Capítulo 7

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-¡Brand! ¡Por aquí!

Melody experimentó un repentino vuelco en el estómago. Se había evaporado el agradable ánimo de hacía unos momentos. Cuando llegaron a la altura de la mujer, Melody sintió como se le tensaba la columna vertebral y se le ponía rígidos los hombros.

-¡Hola, Lorraine!- exclamó Brand sonriendo-. No esperaba encontrarte aquí.

Lorraine le devolvió la sonrisa, y Melody se fijó que la mujer seguía tan hermosa como siempre. Su cabello suave, color rubio ceniza, peinado hacia atrás, se veía pulcro y bien cuidado; resultaba encantador y ni siquiera el viento lograba desordenarlo. Vestía un dos piezas color beige, y en torno al cuello llevaba enrollada una bufanda color naranja, que le daba un aire de sofisticada eficiencia. Melody volvió a ser consciente de su antigua incapacidad y dejó caer las manos cuando Lorraine se dirigió a Brand en voz baja, casi íntima, en un intento de excluirla a ella.

-Decidí venir a recogeros personalmente -dijo Lorraine a Brand- en vez de enviar a alguien de la oficina. Aquello está muy solo sin ti. ¿Has tenido buen viaje?

-Sí, excelente- respondió Brand relajadamente-, Has sido muy amable al venir, Lorraine. Por supuesto- convino Lorraine-, pero he pensado que podría ponerte al corriente de cómo van las cosas, durante el camino de regreso. -Sólo ahora pareció darse cuenta de la presencia de Melody. Los acerados ojos grises se mostraron fríos y molestos cuando la saludó-: Hola, Melody. Dale me dijo que venías.

Tan frío saludo no daba pie a ningún comentario, por lo cual Melody se limitó a responder:

-Hola, Lorraine.

-Bueno, vamos por las maletas- dijo Brand-. Supongo que Melody estará deseando llegar a casa para deshacer el equipaje.

Los ojos de Lorraine se entrecerraron al oír esto, pero no tuvo ocasión de intervenir, ya que Brand las dirigia hacia las puertas del final del pasillo.

Durante el viaje desde el aeropuerto a la ciudad, Melody permaneció en silencio, comprendiendo, al fin, por qué Lorraine había ido a recogerlos. El coche era de ella, y parecía normal que Brand se sentara a su lado en el asiento delantero, para hablar de negocios. Melody, que ocupaba uno de los asientos traseros, quedaba así excluida de la conversación. Con su actitud, Lorraine daba a entender a Melody que siempre sería superior a ella. Sin embargo, y pese a la armagura del pasado, esto no molestaba ya a tanto a Melody como antes. Ahora no participaban sus emociones. Ciertamente ahora era de nuevo la mujer de Brand, pero no le amaba. Había pagado un alto precio antes de olvidar aquel amor, y ya no estaba dispuesta a permitir que sus más íntimos sentimientos se vieran afectados por ninguno de ellos.

La ciudad había crecido de una manera sensible durante los cinco años que había estado ausente, y Melody la observaba con interés. Era un hermoso día, de cielo casi despejado, y los edificios ante los que pasaban aparecían blanqueados por el sol.

Por indicación de Brand, tomaron dirección Sur, hacia Padre Island Drive, para que Melody pudiera comprobar debidamente lo mucho que se había edificado por allí. Al sur de Padre Island Drive, donde cinco años atrás había grandes zonas de tierra cultivable, entre las que se intercalaban algunas tiendas, todo estaba lleno de nuevos almacenes y negocios, centros comerciales y bancos, con el correspondiente incremento de tráfico.

En Airline, Lorraine dejó la carretera y giró en dirección a la bahía, y entonces Melody sintió cómo recorría su cuerpo un estremecimiento. Dentro de unos minutos volvería a estar en el hogar... Hogar. La palabra le parecía incongruente en aquellas circunstancias. Y la excitación no había acabado aún. Su corazón sabía la verdad. Ella volvía a casa tras un largo y voluntario exilio.

Llegaron a Ocean Drive, donde se levantaban algunas de las mejores casas de la ciudad. Adelfas en flor, blancas y rosas, lujuriantes buganvillas y palmeras mecidas por la brisa marina. Pero los ojos de Melody no estaban en la bahía. El cielo era brillante y de color verde mar, y en la distancia pudo ver varios veleros tan altos que parecían tener alas.

Lorraine condujo el coche fuera de la carretera, entre altos cercados, para detenerse ante las columnas de la entrada.

Al bajar del coche, Melody examinó la casa con ponderación. Era de dos plantas, blanca y con sólidas contraventanas negras. El porche, de piedra roja, adornado con macizas urnas, rematadas por trepadores arbustos cortados en redondo, y a lo largo de la fachada se extendían cuidados macizos de flores, exhuberantes y de vívidos colores. El pequeño césped delantero se esparcía a la sombra de los árboles, y más lejos, junto a la cerca, se veían delgadas cenefas de adelfas, que separaban y ocultaban la casa del ajetreo de la calle. Nada, por lo menos exteriormente, había cambiado, y Melody sonrió con satisfacción.

Brand sacó el equipaje del coche, y los tres se dirigieron hacia la entrada de la casa, al fresco vestíbulo.

- Me he tomado la libertad de aceptar en tu nombre un compromiso para un almuerzo de negocios, Brand -dijo Lorraine mientras el hombre dejaba el equipaje, se dirigía una mesa, llena de correspondencia, y empezaba a repasar ésta.

De pronto frunció el ceño.

- ¿por qué lo has hecho?- inquirió-. Estoy cansado y había pensado pasar el resto del dia aquí con Melody.

- Lo entiendo- replicó Lorraine dulcemente-, pero es que míster Wickers en verte tan pronto como llegaras. Se marcha mañana de viaje.

Brand suspiró, pasándose la mano por el pelo, y se volvía para mirar a Melody, con una disculpa en los ojos.

- Entonces tendré que ir- reconoció-. ¿Estarás bien aquí?

-¿Por qué no habría de estarlo?- inquirió Lorraine con visible irritación-.La casa no le es extraña.

La muchacha golpeaba imacientemente con el pie sobre las baldosas del piso.

-Estaré perfectamente - se apresuró a decir Melody-. Ve a atender tus negocios.

-¿Y qué harás tú mientras?- preguntó él.

Melody se encogió de hombros-

-Ante todo, deshacer las maletas; luego quizá pase la tarde tomando el sol.

En los ojos de Brand centelleó de pronto una divertida expresión, y entonces ambos recordaron el comentario que había heho en el aeropuerto; pero antes de que él pudiera decir nada, Lorraine indicó:

-Se está haciendo tarde, Brand. Lo mejor será que te vayas en seguida si quieres llegar a tiempo al almuerzo.

Brand asintió, apartando la mirada de Melody-

- Bien

-¿Vendrás conmigo?

Se volvió y la miró con sorpresa.

-¿Cómo podría ,entonces, ir al restaurante?- preguntó Brand-. Cogeré mi coche. Nos veremos en la oficina dentro de media hora.

Era, obviamente, una despedida, y Melody vió como Lorraine esbozaba una forzada sonrisa, antes de asentir:

-Bien, nos veremos luego.

Cuando se hubo ido Lorraine, Brand se disculpó de nuevo:

-Lo siento mucho, Melody. En tu primer dia aquí, recién llegada...

La mujer le sonrió, y quedó agradablemente sorprendida de que él quisiera estar realmente con ella. Por alguna razón, le importaba bastante.

-Está bien- repitió- ,de verdad. Estaré ocupada.

Regreso al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora