Era un tétrico mes de diciembre donde nadie salía de casa en el pequeño pueblo en las afuera de la ciudad donde Lana residía. Sin padres y totalmente dejada a su merced por su familia no podría decirse que su formación en las últimas etapas de su adolescencia fueran las mejores, aún a sus 20 años no ha podido conseguir la paz que tanto anheló en el justo instante en que sus padres murieron.
¿Qué podría haber hecho la dulce abuela de 70 años con una adolescente desorientada de 15? Bueno la dulce abuelita necesitaba un reajuste de personalidad pues comprar una casa y darle a la pobre lana una tarjeta de crédito no era la mejor solución.
Los años habían pasado con quejumbrosa lentitud, la pequeña Lana ya no era una niña, era un mujer, pero sólo eso, no hubo nadie que llenara el espacio perteneciente a “hecha y derecha” ¿Quién podría culparla por no tener el aspecto de una miss o de tan siquiera una mujer cuando no tuvo un modelo por el cual poder guiarse?
Su dulce abuelita había muerto de un ataque al corazón luego de enterarse que su amado hijo Pete era un soberano mariposón. Pobre dulce abuelita, el castillo de perfección que había construido estaba derrumbándose como si de naipes se tratara.
Aquel pueblo tan pequeño se había enterado de tal noticia incluso antes que la misma Lana ¿Le disgustó? ¿Le causó dolor? Nadie jamás pudo saberlo pues ella no acostumbraba a salir de casa para algo más que desechar la poca basura que producía.
¿Amistades? Sólo dos, pero estos chicos no acostumbraban a pasar por aquella casa tan constantemente, eran los bien llamados hombres de la mala vida. ¿Le molestaba ese hecho? En lo absoluto, no era quien para criticar el estilo de vida de sus miserables amigos, ella misma vivía en un hoyo que crecía cada vez más.
La chimenea no tenía fuego, no había calefacción por muy accesible que fuera para Lana, ella no quería darse los lujos que su abuela le había dado en un intento de deshacerse de una desorientada adolescente que acaba de perder a sus padres. Se sentó en el suelo como había hecho los últimos cinco años, cerró los ojos y se dejó llevar ¿Hacia donde? No importaba, sólo quería alejarse del lugar que tanto le recordaba a su rota familia.
El timbre sonó con fuerza queriendo llamar su atención pero estaba en medio de su ritual. Sonó de nuevo con más insistencia y Lana tuvo que renunciar a su paz momentánea para abrirle al indeseado visitante.
— ¿Qué quieres? —Preguntó con voz seca dándole una mala mirada a su visitante—.
Un niño de quizás 12 años estaba en su puerta, su rostro denotaba el miedo que le producía estar allí. Para los niños del pueblo era divertido visitar la casa de Lana para comprobar que no era un fantasma que vivía allí, después de todo eran muy pocas las veces que ella salía a la luz del sol.
—Sólo pasaba —Contestó el pequeño abriendo sus ojos—.
—Ya vete —Y cerró la puerta—.
Con un suspiro molesto volvió hacia la pequeña sala y se sentó de nuevo frente a la chimenea dejándose llevar. Los recuerdos querían atar a su ser, querían hacerle sufrir pero Lana luchó, ella no quería la vida que estaba viviendo, si su decisión fuera no estaría allí, no en ese cuerpo, no en esa época, no en ese mundo.
El día pasó con cansancio como si aquel Diciembre fuera diferente de los demás ¿Podría serlo? Esta comenzando a variar en el tiempo de duración por día, la temperatura disminuía dos veces más rápido que el año anterior.
Lana fue a la cocina y buscó en la lacena vacía un porro de lo que sea que su mejor amigo le hubiera dejado. Se suponía que su casa sólo servía para drogarse pero Lana había querido cambiar un poco sustituyendo la Marihuana o Éxtasis por un cigarrillo común, ellos se habían negado con fuerza al principio pero después de todo era la casa de ella.
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Las penas de Lana [Suspendida indefinidamente]
Short StoryLana, una joven adulta a quien su familia le dio la espalda luego de que sus padres murieron, en vista de esto sus decisiones no siempre son las correctas. Louis y Gus, sus únicos amigos, en vez de aportar algo positivo a su vida le llevan la influe...