, volviendo sus labios a los míos que los recibían más conforme que nunca.

Como dije, me había vuelto codiciosa. Codiciosa y temeraria, por lo que aquella afirmación, a pesar de hacerme sentir en la gloria, no me fue suficiente.

Sostuve sus mejillas deteniendo el beso y recorrió mi rostro, confundido de pronto.

—No quiero más juegos Yoongi.

—Nadie esta jugando. —contestó con su mirada fija en mis labios.

—¿Y qué es lo nuestro si no es un juego? —Sus ojos subieron a los míos y su entrecejo se marcó profundo.

De un impulso levantó su cuerpo, y separándose de mi se sentó, dándome la espalda. Lo miré expectante y vi como rascaba su nuca con impaciencia, y entonces sus negra mirada me apuntó sobre su hombro.

—¿Qué mierda es esto Sunny? —me increpó.

—¿A que te refieres? —dije sentándome yo también.

—Te he dicho que te quiero joder. ¿No te basta con eso?

La angustia me oprimió el pecho. Sentía que sus palabras eran sincera pero sus sentimientos no me alcanzaba, no era capaz de palparlo en sus besos ni en sus escuetas acciones.

—Las palabras no sirven Yoongi. Necesito... necesito...

—¡¿Qué?! ¿Qué necesitas Sumin? ¿Un puto anillo de compromiso en tu dedo? Sabes que esa mierda no va conmigo. —dijo parándose de golpe. Mientras daba vueltas nervioso por la casa.

—¡¿Y qué va contigo eh?! ¿Follarme cuando te sientes solo y que no me importe si no me llamas por días? ¡¿Es eso lo que quieres?!

Su mirada agresiva cambió de pronto por una de desconcierto.

—¡No es eso! —se defendió.

—Entonces ¿qué Yoongi? ¡Dime qué!

—¡No lo sé maldición! Yo sólo... sólo se que te quiero y estoy bien así.

Me reí. Una risa para nada sentida, más que risa un patético método de defensa, lleno de sarcasmo y tristeza.

—Pues yo no Yoongi... no sé si lo has notado, o si siquiera te interesa, pero yo no estoy bien.

Yoongi no solía expresarse, no lo hacía con palabras y no lo hacía con acciones, pero esa fue la primera vez que un gesto diferente se adueño de su mirada. Uno que nunca había visto y que por lo tanto no supe interpretar.

—Lo siento Sumin. —dijo mirando sus pies—. No puedo ser lo que quieres.

Ouch.

No supe que más decir y tampoco creí que fuera necesario agregar algo, sólo un profundo suspiro dejo mis labios. Me volteé al sofá donde mi chaqueta de mezclilla yacía y la tome en mis manos.

—Adiós Yoongi. Cuídate.

Sus ojos me miraron de esa forma que si conocía. Esa que parecía querer decir algo pero que siempre callaba. Y sabiendo que esta vez no sería distinto, me di la vuelta y salí de allí, no sin antes recoger las botellas que aún no habíamos abierto.

Para cuando llegué a mi apartamento apenas podía poner un pie frente a otro, y todo mi esfuerzo recaía en mantenerme lejos del suelo. Las botellas habían quedado por el camino y con ellas mis ultimas esperanzas.

Palpe mis bolsillos buscando mis llaves pero no pude sentirlas. No estaban por ningún lado y perdí la razón, me desmoroné al fin. Contra la puerta de mi propia casa caí rendida, sin poder controlar el llanto ni el dolor en mi pecho. Dolía de verdad, dolía profundamente aunque no lograba ver con claridad el porqué.

Sobre mis rodillas, y con mis palmas y frente contra la fría puerta, sentía que la vida se me iba en cada lágrima. Y una idea resonó en mi mente.

Eres despreciable Sumin.

¿Alguna vez has sentido el momento preciso en que alguien junta tus piezas?

Yo lo hice esa noche. Aquellos tibios brazos y manos enredándose al rededor de mi cuerpo, la sensación de que no terminaba de desarmarme únicamente por el ajuste de ellos, que me sostenían con fuerza.

Mi llanto se agudizo, porque no merecía esos brazos, y sin embargo los había extrañado de manera inconcebible. Pues desde aquella noche Hobi y yo apenas habíamos cruzado palabra, creída de que eso sería lo mejor para él.

Y de igual manera estaba aquí ahora. En el piso junto a mi, abrazándome sin rencor alguno. Susurrando un suave "shh" mientras acariciaba mi cabello.

Su amor incondicional, su decencia extraordinaria. Él siempre ha sido todo lo que yo no. Todos estos años me he limitado a observarlo con admiración porque no hay otra forma de ver Jung Hoseok. Y ahora está aquí, a mi altura, en el piso.

Mientras me aferro a él con fuerza, buscando su aroma y calor de manera desesperada, una cuestión me asalta. Y es que no sé si temer por estar arrastrando al vacío a un ser tan perfecto, o si hacerlo porque de todas formas no quiero soltar su cuerpo.

El aire abandona mis pulmones en medio del llanto, y siento que el espiral en el que caía ha llegado a una profundidad insoportable.

Dicen que lo bueno de tocar fondo es que es imposible ir más bajo, y todo lo que puedes hacer es subir. La cuestión era ser capaz de lograrlo.

Interludio ✦ Jung Hoseok - Min YoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora