Entonces apareció en el vestíbulo una criada, sorprendida, al parecer, de verlos allí. Brand le sonrió:
-Esta es mistress Travers, Opal. Podrías ayudar a Barney a subir el equipaje y luego a mi mujer a deshacer las maletas.
Opal sonrió.
-Por supuesto, míster Travers. Es agradable volverle a ver por aquí. Le diré a Juanita que Mistress Travers tomará algo.
Se dio la vuelta y se alejó.
Brand caminó lentamente hacia la puerta de entrada; de pronto se volvió y se dirigió hacia Melody. Con rápido y preciso gesto, inclinó la cabeza y la besó suavemente en los labios; por fin se marchó. Melody permaneció inmóvil unos instantes, con los dedos en los labios; luego movió la cabeza y subió las escaleras. El resto del día transcurrió rápidamente. Melody pasó gran parte de la mañana deshaciendo su equipaje y el de Brand, rehusando amablemente la ayuda de Opal. Le había sorprendido descubrir que la habitación de él... la habitación de ellos... no había sufrido ni el más mínimo cambio. Era una estancia espaciosa, desde la cual se dominaba la bahía, que arrojaba sombras verdeazuladas en el interior del dormitorio, cuyo mobiliario, de bambú blanco, destacaba en medio de verdes plantas tropicales. La propia Melody se había encargado de decorarla. Le gustaba tanto el mar, que había intentado trasladar la tranquilizadora influencia de este tanto a la casa como a los habitantes, y Brand le había permitido que lo hiciera. Ello había convertido en algo tan íntimo su dormitorio, imprimiendo su propia personalidad en él, que no esperaba encontrarlo de la misma forma en que lo dejó, pero se alegró de haberse equivocado. Parecía darle la bienvenida, suavizando así la extrañeza que sentía en su entorno.
Al mediodía bajó por la escalera y se dirigió a la estancia donde desayunaban, justo detrás del comedor. Juanita le sirvió ensalada de camarones, fruta y queso.
Melody sonrió con timidez e inseguridad a Juanita. Nadie sabía con certeza la edad de aquella mujer, con su pelo gris y la fina red de arrugas que marcaban su bronceado rostro; pero aunque sus movimientos eran lentos y, a veces, dolorosos, a causa de la artritis, conservaba aún un notable vigor. Trabajaba en casa de la familia Travers ya desde antes de que naciera Brand, y aunque en buena ley debería descansar mientras los otros hacían su trabajo, ella se negaba obstinadamente. Sus opiniones eran muy tenidas en cuenta por todos, desde Brand hasta la criada, y nadie quedaba a salvo de sus críticas si las merecía. Melody había sido favorecida en este sentido en el pasado, y raramente fue blanco de sus aguijonazos. Pero eso era antes; ahora las cosas habían cambiado.
Juanita, con las manos en las amplias caderas, ladeó la cabeza y consideró detenidamente a Melody:
-Parece más delgada que antes- dijo en tono crítico.
-¡Hola, Juanita! -saludó Melody-. ¿Cómo estás?
-Bien -replicó la mujer de mala gana-. Con que... ha vuelto, ¿eh?
Melody esbozó una tímida sonrisa.
-S... sí. He vuelto.
-Humm... ¿Y por cuánto tiempo esta vez?
-¡Juanita! - La voz de Melody sonaba a súplica-. Te... tenía mis motivos para marcharme y...
Juanita asintió.
-Sí. Debía de tenerlos, después del alboroto que causó usted.
Melody comprendió que la anciana había quedado íntimamente dañada a causa de su repentina huida. Juanita se había mostrado siempre cariñosa con ella, y la quería lo mismo que a Brand y Tammy, por lo cual su decepción no fué menor que la de él.
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Regreso al amor
RomansCinco años atrás, Melody Travers, humillada y furiosa, rompió su matrimonio con Brand Travers. Era un hombre duro, acostumbrado a tomar decisiones y ser obedecido al instante. Ahora la forzaba a casarse con él de nuevo, pero ¿perseguía acaso la ven...