No puedes ser tan dura

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La noche había caído sobre el pequeño pueblo y Gus seguía sin despertar, Lana había estado cuidando que el chico aún respirara. La habitación estaba fría y estar en el suelo era una tortura, por esta razón había cubierto a Gus con un cobertor de tela gruesa.

—Eres un lunático Gus —Le dijo Lana antes de levantarse de la cama para ir a la cocina—.

Su estómago comenzaba a gruñir en protesta de comida pero ella no le complacería inmediatamente, quizás se estaba volviendo cada vez más loca al punto de desear hacerse sufrir, pero de esa manera era más fácil distraerse de los recuerdos que rondaban su cabeza asechándola, esperando una mínima debilidad de su parte para introducirse en su ser y debilitarla más.

Con un bufido molesto abrió la nevera, Lana sabía que Gus tendría mucha hambre cuando despertara por lo que eligió prepararle una pasta, no es que conociera mucho de la cocina pero su madre había querido enseñarle a hacerlo poco antes de su muerte.

— ¡Ya basta! —Se gritó a si misma golpeando la pared—.

¿Algún problema princesa? Preguntó una de sus voces críticas.

Cállate Le espetó intentando controlarse a si misma.

¿Ya estás perdiendo el control? Que débil eres pequeña Lana

¡Dije que te calles!

Centró su atención de nuevo en la cocina para evitar quemarse o algo peor, lo que menos necesitaba era sufrir una quemadura cuando tenía un amigo drogado en su habitación. Prendió la estufa con cuidado, llenó la olla, vertió un paquete completo de espaguetis, un poco de sal y fue hacia la sala.

Lana necesitaba pensar, no, necesitaba desconectarse de todo, necesitaba desaparecer por un largo tiempo de donde vivía. Era triste el saber que a pesar de que se alejara kilómetros de donde estaba no podría escapar de sus propios pensamientos, de sus propios recuerdos, ella no podría luchar con el mounstro interno que se alimentaba de su vida.

Buscó la caja de cigarrillos que estaban sobre la chimenea, prendió el último y se lo llevó a la boca. Un viaje a las islas del Caribe no estaría mal, sus padres le habían mostrado fotos de ese lugar e incluso les sorprendió una semana antes de morir planificando irse en crucero por el Caribe.

Una lágrima escapó de su ojo derecho sorprendiéndola. Lana no había llorado en cinco años y no quería comenzar ahora. Exhaló el humo del cigarrillo pensando en él como si fueran sus problemas, sería demasiado fácil si pudiera reducirlo todo a un estado como aquel, sería demasiado fácil recuperar su vida de antes de la muerte de sus padres pero la vida no le estaba siendo justa, la vida parecía querer hundirla más en el agujero que ella misma había cavado.

Cuando el cigarrillo se acabó no tuvo de otra que ir a la cocina, los espaguetis estaban listos y sólo fue cuestión de colarlos y añadirle salsa para pasta. Gus comería cualquier porquería que se le diera, en eso debía estar agradecida con el chico, ella cocinaba terriblemente mal.

Fue de nuevo a la habitación para vigilar a Gus, él se había acomodado mejor en el suelo, Lana le comparo con un capullo de mariposa pues envolvió con fuerza el cobertor alrededor de su cuerpo. Se sentó en la cama y miró al demacrado chico de cabello castaño, Lana le había conocido hacia un año atrás mientras éste caminaba por las calles pidiendo ayuda.

¿Acaso nadie me escucha? Había exigido Gus tabaleándose—.

Las calles del pueblo estaban repletas de nieve y por lo tanto eran bastante resbaladizas, ya iban un par de veces que había pisado mal y el suelo le recibió. Nadie en los alrededores había salido para ver quien era el que estaba gritando, la gente allí era muy temerosa de su seguridad lo que era irónico pues no había un cuerpo policiaco.

Las penas de Lana [Suspendida indefinidamente]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora