Un nuevo amanecer en Leipzig, un nuevo crimen.
Paul había resultado gravemente herido, tenía quemaduras de tercer grado en el área facial, que le comprometieron las cuerdas vocales, visión y el conducto respiratorio.
Amanecieron con la angustiante noticia que Richard no logro sobrevivir a semejante tragedia. Arielle, por su parte, se encontraba en perfecto estado, pero no podía abandonar ahora a su marido, debía quedarse en la clínica esperando por él.Christoph echaba humo por la boca, cómo fue posible que Paul se haya ido como si nada de su vivienda sin haberlo siquiera notado. Sentía gran culpa por su parte.
El comisario Werner lo mando a llamar para mostrarle las miniaturas encontradas.—Creo que es hora de inspeccionar todos los talleres de cerámica, escultura y lo que sea que esté involucrado con este material —comentó Hiersche.
El nuevo detective a cargo, Fialik ordenó a Schneider ir con Hiersche a inspeccionar un taller de cerámica cerca del centro, mientras él iría a ver otro cerca de allí.
De camino al lugar, Schneider se cruzó con Olaf.
—Buenos días, Olaf —lo saludó, percatándose de su pierna coja —. ¿Qué le sucedió?
—Qué tal, detective Schneider —correspondió a su saludo —, un imperfecto en el trabajo con una máquina, nada grave.
Christoph y Hiersche continuaron su andar, hasta llegar al taller al cual iban a requisar. Ningún trabajador se mostró en contra, todos colaboraron en la investigación, y varios se ofrecieron a declarar en el momento que sea. Mientras tanto, Fialik fue por su lado al otro taller.
Horas más tarde.
Christian se reunió con Christoph en la oficina del segundo, para poder conversar sobre la causa.
—Solo queda que Fialik me pase el reporte de aquel taller —comentaba Schneider —. Mira, aquí hay un álbum de fotos de todos los trabajadores.
Christian comenzó a observar con detenimiento cada página con las fotos de los trabajadores, pero un detalle lo hizo sobresaltarse.
—¿Olaf? —preguntó sin salir de su asombro.
—Ah, si. Llegó hace poco, un hombre muy amable, justo hoy lo vi de camino al taller. ¿Algún problema?
—Si, lo hay. No se llama Olaf, es Oliver —alegó levantándose bruscamente del asiento —. ¡Maldita sea!
—¿Qué? No, no estoy entendiendo, ¿Cómo lo conoces? —inquirió desentendido Christoph.
—Es que, por causa de Till, Richard y Paul, es que Oliver intento suicidarse en la adolescencia y luego abandono Leipzig —dijo mientras caminaba de aquí para allá.
—Entonces esto lo hace primer sospechoso, ire a hablar con Werner —contestó el detective, saliendo de su oficina.
Al salir de allí, todo en la estación de policías estaba convulsionado. Oficiales corriendo para todos lados, patrullas saliendo a la par de los bomberos.
—¡Schneider! Hubo una explosión en el taller del centro —gritó Hiersche, saliendo de allí —. Vamos juntos.
Christoph lo siguió, y Lorenz por detrás suyo, con un terrible presentimiento.
En el taller.
Fuego incontrolable, llamaradas que llegaban a los cables de luz y allí dentro, varias personas atrapadas.
Los bomberos estaban trabajando a mil, entre Werner y Hiersche colocaron cinta para que las personas no interrumpieran en la escena.
—¿Qué rayos paso? —cuestionó el detective Schneider llegando allí.
—Aparentemente uno de los trabajadores se quebró, confesó e incendió el lugar con una molotov, fue algo sin premeditar, no se imaginaba que Fialik estaba pisándole los talones —explicó el comisario.
—¿Tenían más pistas y no me informaron?
—Detective Schneider, lo siento pero usted era uno de los sospechosos. Lo único que Fialik tenía era que el pirómano era un muchacho se estatura alta, delgado y deambulaba con una gorra de lana negra, según algunos testigos de las horas previas a los atentados —explicó Werner.
Más tarde, cuando lograron controlar el fuego, entre las víctimas fatales, se encontraban cinco personas, totalmente carbonizadas.
El protocolo dictaminó que, con las pericias adecuadas, se analizara el ADN de cada uno para luego corroborar la identidad de cada uno.Unos días más tarde.
Finalmente, todo estaba resuelto para el detective Schneider y para todos los uniformados que, arduamente, habían trabajado para captar a aquel pirómano que acechaba las noches alemanas.
Arielle estaba óptima de salud, Paul había quedado ciego y debía hacer un tratamiento de alta complejidad para recuperar el habla.
Mareike decidió marcharse de Leipzig, viajo hasta Berlín para instalarse donde su hermana.
Summer y Christian aún no salían de su asombro, si entre las víctimas fatales se encontraba Riedel, ya no había a qué temer.
Eloísa postergó la publicación de la segunda temporada de su novela, por respeto a las víctimas. Christoph prefirió tomarse un tiempo lejos del servicio, para pasar tiempo con sus pequeños y con su joven esposa, cambiando rotundamente la relación con su ex esposa. Todo iba normal, debía ser así por él y su salud mental.Werner se encontraba reposado en su escritorio, observaba su cuaderno, aquel que guardaba celosamente todas las noticias que se habían publicado en los periódicos acerca del temible Riedel. «Ya no más» se decía a si mismo.
De pronto, un chillido de su telefax lo hizo exaltarse del asiento.—¡Maldita sea! —se quejó el comisario Werner, estrolando furiosamente su copa de vino contra la pared de su oficina.
—¿Qué sucede? —inquirió Hiersche, uno de sus mejores policías, entrando a su oficina exaltado.
—Acabo de recibir un fax, del Laboratorio Nacional Baumann que trabajan con el banco de datos de toda Alemania y...
—¿Y? —cuestionó impacientemente el policía.
—El ADN de la última víctima fatal en el incendio, no era de Riedel... Era de Emmanuel Fialik.
—¡Puta mierda! Una víctima más... —sentenció, sabiendo que esta causa aún no acabaría.
¿Fin?
N/A: Por imprevisto, tuve que postear todas las partes juntas. Quiero agradecer a las que siempre leen y me apoyan en mis escritos <3
Por otra parte, quería aclarar que para escribir el fic me base en una canción que se llama chico granada, de carajo, además de usar la temática de fuego por R+ aunque dándole un tinte totalmente diferente.
Gracias por leer, y espero que les haya gustado mi primer fic completo 🙆