CAPÍTULO UNO

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A veces me pregunto si mi cerebro es el único que funciona de esta forma. Guardando imágenes tan precisas, en compañía de sensaciones. Como si un legajo de instantes perfectamente organizado descansara allí en la parte más profunda de mi mente, esperando su momento a exhibirse, y ahogándome en recuerdos y emociones que a veces recibo gustosa, y a veces sólo actúan como sal en una herida.

Aún no puedo decir con certeza si esta evocación de mi memoria pertenece al registro de los buenos momentos o de los que quisiera borrar. Aún él tiene la capacidad de mover ese fichero de un lado a otro en mi mente. A veces venero aquel instante como si fuera el preludio de mi felicidad, y otras, como ahora, deseo que no hubiera sucedido nunca.

La primera vez que vi a Min Yoongi.

Sus afilados ojos negros lucían una expresión apática, clavados a través de la ventana, o tal vez en la nada misma. El otoño pintaba afuera colores preciosos pero su mirada no se detenía en ello, claro que eso pude entenderlo después, así es la mirada de Yoongi cuando su mente lo absorbe más que su realidad. Sentado en su pupitre con aquel gesto en su rostro, pasaba de su entorno como si estuviera solo en el mundo, y a veces creo que desea estarlo. Aquel Min Yoongi de nuestros diecinueve no difiere mucho del de los veinticuatro.

Como dije, cada imagen en el archivador de mis recuerdos viene acompañada de una sensación. Y aquella sensación fue tal vez mi condena, porque la curiosidad por esos ojos fue lo primero que me gravitó en caída libre hacía él.

Lo primero, y luego vinieron sus actitudes, sus palabras, su forma de desenvolverse en la vida misma. Tan transparente como reservado. Min Yoongi siempre me pareció ese tipo de personas que se desentiende de todo y todos, nada le preocupa demasiado, nada lo atormenta o disminuye, y de la misma forma, nadie ha calado verdaderamente en él.

Y verán, aquí es donde mi culpa comienza, porque al dilucidar aquel carácter, esa idea se apoderó de mi, tal vez la misma que ha de tener un domador de leones cuando decide su oficio. El más temible depredar rindiéndote respeto o, aplicado a nosotros, la persona más impasible e impenetrable cediéndose ante ti.

Luego de unos meses de conocernos entendí que eso quería. Ser amada por alguien que parecía no ser capaz de sentir aquello nunca, ser amada por Min Yoongi.

No sé si es a causa de mi innata personalidad desafiante, o tal vez mi deplorable necesidad de sentirme irreemplazable, pero desde entonces, hace cinco años, no he hecho más que quererle, y todos mis esfuerzos se han centrado en él.

Y ahora, mientras camino de vuelta a casa, en plena noche y con el frío calándome los huesos, es uno de esos momentos en los que el recuerdo de la primera vez que vi aquellos ojos me golpea, y es uno de esos momentos en los que, sin duda alguna, lo entierro en la parte de mis legajos donde están aquellas memorias que desearía no tener.

Si me lo preguntas ahora, desearía no haber conocido a Min Yoongi. Aunque debo admitir que mi respuesta hubiera sido otra hace sólo dos horas. Y hace algo más de dos horas, cuando apareció en la puerta de mi apartamento, con sus manos en los bolsillos de su sudadera negra y su suave y claro cabello oculto en su capucha.

Sin previo aviso estaba allí, mirándome con aquella leve sonrisa, en la que sus preciosos labios rosa forman una linea que parece contra su voluntad, esa sonrisa que me gusta creer sólo yo recibo. "Se me antoja una cerveza" dijo antes de que pudiera preguntarle nada.

Y he aquí otro hecho a señalar entre nosotros: nuestro idioma consensuado carece de caracteres interrogativos.

Yoongi lanza una afirmación, una que en realidad es una invitación pero que no formula directamente, y luego está mi cabeza, que la recibe como una orden.

Interludio ✦ Jung Hoseok - Min YoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora